Sosa a los jóvenes de CVX: «La comunidad es necesaria para vivir la fe»
El general de los jesuitas habla a los 130 participantes, de 52 países, del Encuentro Mundial de Jóvenes de CVX. Con el tema Embrace the world in an ignatian way, también ha contado con la intervención del provincial en España o de José María Rodríguez Olaizola
En la fiesta de san Ignacio de Loyola, este sábado, 31 de julio, el padre general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, SJ, recordó que «los jóvenes son los protagonistas principales del cambio de época del que todos hablamos», aunque «lo vivimos sin comprender y ni siquiera imaginamos su magnitud».
En un vídeo grabado para el Encuentro Mundial de Jóvenes de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) —que se desarrolló durante tres días virtualmente con el lema Embrace the world in an ignatian way—, alentó a los participantes a «elegir el camino de futuro en el que encuentre sentido su vida», a hacerlo «desde la esperanza» y a tomar «la decisión de recorrerlo». «Los animo a reconocer y disfrutar la diversidad de sus culturas, gustos y modos de expresarse… y desarrollar la creatividad necesaria para integrar la complejidad de las situaciones que les toca vivir e imaginar nuevas formas de relaciones más humanas», aseveró.
Al hilo de varias preguntas de jóvenes, el jesuita venezolano incidió en que, «al identificarnos con Jesús en Cristo y ser movidos por su amor, entramos en sintonía con los crucificados de este mundo», y valoró «la generosidad de tantísima gente» en este tiempo de pandemia, cuando no solo se han puesto a prueba la medicina y los sistemas sanitarios, sino que también ha salido a relucir «la profundidad de la injusticia incrustada en las actuales relaciones sociales en todos los niveles». «La mayor contribución de ustedes, los jóvenes, sería tomar conciencia de lo sucedido, profundizar en su significado y confirmar el compromiso con la transformación de las estructuras injustas que dominan la humanidad», abundó.
El general de la Compañía de Jesús también los invitó a «acoger la pluralidad y acercarse con serenidad a lo distinto», como algo plenamente cristiano: «Acoger la pluralidad comienza, siguiendo el ejemplo de Jesús, por no juzgar ni condenar. Significa perder el miedo de acercarse a lo diverso y estar dispuesto a percibir la novedad como alternativas de vida y no como amenaza a lo que es habitual. […] Dentro de la diversidad se encuentran posibilidades de vida y también de muerte. Adentrarse en ella requiere desarrollar el discernimiento de los caminos del buen espíritu y los del maligno».
Con la mirada puesta ya en los jóvenes de CVX e ignacianos, reivindicó el valor del examen del día para «reconocer la presencia de Dios» y «reafirmamos constantemente la elección que hemos hecho». «El examen ignaciano se asemeja a un colirio que refresca la vista y permite percibir con mayor claridad la acción de Dios en la historia humana, en la vida del grupo y en la mía —explicó—. […] Permite ver si lo que hago cada día se mantiene dentro de la elección de vida hecha o si, por el contrario, se va enfriando esa opción y me voy alejando del camino elegido».
Asimismo, en pleno Año Ignaciano, el general de los jesuitas remarcó la importancia de la oración para vivir en libertad, con un «desapego de los afectos desordenados», al tiempo que aseguró que «la experiencia del Dios de Jesús no es intimista sino personal y apostólica» y que «la comunidad es necesaria para vivir la fe cristiana».
«Dios conquistó a san Ignacio por su causa»
En términos parecidos, el presidente de CVX España, Eduardo Escobés, pidió a la juventud hacer «una contribución real a una sociedad y una Iglesia que necesita nuestra participación». «Ignacio de Loyola salió con ganas de conquistar el mundo para Dios», pero al final fue Dios «quien lo conquistó por su causa», destacó, poniendo el foco en que «la CVX mundial necesita salir: dialogar con la vida social, política, eclesial…, con la sociedad de hoy, sus desafíos y contradicciones, sus conflictos».
Por su parte, el presidente mundial de CVX, Denis Dobbelstein, en videollamada desde Bélgica, pidió a los más de 130 jóvenes de 52 países que se sintieran «cómodos en CVX» y que fueran «contemplativos en la acción» porque «nos urge a abrazar el mundo» —sin caer en la autorreferencialidad—, y señaló que, si CVX realmente es un «regalo para la Iglesia y el mundo», «el Espíritu Santo jugará su papel».
Manifiesto de los jóvenes
Recogiendo el guante, los participantes del Encuentro Mundial de Jóvenes de CVX hicieron público un manifiesto consensuado en distintas sesiones de trabajo en el que, partiendo de las «heridas» del mundo, se ofrecen a «colaborar en la construcción de una Iglesia más abierta y cercana a todas las personas, especialmente a aquellas que más sufren».
Entre otros puntos, apuestan por aprovechar los ejercicios espirituales y las redes ignacianas y trabajar a favor del encuentro con los más pobres, «ya sea material, psicológica o espiritualmente», «el desarrollo humano integral», el «diálogo entre toda la diversidad de culturas y personas, más allá de las fronteras» y el «diálogo intergeneracional».
¿Turistas o peregrinos?
Durante las tres jornadas también se pudieron escuchar testimonios de servicio de distintas CVX del mundo y las intervenciones de varios jesuitas, con Antonio España, SJ a la cabeza. El provincial de la Compañía en España incidió en que, en un momento en el que se producen fenómenos como la secularización, el relativismo, el hedonismo o la hiperinformación, marcado por la globalización y las brechas de desigualdad y exclusión, emerge el reto de «acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro lleno de esperanza».
Acompañar, según desgranó, pasa por «dialogar», «estar ahí, ser capaz de compartir espacios y situaciones en la vida» y «lidiar con fallos, dudas, conflictos»; mientras que la creación es una gran «invitación» a «deliberar juntos, hablar juntos, leer la realidad, soñar, rezar juntos para ver cómo responder creativamente». Y todo ello hay que hacerlo con «esperanza», sabiendo, como supo san Ignacio, que «Dios siempre está actuando».
En esta línea, José María Rodríguez Olaizola, SJ, contrapuso la imagen del turista a la del peregrino, que es lo que fue san Ignacio de Loyola. Mientras que el turista es «un coleccionista de lugares» que se queda en «lo externo», que viaja «a golpe de reloj, con el horario marcado y una agenda en la que rara vez cabe la improvisación» porque así evita «dificultades», el peregrino viaja «abierto a la sorpresa», «aprende y crece con cada paso que da» y «no evita las dificultades, las afronta».
El camino de Ignacio, relató, es el seguimiento de Dios, un camino «a la vez interior y exterior», que exige desprendimiento y que no va estar exento ni de dificultades ni de derrotas. «Buscad ejemplos de vuestra propia vida, contexto, pasado, presente o futuro, donde se pueda ver esa posibilidad de vivir las cosas como turista o como peregrino. La fe (incluso la espiritualidad ignaciana), se puede vivir como turistas o como peregrinos. ¿Qué sería la fe del turista?, ¿cuál la del peregrino?», concluyó.
«Estamos llamados a superar fronteras en busca de uno de los grandes retos de hoy: la reconciliación. En esto, el ejemplo de san Ignacio puede servirnos de guía», lanzó en otro momento del encuentro el vicepresidente ejecutivo de Entreculturas, Daniel Villanueva, SJ. En su ponencia sobre la necesidad de tejer redes para así construir el Reino de Dios, afirmó que, «como Iglesia, tenemos una vocación de abrazar la realidad desde todas las perspectivas posibles», y valoró que los ignacianos configuran un «cuerpo apostólico diverso que ya está funcionando en red y que puede encaminarnos a una conversión capaz de conseguir cosas que hasta ahora eran casi inimaginables».