Moria aún existe y ahora puedes verlo
La Casa Encendida acoge una exposición con fotos de los campos griegos hechas por refugiados
Qutaeba tiene 28 años. Es sirio y vive, aún, en los olvidados campos de refugiados de la isla griega de Lesbos. Hay incluso que hacer memoria para recordar dónde está esta isla, tan renombrada hasta 2016, año en el que llegaron a ella cerca de 100.000 personas –según datos de ACNUR– que huían tras un lustro de guerra en Siria. Qutaeba ha montado su hogar entre plásticos con sus dos hijas y su esposa, ahora embarazada. Antes en el Moria original, hasta 2020, donde entre la angustia y las largas esperas, cogió su smartphone y se puso a fotografiar los rayos de esperanza en forma de flores en las manos de sus niñas. Ahora, en Mavrovouni, conocido como Moria II, que Grecia puso en marcha atropelladamente tras el incendio que arrasó el archiconocido, que ya no lo es tanto. Qutaeba quiere ser ingeniero.
Ali tiene 23 años y es afgano. Lleva más de dos años en los campos griegos, y desde que llegó se hizo voluntario. Lleva dos solicitudes de asilo. La primera se la denegaron. Para la segunda tiene que esperar. Mientras, fotografía lo que le rodea; quiere ser los ojos del mundo para aquel rincón que ya no interesa.
Amir también es afgano. Tiene 21 años, enseña inglés a los niños del campo y quiere ser fotógrafo profesional; por eso se afana en ensayar con su realidad. Fue gracias a él, activo publicando imágenes de la vida como refugiado en redes sociales, como Noemí llegó hace unos meses hasta aquel rincón griego. Esta fotógrafa y editora española, residente en los Países Bajos, quedó cautivada por las fotos del joven afgano. «Sentí lo mucho que quería compartir lo que estaba sucediendo allí en un momento en el que Europa solo se estaba enfocando a sí misma», sostiene. Se puso en contacto con él y así nació, en agosto de 2020, @now_you_see_me_moria, una cuenta de Instagram que es un proyecto colaborativo en el que participan Qutaeba, Ali y Amir, además de Noemí. Desde la cuenta narran con imágenes su día a día. Esta semana podíamos ver a un niño de unos 6 años arrastrando un carro con tres bidones de agua a través de un camino tortuoso. Los niños ayudan a sus familias a recoger el agua. También nos enseñan un pequeño plato de arroz con patatas que varios afganos comparten a la luz de un candil.
Pero el objetivo de este proyecto va más lejos. «Necesitamos concienciar sobre la situación actual en estos campos, donde los derechos humanos se violan a diario. Los periodistas y fotógrafos no pueden entrar, y se pide al personal de las ONG que no saquen fotos», explica Noemí. Mavrovouni, o Moria II, «es solo uno de los muchos puntos de vergüenza de una política migratoria europea fallida. Necesitamos un cambio».
Por eso, este colectivo de refugiados y fotógrafos ha invitado a diseñadores de toda Europa a crear carteles basados en sus fotos. Y han pedido a la población que se los descarguen de la web nowyouseememoria.eu, que los coloquen en lugares bien visibles, y luego envíen sus fotos a la página y las cuelguen en redes. La Casa Encendida, en Madrid, ha recogido el guante y expone tanto fotos como una selección de carteles en su patio. La entrada a la exposición es gratuita y estará hasta el 2 de septiembre.