Contemplativas colombianas revitalizan la clausura en Guadix
Ocho hijas de la Sagrada Familia han fundado dos comunidades en la diócesis accitana. «La gente decía que hacía tiempo que no veía religiosas por la calle»
Cuando la diócesis de Guadix tuvo que ver cómo tres de sus cuatro monasterios de clausura echaban el cierre en un período de dos años y la ciudad granadina se quedó sin ninguno por primera vez en cinco siglos, un rayo de esperanza llegó desde Colombia. Una joven congregación de este país, las Hijas de la Sagrada Familia, envió a ocho hermanas en diciembre para fundar dos comunidades: cinco viven su carisma de adoración eucarística y esclavitud mariana como contemplativas, mientras que otras tres son activas y colaboran en la pastoral de la parroquia en la que están y en el culto en la ermita de San Torcuato, el patrón.
Las dominicas del monasterio de Santo Domingo el Real, en Segovia, no habían recibido ninguna vocación en 30 años. La sequía acabó en 2018 con sor Evelyn del Niño Jesús, de Singapur, que hizo su profesión perpetua este 3 de julio. Azafata de vuelo, disfrutaba viajando y «tenía toda la vida lujosa que quería, pero nada podía realmente llenarme», asegura.
Buscando a Dios y la verdad, gracias a un amigo católico se convirtió desde el protestantismo. «Quería vivir toda mi vida para Dios». En Singapur las únicas contemplativas eran las carmelitas. Pero en sus frecuentes viajes a Roma, alimentó la «amistad espiritual» con santa Catalina de Siena, que fue terciaria dominica. Contactó con los dominicos en su país, y un español la orientó hacia Segovia.
Los accitanos «nos han recibido muy bien, la verdad. La gente nos decía que hacía mucho tiempo que no veían a unas religiosas por la calle y lo echaban de menos», asegura la madre María Tonantzin, de este último grupo. Explica que se han instalado en nuestro país poniéndose al servicio de una Iglesia en la que «reconocemos a nuestros padres en la fe, porque son quienes nos llevaron el Evangelio». Pero en la que «lamentablemente se están cerrando monasterios».
Según el director del instituto pontificio a favor de la vida contemplativa Claune, Juan Carlos Ortega, esta forma de llegada de religiosos extranjeros como comunidades enteras, si bien es menos frecuente que la integración de algunos en monasterios locales, no es algo extraño. «Siempre ha pasado en la historia de la Iglesia: cuando Dios suscita un carisma, va poniendo los medios para que se difunda por el mundo». Por ejemplo, como en el caso de Guadix, mediante un obispo que conoce a una comunidad floreciente y le pide ayuda.
Incertidumbre y esperanza
En el caso de que uno o varios religiosos vengan de otro país a una comunidad, Ortega recuerda que la base de toda vida religiosa es «una llamada de Dios», y que su llegada no puede deberse a «la necesidad que tiene el monasterio». Una idea en la que también viene insistiendo el Papa Francisco, que en 2016 se refirió a algunos de estos casos como «inseminación artificial» y pedía «discernir bien» la vocación para evitar problemas posteriores. «Se tiene que buscar el bien de la persona, no tanto de la institución», insiste Ortega. Por ello, lo más importante es cuidar la formación. Y no solo en las etapas programadas, sino de forma permanente, para «fortalecer la relación con Dios». Esto no puede quedar supeditado a atender a sus hermanos y la misión del monasterio. «Lo importante es que se formen, no que ayuden».
Cuando era joven, en Corea del Sur, Daniel Bae dudaba entre ser militar o sacerdote. Optó por las armas, con el deseo de llegar a general. Pero un día, diez años después, sintió que el Señor le decía: «Daniel, ¿qué haces aquí? Tienes que trabajar para mí». Dejó el Ejército en 2008, para alegría de sus padres, que «rezaron mucho para que volviera al camino de Dios».
Las comunidades de religiosos de su país no le atraían, pues allí no tienen encargos pastorales. Un conocido suyo, dominico español, «me dijo que en Europa era distinto». Durante meses, viajó «solo con una mochila» por seis países para conocer distintos carismas. Finalmente se instaló en España, donde descubrió el carmelo descalzo. Ingresó en 2010, y el 10 de julio fue ordenado sacerdote en Caravaca de la Cruz.
Las diferencias e inconvenientes que pueden surgir, «si se ven con sentido de Dios, son muy positivos» porque «enriquecen humana y espiritualmente» a la comunidad y «nos hacen ver que la fe católica es una, pero capaz de adecuarse a todas las culturas, personas y circunstancias». Por otro lado, se subraya así que «la vida contemplativa no es una cosa de España, Italia o Francia, donde están la mayoría de monasterios, sino que sirve para cualquier país». Y por esta vía un carisma puede terminar, en el futuro, llegando a otras tierras.
Esta visión trascendente es la que ayuda al director de Claune a mirar a las comunidades de clausura en España con esperanza. «No podemos negar –reconoce– que la edad es bastante elevada y humanamente se puede pensar que el número de monasterios y religiosas va a ir disminuyendo». Pero, consciente de que «el Espíritu Santo trabaja bien», cree que este es un momento de oportunidad. «La Iglesia está intentando hacer crecer la vitalidad de esas comunidades», promoviendo «una mayor formación» y que se centren más en «la esencia de la vida contemplativa». Así, cree que «Dios está llevando las cosas» hacia un momento, dentro de unas pocas décadas, en el que la vida contemplativa sea «más dinámica que ahora».