«El atentado contra el padre Hamel no fue desbaratado»
Dominique Lebrun, arzobispo de Ruan, recuerda al sacerdote mártir: «Miraba a Jesús como el vencedor del combate del amor contra el Mal: su vida le preparaba para ello»
El 26 de julio de 2016 fue probablemente el día más trágico de la archidiócesis de Ruan –rango que le fue otorgado en el siglo V– desde la muerte de Juana de Arco en una hoguera: a primera hora de aquel fatídico martes, tras celebrar la Eucaristía en su parroquia de Saint-Etienne-du-Rouvray, caía a navajazos –asestados por dos islamistas– el padre Jacques Hamel. Un homicidio que conmocionó a Francia y al mundo. Un lustro después, la investigación de la revista católica La Vie, tratada anteriormente en estas páginas, ha aportado nuevos datos sobre su preparación y ejecución. Para el arzobispo, Dominique Lebrun, los hechos son apabullantes: «Uno de los asesinos, Adel Kermiche, se encontraba bajo vigilancia y con brazalete electrónico». De ahí que se pregunte si era suficiente la vigilancia a la que estaba sometido el terrorista. Él mismo da la respuesta: «Desgraciadamente, el atentado no fue desbaratado como otros que sí lo fueron».
El arzobispo vuelve a interrogarse a raíz de la anterior pregunta: «¿Podría no haber muerto el ser al que amábamos?». Se responde a sí mismo afirmando que hay una etapa necesaria, «arrojar toda la luz que sea posible», para lo cual se celebrará, entre febrero y marzo del próximo año, el juicio de los presuntos cómplices. «Tal vez permita arrojar esa luz». Aunque después señala que habrá que aceptar el veredicto.
—¿Confía en la acción de la justicia?
—¿De qué justicia me habla? Confío en la justicia de los hombres, pero aún más en la de Dios. La justicia humana declara como mal lo que está mal y como bien lo que está bien con arreglo a las leyes vigentes, a veces según los grandes principios de la vida humana.
—¿Y Dios?
—¡Lo hace mucho mejor! Puede convertir en justo a aquel que es injusto, al que ha hecho el mal. Cada uno de nosotros lo experimenta.
Ese el motivo por el que el arzobispo sigue rezando tanto por los asesinos del sacerdote –que fueron abatidos por la Policía– como por los cuatro imputados que serán procesados en 2022, convencido de que Dios puede provocar un vuelco en los corazones. A la pregunta de si rezar es suficiente, el prelado asegura que Jesús nos invita a participar en la justicia de Dios cuando dice que «si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas o fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos» (Mt 5, 20). «Seguro que es la misericordia que transforma los corazones».
Volviendo a la figura del padre Hamel, el que fuera su arzobispo señala que su muerte ilumina su vida. «Al repeler a su asesino ante el altar, dijo: “¡Vete, Satanás!”, desenmascarando al verdadero autor del atentado, pues su vida le preparaba a ello. [Hamel] miraba a Jesús como el vencedor del combate del amor frente al Mal. Predicaba constantemente el amor, pues confiaba en que toda persona humana no solo merece ser amada, sino que es capaz de amar, tal y como Jesús lo enseña y ejemplifica».
Un Jesús al que, según Lebrun, el padre Hamel procuró imitar toda su vida, con modestia y sencillez. «Por supuesto no lo consigue, pero su fidelidad demuestra que mantiene toda su confianza en el amor de Dios. De él me impresionaba su amor a la Eucaristía y su prédica, en la que el Jesús-Amor siempre está en el centro». Y como no hay mal que por bien no venga, el asesinato del padre Hamel ha generado un estrechamiento de relaciones entre el arzobispo y los responsables musulmanes de su zona. De entrada, la experiencia le ha vuelto a recordar una verdad esencial: «Jesús salva a los hombres y no solo a algunos». Aunque admite, en relación con los musulmanes, que el camino de unidad y universalidad sigue siendo difícil. «Las incomprensiones siguen siendo fuertes», admite, antes de interpelar: «¿Trabajamos lo suficiente para reducirlas?». Lebrun termina recordando a Janine Couponet, recientemente fallecida, y que estaba presente en la iglesia el día del atentado que acabó con la vida del sacerdote. La acompañaba su marido, Guy, que resultó herido de gravedad mientras filmaba el drama. «No dudo de que el padre Jacques le enseñe el camino de la liturgia eterna y alegre del Reino de Dios».