La familia, auténtica ecología humana - Alfa y Omega

La familia, auténtica ecología humana

El profesor Pérez Soba, catedrático de Moral Fundamental de la Universidad San Dámaso de Madrid, recuerda aquí que «la vida no se puede concebir como un dato biológico, sino como una razón de vivir» y muestra cómo «el Papa Ratzinger ha hecho suyo el argumento acerca de la ecología». Se trata de cuidar la naturaleza «como lugar de la vida»

Juan José Pérez Soba
Benedicto XVI saluda a una familia, durante una audiencia en el Vaticano
Benedicto XVI saluda a una familia, durante una audiencia en el Vaticano.

Nuestro tiempo está necesitado de sabiduría, un tipo de saber no dominativo que abre la inteligencia a una verdad mayor que nosotros mismos, que el hombre necesita para orientar su vida. La vida no se puede concebir como un dato biológico, sino como una razón de vivir. Ha sido el Papa Benedicto XVI un gran testigo de esa sabiduría, por su gran sensibilidad acerca de los asuntos humanos, su delicadeza al proponerlos como cuestiones sobre las que dialogar para que nuestro mundo sea en verdad más humano

Hemos de reconocer en Benedicto XVI una capacidad enorme para rastrear en las tendencias sociales más actuales para revelar la verdad humana que late en ellas, necesitada de una palabra orientadora. Ha puesto al debate público cuestiones que indican de qué modo una cierta modernidad ha quedado desfasada, y que es, en cambio, el cristianismo el que muestra una vitalidad de pensamiento capaz de asumir desafíos nuevos y ofrecer pistas originales de respuesta que contribuyan a generar una cultura. Se sitúa así fuera de una dialéctica de aceptación y rechazo, y afronta la tarea de construir algo novedoso más allá del malestar que sienten muchos ante el mundo actual.

Por ello, el Papa Ratzinger ha hecho suyo el argumento acerca de la ecología, reconoce en él una novedad que debe ser objeto de especial atención. La raíz del problema es la aplicación abusiva de la premisa baconiana: Saber es poder, que, mediante la técnica, se vuelca en un dominio despótico sobre la naturaleza, que se ha visto destructivo y hasta amenazante respecto del hombre. Esto es lo que ha motivado una fuerte reacción que retoma la idea de cuidado frente al mero dominio. El Papa ve, en este cuidar, la existencia de una grandeza humana y que implica una naturaleza que contiene su propia lógica como lugar de la vida, a modo de casa (eco-logía proviene de oikos [casa en griego] y logos [razón]). Es un modo distinto de usar la razón.

Si esta es la verdad contenida en este fenómeno social creciente, es necesario plantearlo no en la oposición hombre-naturaleza, como si la intervención o desarrollo humano fuesen siempre negativos, sino, por el contrario, incluir al hombre en ese modo de usar la razón en una auténtica ecología humana, usando una expresión de Juan Pablo II en Centessimus annus (n.38) y en Evangelium vitae (n.42) y que encuentra en Benedicto XVI una extensión mayor.

El texto fundamental es el del discurso en el Reichstag: «La importancia de la ecología es hoy indiscutible. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar seriamente un punto que -me parece- se ha olvidado tanto hoy como ayer: hay también una ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, y cuando se acepta como lo que es, y admite que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana».

Con ello señala que la ecología es una llamada urgente a plantearse el modo como la naturaleza nos habla de fines que dirigen también la libertad; que el sentido del cuidado tiene un valor moral, porque es una participación en la labor creativa de Dios.

Ecología humana y amor

Supera con ello una visión empirista del mundo a modo de datos aislados que el hombre puede manejar según su interés. Establece la existencia de un orden natural que el hombre es capaz de conocer y que también habla de fines. No cabe una visión solo individualista del hombre. La ecología humana implica la exigencia de un entorno que permita el verdadero desarrollo del hombre, un desarrollo integral. Es aquí donde el Papa habla directamente del amor en Caritas in veritate, como el modo de vencer una soledad (n.53) que es la mayor enfermedad de nuestra sociedad: «Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano» (n.1).

La familia en definitiva es la auténtica ecología humana, el lugar donde acoger a cualquier ser humano y escuela de genuina humanidad, en donde cada persona puede aprender a amar y desarrollarse plenamente. El mismo Cristo quiso ser recibido humanamente en una familia para renovar a todo hombre por su amor. Como dijo Benedicto XVI al inaugurar la basílica de la Sagrada Familia, de Barcelona: «Deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad».