¿Abandona Francia la lucha contra el terrorismo en el Sahel?
El presidente Emmanuel Macron ha anunciado una salida parcial de la región. Se espera que Europa y África tomen el relevo
Con 160 fallecidos, el ataque terrorista del 4 de junio contra la localidad de Solhan, en Burkina Faso, fue el más grave contra civiles en la historia del país. Diez días después, al concluir su Asamblea Plenaria, la Conferencia Episcopal de Burkina Faso y Níger cuestionaba «el valor de la presencia de tantas fuerzas extranjeras» si, a pesar de «estar rodeada de bases militares», la población está cada vez más amenazada.
Sus palabras resultaban especialmente relevantes porque, entre el ataque y el comunicado, el presidente francés, Emmanuel Macron, había suspendido las operaciones conjuntas con Malí y había anunciado una vez más el próximo fin de la Operación Barkhane. Nacida hace siete años, es una operación de contraterrorismo por la cual el Ejército francés apoya a los de Burkina, Chad, Malí, Mauritania y Níger.
«Nunca se pretendió que fuera permanente», explica a Alfa y Omega Daniel Eizenga, del Centro Africano de Estudios Estratégicos. En los últimos años, continúa, las Fuerzas Armadas locales «se han desarrollado y han aumentado su propia capacidad de hacer frente a la amenaza de las milicias islamistas». Prueba de ello es que, en el último mes, se han ejecutado cuatro operaciones conjuntas diferentes sin participación francesa directa. En su duro mensaje, también los obispos burkineses y nigerinos reconocían que «sin duda, se están haciendo esfuerzos considerables en la lucha contra el terrorismo y debemos felicitar a todas las partes implicadas».
Macron ya había anunciado, hace un año y de nuevo en febrero, su decisión de cerrar pronto Barkhane. El segundo golpe de Estado en un año en Malí, el 24 de mayo, puede haber precipitado esta decisión y la salida del país de buena parte de los efectivos galos.
Sumidos en la crisis
Sin embargo, como demostró crudamente lo ocurrido en Solhan, la amenaza persiste. «La región se encuentra sumida en un estado de crisis graves y múltiples», con más de un millón de refugiados y desplazados en el último año, que se enfrentan a un riesgo elevado de sufrir hambre. «En muchas zonas», prosigue Eizenga, «las escuelas llevan cerradas varios años ya». El principal problema es la gran movilidad de los milicianos «en un área que es más de seis veces el tamaño de Francia». Es muy difícil mantener una presencia militar sostenida y suficiente, con o sin los 5.200 soldados que tuvo Barkhane sobre el terreno en su mayor auge.
¿Qué pasará ahora en el Sahel? Dentro de una mayor implicación europea en la región, pronostica el experto, «probablemente» la fuerza especial Takuba, anunciada en marzo de 2020 por la UE, «asuma un papel significativo» y en cierto sentido sustituya a Barkhane. Con una participación aún importante de Francia, «representa una transformación» de la iniciativa francesa en «un esfuerzo más europeo». También los países del resto de África occidental, como Costa de Marfil, Senegal, Ghana o Benín, «son cada vez más conscientes» de cómo lo que ocurre en el Sahel supone una amenaza para ellos. «Y están asumiendo un rol más activo».
Estos esfuerzos de la comunidad internacional «son esenciales para cambiar el curso de los acontecimientos, pero en último término no pueden sustituir el papel de los gobiernos de la región», matiza Eizenga. La reducción de la presencia francesa hace más urgente que los países del Sahel «estructuren mejor sus fuerzas armadas» con más efectivos dedicados a hacer expediciones, centrándose en «los corredores que se sabe que usan las milicias y los territorios bajo su influencia», y con buenas prácticas «para proteger a las comunidades de civiles en zonas remotas».