El volcán no puede con las voluntarias de Cáritas
Mientras la erupción obliga a desalojar viviendas y desmantelar iglesias como la de San Isidro, Nieves Pérez y María de los Ángeles Camacho, que han perdido sus casas, siguen volcadas con las personas sin hogar
Se ha cumplido un mes desde su erupción y el volcán de Cumbre Vieja sigue produciendo estragos en La Palma. La semana pasada, cientos de vecinos de La Laguna tuvieron que dejar sus casas, mientras que la parroquia de la zona, San Isidro Labrador, se cerró al culto. Ante el avance de la lava, el templo —portada de Alfa y Omega hace unas semanas— fue desmantelado el pasado fin de semana. Operarios municipales, bomberos y el párroco se llevaron prácticamente todo. La imagen de la bajada de la campana el domingo va a perdurar en el tiempo. «Quiera Dios que tengamos que llevarlo todo de vuelta, pero después de lo de Todoque las autoridades prefirieron anticiparse», explica Alberto Hernández, el párroco, a este semanario.
El propio sacerdote ha tenido que dejar su casa y trasladarse, junto a un técnico de Cáritas al que acogía, a la vivienda del párroco de Tazacorte. Desde allí, sigue con la atención pastoral y ayudando a quien lo necesita. Este fin de semana, la celebración de la Eucaristía se movió a la ermita del Retamar, a donde Hernández llevó el Santísimo tras el desalojo de San Isidro. El resto de bienes fueron llevados a la parroquia de San Pedro, en Argual. Las celebraciones, a pesar de los cambios, siguen siendo concurridas. «La gente celebra la fe y vive el domingo, pero también es una oportunidad para encontrarse con los vecinos, tener un rato de diálogo, abrazarse y llorar», explica el sacerdote.
Nieves Pérez Brito, vecina de Todoque, ya ha vivido dos desalojos. Primero tuvo que abandonar su casa y ahora la de su hijo, donde se refugiaba, en La Laguna. Los nueve miembros de la familia —incluida su madre, de 88 años— se han tenido que distribuir por distintas zonas de la isla. En Todoque no les queda absolutamente nada. El volcán engulló su casa, su negocio —una floristería— y las viviendas de su madre y sus dos hermanas. «Lo hemos perdido todo menos la salud. Gracias a Dios», afirma en conversación con Alfa y Omega.
Nieves se encargaba hasta ese momento y una vez por semana de llevar la comida a las personas sin hogar o que viven en infraviviendas que acuden al centro de la Unidad Móvil de Atención en Calle (UMAC) de Cáritas, donde es voluntaria. Ya no puede hacer la comida, pero no ha dejado de ir. Trabajo no falta para atender a las cerca de 20 personas que se acercan cada día a este lugar para comer o ducharse: hay que lavar la ropa o recoger la comida y la cena de la jornada. Cuando se le pregunta que de dónde saca las fuerzas para seguir echando una mano con todo lo que ha pasado, no duda: «¿Por qué no voy a ir? Aunque me haya quedado sin casa y sin nada, me siento muy privilegiada. Tengo una familia», afirma.
En su misma situación está María de los Ángeles Camacho, conocida cariñosamente como Lila. Cada lunes acude a la UMAC para atender a los más necesitados. Ella fue una de las primeras vecinas en perder su casa, pues estaba ubicada muy cerca del volcán. Con su marido, dos hijos y una nuera se tuvieron que ir a casa de un primo, donde siguen. A diferencia de otras familias, la suya no pudo recoger nada de la vivienda. «Estábamos muy cerca y las autoridades no lo permitieron», explica.
Como Nieves, nunca se planteó dejar de poner su granito de arena en Cáritas. De hecho, cree que ahora es más necesario: «La vida sigue, tiene que seguir. Es lo mínimo que podemos hacer». También reconoce que se ha identificado más con las personas que atiende y que la fe está siendo muy importante para superar esta situación. Alberto Hernández, su párroco, está conmovido por el testimonio de ambas. «Son gente admirable y me hacen sentir orgulloso. Son creyentes de una pieza. Su fe las está acompañando», explica.
«La caridad es una fuente de alegría». Son las palabras que Jorge Concepción, sacerdote y delegado arciprestal de Cáritas Diocesana de Tenerife en Los Llanos de Aridane, utiliza para explicar que la implicación de los voluntarios no haya descendido a pesar de una situación tan excepcional. Desde que se produjo la erupción, este recurso ha estado trabajando para localizar a las personas que venía atendiendo y para reorganizar los servicios. Así, el programa ha seguido a pleno rendimiento. No el de empleo, que se ha interrumpido para centrar los esfuerzos en la emergencia. Los técnicos están volcados en ayudar y orientar a las personas que piden ayuda.
Las joyas de la Virgen
Antonio Hernández, rector del Real Santuario de Nuestra Señora de las Nieves, tiró de creatividad y ha puesto parte del tesoro de la patrona de la isla a disposición de los afectados. Se trata de un conjunto de joyas que incluye anillos, cadenas, pulseras o pendientes de oro que no se van a utilizar. Piezas con significado devocional y con valor económico, pero sin relevancia histórica o artística.
«No podemos ser ajenos al sufrimiento de los vecinos y menos desde este lugar, que ha sido tan importante en otras erupciones o durante la pandemia. Siempre ha sido un referente. Una madre siempre está cerca de sus hijos y es capaz de darlo todo», explica en conversación Alfa y Omega.
En este santuario mariano, el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez Afonso, presidió el martes una rogativa para pedir a Dios que cese la erupción del volcán, a la que siguió una procesión. Es la segunda visita que el prelado realiza a la isla tras el comienzo de la explosión de Cumbre Vieja.