Francisco, el nuevo Papa, ha comenzado su pontificado recordando en la oración a Benedicto XVI, Papa emérito, y pidiendo a los fieles que, en silencio, rezaran juntos por él, antes de impartir la bendición urbi et orbe. También ha subrayado su papel como obispo de la Iglesia de Roma, que preside en la caridad a todas las Iglesias.
El cardenal Jorge Mario Bergoglio, que ha elegido para sí mismo el nombre de Francisco, es el 266 Sucesor de San Pedro. A las 19:07, la Plaza de San Pedro estallaba de alegría, mientras el humo salía, claramente blanco, por la chimenea instalada en la Capilla Sixtina del Vaticano. Mientras, las campanas de San Pedro y de toda Roma, y pronto de toda la cristiandad, repicaban a gloria.
Miles de fieles llegaban para conocer al nuevo Papa, abarrotando todavía más una Plaza de San Pedro ya llena. A lo largo de todo el día, a pesar de la lluvia y el frío, los fieles se han concentrado en el Vaticano para rezar y esperar la noticia más esperada del año.
Desde el primer momento, todos los fieles congregados en San Pedro no han dejado de vitorear y gritar “¡Viva el Papa!», aun sin conocerlo. Aun así, los vítores no han conseguido acallar el sonido de la banda de la Guardia Suiza, que en torno a las 19.30 entraba solemnemente en la Plaza. A las 20.15, el cardenal francés Jean-Louis Tauran, protodiácono del colegio cardenalicio, salió al balcón de la logia vaticana para anunciar el esperado Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam, con el nombre en latín del nuevo Pontífice.
El próximo domingo, Alfa y Omega publicará con ABC un número especial presentando al nuevo Sumo Pontífice. Mientras tanto, seguirá informando a través de la web. Desde ahora, este semanario invita a todos a unirse en oración por el nuevo Sumo Pontifice.
En el año 2005 Alfa y Omega recogió estas palabras suyas: «Los jóvenes son abiertos y dicen lo que piensan, pero con el tiempo se emprende la senda de la hipocresía. Decid la verdad, sed transparentes; por este camino os encontraréis con la cruz y el dolor, pero vuestro corazón será feliz. Si eres hipócrita, no sabrás lo que siente tu corazón».
Hermanos y hermanas, ¡buenas noches!
Sabéis que el deber del Conclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo… Pero estamos aquí… Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo: ¡Gracias! Y antes que nada, querría hacer una oración por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Recemos todos juntos por él, para que el Señor le bendiga y la Virgen lo custodie.
(Se ha rezado el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria)
Y ahora, empezamos este camino: obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: los unos por los otros. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Os deseo que este camino de la Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructuoso para la evangelización de esta ciudad tan hermosa.
Y ahora querría dar la bendición. Pero antes, antes, os pido un favor: antes de que el obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis al Señor para que me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mi.
Ahora os doy la bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezar por mi y hasta pronto. Nos veremos pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen, para que custodie a toda Roma. ¡Buenas noches y que descanséis!