¿Qué Unión Europea queremos después de Merkel?
Toca ver quien recoge el testigo, desde Alemania u otros países,
y sueña «el futuro de todos», en expresión del Papa
Angela Merkel deja de ser canciller de Alemania tras 16 años en el cargo, durante los que ha conocido a tres presidentes del Gobierno de España, a cinco primeros ministros de Reino Unido o a ocho presidentes del Consejo de Ministros italiano. En los comicios para elegir a su sucesor del pasado domingo, su partido, la formación democristiana CDU, se vio superada por escasa diferencia por el socialista SPD y ahora se abren complejas negociaciones con los verdes y con los liberales para formar gobierno. Los resultados dejan en una situación de cierta incertidumbre a la principal economía de la zona euro y, por extensión, a toda la Unión Europea.
La que muchos consideran la mujer más poderosa del mundo ha hecho oír su voz en los pasillos de Bruselas en un tiempo en el que los 27 han tenido que afrontar crisis del calado de la gran recesión, los movimientos migratorios, el Brexit o la pandemia. Toca ver quién recoge el testigo, bien desde la propia Alemania, bien desde otros países que den un paso al frente, y sueña «el futuro de todos», en expresión del Papa Francisco.
Como subrayó el Pontífice la semana pasada en una Eucaristía con los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, la UE está «enferma de cansancio» y debe «dejar las conveniencias de lo inmediato para volver a la amplitud de miras de los padres fundadores», quienes fueron capaces de aparcar sus diferencias tras las guerras mundiales en aras de la paz y del desarrollo de todos. Se trata –detalló– de «volver a las raíces» para «mirar juntos al futuro», sin caer en el error de pretender «restaurar el pasado», y, en este camino, la fe no sobra. Eso sí, los cristianos no podemos «proponer esquemas religiosos desgastados, intelectualistas y moralistas»; hemos de mostrar la novedad del Evangelio, el amor de Dios por cada hombre, «como lo hicieron los santos, no con palabras, sino con la vida».