Un verano bipolar
El verano parece un tiempo propicio para el cine familiar, las películas de aventuras y el cine blanco en general. Por eso sorprende que este año haya un desequilibrio entre ese tipo de producciones y un cine de alto voltaje violento, pesimista y oscuro
La propuesta familiar para este verano viene representada, sobre todo, por la última cinta de Shyamalan, After Earth, de la que ya dimos cuenta en estas páginas, y por las dos películas de animación de Disney y Universal, Monstruos University y Gru 2, mi villano favorito, respectivamente.
Sin duda es mejor la segunda, secuela de una preciosa película que ensalzaba la familia y la cultura de la acogida. Ahora, el villano Gru es un buen padre de familia que empieza a plantearse si sus hijas adoptadas no necesitarán también una madre. Éste es el telón de fondo capriano de una intriga en la que un villano desconocido trata de manipular genéticamente a los minions —los simpáticos seres amarillos que trabajan para Gru— para convertirlos en un ejército de monstruos letales. Esta película, realizada entre París y Los Ángeles, está dirigida por los mismos que firmaron la primera entrega de Gru: el parisino de adopción Chris Renaud —que ha pisado por todos los suelos de la animación: Marvel, DC Comics, Fox Animations, Disney Chanel, Sony Animation…—, y el francés Pierre Coffin, de larga trayectoria en animación en Francia. Y la cinta también ha contado con los mismos guionistas: Cinco Paul y Ken Daurio. Será porque se conocieron en una parroquia, o no, pero lo cierto es que el guión de Gru 2 vuelve a proponer nítidamente fórmulas de dudosa corrección política: las niñas necesitan una madre y no un progenitor B, y quieren una familia completa, con padre y madre felizmente casados. Y todo se cuenta con la misma ternura de la que hicieron gala en la primera entrega, y que aquí vuelve con nuevos matices en torno a la cuestión de la maternidad. A esto se añade la desbordante simpatía de los minions, que llenan la película de divertidos gags, y en quienes reside el punto de fuga cómico del film.
Monstruos University es, sin embargo, poco más que entretenida, y carece de la fresca originalidad que poseía la primera entrega. Si Gru es una secuela, ésta sería una precuela, ya que nos lleva a la época de estudiantes de los entrañables monstruos Sullivan y Wazowsky. Aunque es divertida, es mucho más tópica y tira de los típicos gags de las comedias universitarias y de institutos, tan de moda en los últimos años.
Frente a estas propuestas, nos llega un aluvión de películas de terror o thrillers extremados, que pintan un panorama muy pesimista y aterrador del género humano. Títulos como The Purge: la noche de las bestias, El hipnotista, Guerra Mundial Z, Exorcismo en Georgia, Trance, Insensibles… son algunos ejemplos de esta oscuridad estival. Basta que fijemos la atención en una de las que, al menos, tiene ciertas pretensiones filosóficas: The Purge. La noche de las bestias.
A mediados del siglo XXI, las cosas han cambiado en Estados Unidos. Para acabar con la delincuencia, los Refundadores de la Patria han declarado legal que una noche al año se puedan cometer cualquier tipo de crímenes. Es el día de La Purga, que sirve para canalizar el odio y la violencia contenidas durante todo un año. La familia Sandin no siente la necesidad de matar a nadie, y esa noche se protegen en su casa fuertemente blindada. Todo parece ir sobre ruedas, hasta que un indigente pide protección a las puertas de su casa.
Trampa para una cinta gore
Claramente inspirada en cintas ya clásicas, como La naranja mecánica o Fanny Games, esta violentísima cinta, protagonizada por Ethan Hawke (James) y Lena Headey (Mary) —en los papeles de padre y madre—, quiere plantear la irreductibilidad de la conciencia moral frente a una concepción instintiva del ser humano. El bien es el bien y el mal es el mal, diga lo que diga el Estado. Sin embargo, da la sensación de que la reflexión ética y antropológica son una excusa para construir una película de género desmedidamente gore, que busca precisamente la connivencia instintiva con el aterrado espectador. Esta sensación de trampa atraviesa toda la película, descarada en sus referentes, tópica en sus desarrollos y muy poco verosímil en el planteamiento de muchas de sus escenas. Este artificio obliga a sus excelentes intérpretes a forzar su trabajo, tratando de extremar el contenido emocional de la cinta, sin conseguirlo. A pesar de todo, se agradece la claridad de la exposición ética, aunque desgraciadamente epidérmica, y se echa de menos una fundamentación de las convicciones de Mary, que encarna la integridad.
En cualquier caso, la opción por la explicitud de la violencia hace que la película la puedan digerir muy pocos estómagos.