La lección de los masai a una joven provincia agustina
El vicario agustino de Tanzania apuesta por el acompañamiento personal, como hacen ellos en la primera evangelización en el norte del país
El agustino Cosmas Asenga, vicario regional en Tanzania, llegó al capítulo de la nueva provincia de San Juan de Sahagún, que empezó el lunes, después de pasar cinco meses en el norte, entre los masai. En declaraciones a Alfa y Omega, el religioso tanzano explica que es una zona «muy distinta e interesante». En el resto del país su labor pastoral es muy activa. Tienen seminario menor, noviciado y seminario mayor con universidad. Los 39 religiosos que atienden sus once parroquias son nativos. De hecho, incluso han podido enviar a otros ocho a distintos países de la misma provincia, entre ellos España. Gestionan además varios colegios, en los que por cómo está diseñado el sistema educativo conviven alumnos cristianos (dos tercios de la población) y musulmanes. El religioso cree que gracias a esta apuesta Tanzania es hoy un ejemplo de convivencia y resistencia al islamismo.
En contraste con esto, las tres parroquias de Arusha, en el norte, están en una zona «casi de primera misión». La población masai todavía es polígama y conserva un estilo de vida muy tradicional. Por ello, de momento «hemos tenido que dejar de lado los sacramentos y centrarnos en la Palabra de Dios». Los masai son profundamente creyentes y no les cuesta nada conectar con el Antiguo Testamento, pues es muy parecido a su cultura. Se identifican con el pueblo de Israel, formado por pastores nómadas.
El choque llega al intentar introducir la novedad de Jesucristo y el Evangelio. «Intentamos trabajar en comunidades pequeñas, de unas diez familias». Y, sobre todo, «con los niños en los colegios y con las mujeres, que son las que los traen». Pero ni siquiera esto es fácil. El simple hecho de ofrecer educación despierta reticencias, porque «necesitan a los chicos para guardar el ganado». Suelen preguntarles: «¿Por qué queréis que cambiemos nuestras costumbres?». Sin embargo, también han visto que «con el desarrollo que está viniendo se pueden quedar solos». El razonamiento de que «si los chicos van al colegio podrán defenderlos en el futuro» les empieza a convencer, y algunos acceden a mandar a clase al menos a parte de sus 20 o 30 hijos (son polígamos).
Asenga cree que esta experiencia de los agustinos tanzanos tiene mucho que enseñar a la labor de los agustinos en todo el mundo. «Hay que cambiar el modus operandi e intentar trabajar más un acompañamiento personal muy específico» para cada uno, apunta. «Antiguamente el pueblo nos seguía a las iglesias, pero ahora tenemos que seguir nosotros a la gente, ir al campo y estar con ellos, familia por familia». Aunque reconoce que en Tanzania «la cultura es distinta, y es más fácil buscar a la gente».