Maixabel Lasa: «Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad»
La historia de la viuda de Juan Mari Jáuregui llega al cine de la mano de Icíar Bollaín. Maixabel narra sus encuentros en la cárcel con los asesinos de su marido
Una víctima del terrorismo cuya vida ha sido llevada a la gran pantalla. ¿Cómo lo está llevando?
Pues estoy muy asombrada por la repercusión que está teniendo todo esto. Intuía que iba a mover las entrañas de muchas personas, pero la verdad es que no pensaba que tanto. Me desborda.
Esto era impensable hace años. ¿Cree que ha cambiado la actitud de la gente hacia las víctimas?
Llevamos diez años sin ETA y eso se nota. Yo tuve que vivir con escolta durante tres años, con lo que eso significa, y ahora no la necesito. Creo que es una buena noticia.
¿Cómo se gestó el diálogo con los que mataron a su marido?
Yo llevaba la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo en el País Vasco, y en el año 2010 nos llegó una carta en la que varios presos de ETA solicitaban encontrarse con víctimas, en un proceso de justicia restaurativa. Se habían desmarcado de la violencia de ETA y estaban en un momento de cambio personal. Entre ellos se encontraba Luis Carrasco, uno de los terroristas que mató a mi marido, que pedía explícitamente entrevistarse conmigo.
¿Le removió esta petición?
La verdad es que no. Más bien me produjo satisfacción, porque comprobé que estaba haciendo un recorrido personal en el que era muy crítico con su pasado.
¿Cómo fue ese día: entrar en la cárcel, pasar los controles, las puertas que se cierran cuando uno pasa…?
Yo iba con dudas, pero con ganas. Y tranquila. Iba a preguntar por qué, y a escuchar, y me encontré con una persona abatida, con la autoestima por los suelos. Le dije que prefería ser la viuda de Juan Mari que su madre, por lo que le había hecho sufrir; pero también le dije que era muy valiente por enfrentarse a la organización, con lo que eso supone aquí. Vi que la persona que más daño me ha hecho en mi vida estaba arrepentido, decía que no lo volvería a hacer. Fueron tres horas en las que sentí que se me había quitado un peso de encima.
¿Cree que aquello le sirvió a él?
Creo que este es un modo de que puedan recuperar su dignidad; siempre es mejor eso a que salgan de la cárcel como héroes… Luis me dijo que le gustaría volver a nacer para no hacerlo de nuevo. La política penitenciaria ha de ir dirigida a la reinserción de los presos. Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad.
Ha mencionado a la madre de Luis. ¿Ha llegado a conocerla?
A ella no, pero conocí a la amatxo de Ibon Etxezarreta [el otro asesino de su marido], y fue estupendo. Éramos dos madres que hemos sufrido, de una forma y de otra. Nos entendimos muy bien. Para una madre tiene que ser muy duro enterarte de un día para otro de la doble vida de su hijo, de lo que hizo…
¿Sigue teniendo relación con Luis e Ibon?
Nos hemos visto varias veces. Dentro de unos días nos tomaremos un café y comentaremos la película. Ellos entienden que todo esto puede servir para deslegitimar la violencia.
Han pasado ya unos cuantos años. ¿Han cambiado?
Creo que todos somos distintos, y seguro que ellos también, aunque deben vivir con lo que tienen. Tiene que ser difícil acostarte y levantarte con el error que cometieron.
¿De dónde le viene a usted la fuerza para mirar a la cara todo esto?
Yo creo que de Juan Mari. Era un persona dialogante, siempre defensora de los derechos humanos, de los de todos. Estaba muy comprometido social y políticamente. Yo me imagino a Juan Mari en mi situación, y me da la impresión de que él habría hecho algo parecido.
La semana pasada estuvo con Icíar Bollaín en la cárcel de Pamplona viendo la película y charlando de ella con los presos. ¿Cómo fue?
Impresionante. Me dio pena que no hubiera ningún preso de ETA, no quisieron ir. Pero los presos comunes, hombres y mujeres, estaban agradecidísimos de que se pudieran dar estos encuentros de justicia restaurativa.
¿Con qué le gustaría que se quedara en la gente tras ver la película?
La violencia solo hace sufrir. A todos. Tenemos que deslegitimarla entre todos, y aprender a respetar al otro, al distinto. Entre diferentes se puede vivir. Si las víctimas lo hemos hecho, es posible para todos, aun en las cosas más pequeñas.
Los encuentros de justicia restaurativa entre víctimas y agresores comenzaron en el año 2011 en la cárcel de Nanclares de Oca, con presos de ETA. Tras un parón bajo el Gobierno del PP, se retomaron en 2019 y hoy son 40 los centros penitenciarios que acogen encuentros de este tipo. En lo que llevamos de año, cerca de 300 condenados y condenadas por todo tipo de delitos, excepto violencia de género, ya han participado en alguno de estos diálogos encaminados a la reinserción.