Placas solares para hacer frente a la pobreza energética
Con la luz por las nubes, iniciativas como la de la unidad parroquial Pilar-María Magdalena de Lérida redundan no solo en el cuidado de la naturaleza, sino también en un beneficio económico para la propia parroquia y su acción social
La fuerte subida de la luz, con máximos históricos casi a diario en las últimas semanas, impacta con mayor crudeza en las familias que ya se encontraban en situación de vulnerabilidad. Lo saben bien en la unidad parroquial Virgen del Pilar-María Magdalena de Lérida, que hace un par de años comenzó a sentir un runrún ecológico en torno a esa invitación del Papa Francisco en Laudato si a concretar el cuidado de la creación. Todo muy en la línea de esa conversión ecológica que sufrió él mismo hace años, y a la que se ha referido en varias ocasiones, la última en su reciente entrevista en la cadena COPE: «Yo soy un convertido en esto».
Así, se pusieron manos a la obra con un proyecto de autoabastecimiento energético que ha culminado con la instalación de 34 paneles solares en el tejado de la iglesia del Pilar, totalmente plano. El proyecto, como explica el párroco, Carlos Sanmartín, no solo es económico y ecológico, sino que tiene también una tercera dimensión «muy cristiana, que es la de compartir los bienes». «El Santo Padre –subraya– ha hecho un llamamiento muy fuerte a que las posesiones de las parroquias sean puestas al servicio de la “carne de Cristo”, que son los pobres». Recogiendo el guante del Papa, reconvirtieron las tres viviendas parroquiales en pisos sociales para familias en máxima necesidad. Ahora, cuando la compañía eléctrica instale el contador de energía limpia, en esta primera fase del proyecto, podrán emplear el excedente de producción en estos pisos.
En uno de ellos vive Mauricio con su esposa y su hija, de 6 años, derivados de Cáritas Diocesana de Lérida. Sin papeles, sin trabajos fijos y por tanto sin posibilidad de acceder a un alquiler, se les abrió el cielo cuando su trabajadora social les propuso la vivienda, hace tres meses. «Habíamos pensado incluso en regresar a nuestro país». Pagan 75 euros al mes en concepto de gastos, que ahora mismo aquilatan para intentar que la subida de la luz afecte lo menos posible a la parroquia: «Nos adaptamos a los fines de semana, nos ajustamos en los horarios nocturnos, no nos excedemos en las duchas…».
Concienciación parroquial
Mauricio y su familia, que están «muy agradecidos con el piso, con Cáritas y con la Iglesia», han pasado a formar parte de una feligresía que está muy concienciada con el proyecto. Los 15.600 euros que ha costado la instalación de las placas, que en condiciones óptimas de sol pueden producir hasta 15 kW de potencia, se están costeando con la colecta de los primeros domingos de mes y con donativos particulares. «La idea tuvo una aceptación total –cuenta Miguel Ángel Clavería, del consejo pastoral–. Las placas, si son para beneficio de gente con dificultades, bienvenidas sean». También porque se subsana la maltrecha situación económica parroquial derivada de la pandemia, porque «a la gente no se la puede dejar sin aire acondicionado en verano y sin calefacción en invierno».
Una vez concluido este pago, se iniciará la segunda fase con la instalación de más paneles, para que toda esa energía se derive de manera íntegra, en virtud de la normativa de autoconsumo fotovoltaico, a familias vulnerables que vivan en un radio de 500 metros de la Magdalena. El Ayuntamiento de Lérida, con quien trabajan en máxima colaboración, será quien determine las familias destinatarias. Por el momento, y aunque aún no han recibido la factura –«vamos a notar la subida, eso está claro», asegura Sanmartín–, la parroquia ya se está beneficiando de lo que está produciendo. La tercera fase contempla terminar de llenar el tejado del Pilar de placas, y en esto Sanmartín sueña a lo grande: «El mundo va por aquí y los cristianos tenemos que estar. Solamente pensar la de tejados de iglesias que tenemos en España…».
«El pobre energético no es solo el que no puede pagar, sino el que no consume porque no sabe si va a poder pagar». De ahí la importancia de formarse en un consumo responsable, que es lo que hacen precisamente las familias vulnerables acogidas temporalmente en el residencial JMJ 2011 de Cáritas Diocesana de Madrid. Todo comenzó, explica Mar Crespo, su directora, con la participación de diez residentes en la cátedra de Energía y Pobreza de la Universidad Pontificia Comillas. Tras unos meses de formación, crearon un grupo promotor de ahorro energético para trasladar esos conocimientos a 67 familias vecinas. Así, ellas mismas se convierten en protagonistas de su cambio aplicando hábitos sencillos: no apagar y encender la calefacción; acumular ropa para planchar una vez por semana; apagar la vitro antes de terminar de cocinar y aprovechar el calor, o que las duchas «duren una canción». Esto ha supuesto una reducción de las facturas (cada casa tiene un contador individual), y además les ha valido ser finalistas en la edición 2021 de los Premios Naturgy a la mejor iniciativa social en el ámbito energético.