La JMJ está bien cuidada desde el cielo
Algunos son de sobra conocidos, como santa Teresa de Lisieux, o el Beato Juan Pablo II. De otros no tenemos tantos datos, pero tienen historias de amor a Cristo apasionantes, como la de una joven que quiso preservar su pureza ante una violación, otra que ofreció su enfermedad por la conversión de su madre, o un muchacho que murió de una paliza por no quitarse el escapulario. Son tantos, que la JMJ ha tenido que dividirlos entre Patronos e intercesores
PATRONOS
Nuestra Señora de la Concepción Aparecida
Protectora de la Iglesia y de las familias
Corría el año 1717. Tres pescadores pidieron la intercesión de la Virgen para poder sacar las redes del Río Paraíba con algo de pescado, pero, en lugar de peces, en las redes encontraron una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, de terracota. Por eso la llamaron la Aparecida. Durante años, la imagen se quedó en casa de uno de los pescadores, pero la multitud de personas que iban a orar creció tanto que, en 1834, comenzó la construcción de la primera basílica. En 1930, fue proclamada Reina y Patrona de Brasil, por Decreto del Papa Pío XI, y en 1955 comenzó la construcción de la basílica nueva. En 1980, Juan Pablo II la consagró y la declaró el mayor santuario mariano del mundo, y el Papa Francisco ha incluido una visita en su agenda para la JMJ, el día 24 de julio.
Beato Juan Pablo II
¡Amigo de los jóvenes!
El Papa Juan Pablo II fue el gran impulsor de las Jornadas Mundiales de la Juventud desde que comenzasen, en Roma, en 1984. Nacido en Wadowice, Polonia, en 1920, es considerado el Papa de los jóvenes por la intensa relación que siempre tuvo con ellos: se esforzó en comprenderlos, dialogar con ellos, y los invitó a reconocer su lugar y su misión dentro de la Iglesia. Es célebre su frase, en la Vigilia de Oración de la Jornada Mundial de la Juventud en Roma, en el año 2000: «Queridos amigos, en vosotros veo a los centinelas del mañana». Una reliquia que porta unas gotas de su sangre -la misma que se utilizó durante la ceremonia de su beatificación- ya está de peregrinación por Río de Janeiro y podrá ser venerada por los peregrinos en los Actos Centrales.
San Sebastián
Soldado y mártir de la fe
Nacido en Francia en el año 256, Sebastián fue soldado del emperador Diocleciano, quien, desconociendo que era cristiano, le nombró jefe de la guardia imperial. Como soldado, cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios paganos. Como cristiano, visitaba a los encarcelados por causa de su religión. Acabó por ser descubierto, y el emperador le condenó a morir asaeteado, pero las flechas no le mataron, por lo que el emperador, desconcertado, mandó que lo azotaran hasta morir. Los soldados, esta vez, cumplieron sin errores la misión. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Via Apia, en la célebre catacumba que lleva su nombre.
San Antonio de Santana
Heraldo de la paz y de la caridad
Es el primer santo brasileño, canonizado en 2007 por el Papa Benedicto XVI en Sao Paulo. Fray Galvao fue un fraile de la congregación franciscana que ayudaba a sanar a los enfermos usando papeles como píldoras, con oraciones dirigidas a la Virgen María. Este santo franciscano, nacido en Guaratinguetá en 1739, renunció a una buena posición social para seguir su vocación religiosa. Vivió la mayor parte de su vida religiosa en Sao Paulo, donde fundó, entre otros, el monasterio de Nuestra Señora de la Luz.
Santa Teresa de Lisieux
Patrona de las misiones
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz: santa Teresita, nació en Alençon, Francia, en 1873. Hija de un matrimonio Beato, Luis Martin y Maria Celia Guérin, Teresa sintió la llamada a la vocación religiosa desde muy pequeña. A los 15 años, ingresó en el Carmelo de Lisieux, donde vivió dando un gran valor a la oración y a los pequeños actos. Proclamada Doctora de la Iglesia por Juan Pablo II en 1997, su doctrina habla que son los actos sencillos y hechos con amor los que llevan al camino de la santificación. Fue proclamada Patrona de las misiones en 1927, pese a no haber abandonado nunca el convento, por su profundo deseo de ser misionera desde el claustro, y su oración y ofrecimiento por las misiones.
INTERCESORES
Beato Adilio Daronch
Amigo de Cristo
Nació en 1908 en el seno de una familia modesta -sus abuelos paternos eran inmigrantes italianos- que vivía en un pueblo aislado del Brasil rural. Sus padres, que regentaban una farmacia, ayudaban distribuyendo medicinas a todos aquellos que no podían costeárselas. Adilio era un niño sencillo y religioso. Le gustaba mucho orar y acompañar al párroco. Sobre todo le ayudaba en Misa, como monaguillo. A los 16 años, murió asesinado, junto con el padre Manuel Gómez González, a manos de unos revolucionarios que les encontraron en la carretera mientras iban a visitar a un grupo de colonos brasileños de origen alemán.
Beata Chiara Luce Badano
Enteramente entregada a Jesús
Nació en Sassello, Italia, en el año 1971. A los 10 años, vivió una experiencia fuerte de encuentro con Dios junto a sus padres, a través del Movimiento de los Focolares, que cambió su vida y la de su familia. Chiara escribiría más tarde, sobre este encuentro: «Descubrí que Jesús abandonado es la llave a la unidad con Dios, y quiero elegirlo como mi único esposo. Quiero estar lista para darle la bienvenida cuando venga. Preferirlo sobre todas las cosas». Desde ese momento, decidió vivir con radicalidad el Evangelio, buscando amar a todos aquellos que están cerca de ella. A los 18 años, le diagnosticaron un tumor óseo. Aceptó con serenidad y alegría todo el sufrimiento de la quimioterapia y la cirugía durante dos largos años. Murió feliz por ir al encuentro de Jesús.
Beato Isidoro Bakanja
Mártir del escapulario
Isidoro nació, en 1890, en el antiguo Congo belga. De familia muy pobre, trabajó desde su infancia como campesino. Se bautizó en 1906, gracias al encuentro con unos misioneros carmelitas, de los que aprendió la devoción a la Virgen, a la que oraba constantemente, aferrado a un rosario y un escapulario. Peón en las dependencias de los colonizadores en una plantación, le fue prohibido por sus patrones la cristianización de sus compañeros de trabajo. Un día, su capataz le ordenó que se quitase el escapulario. Isidoro se negó, y lo azotaron hasta dejarlo gravemente herido. Murió unos meses después, con 19 años, a consecuencia de las heridas, y perdonando a sus verdugos.
San Jorge
Combatiente del mal
Fue un militar del Imperio Romano, contemporáneo del emperador Diocleciano. Se convirtió al cristianismo y, por este motivo, fue torturado y decapitado. Desde el siglo IV, fue venerado en toda Iglesia como mártir de Cristo. La tradición nos lo presenta como quién se enfrenta el dragón, simbolizando la fe firme de quien triunfa sobre la fuerza del Maligno.
Beata Laura Vicuña
Mártir de la pureza
Otra Beata de Chile, Laura Vicuña, nació en el país en el año 1891, pero, al morir su padre, la familia emigró a Argentina. A los 10 años de edad hizo su Primera Comunión y, a partir de este momento, hizo el propósito de amar a Dios con todas sus fuerzas. Sufrió mucho por el hecho de que su madre conviviera con un hombre sin estar casados, y, con permiso de un sacerdote, ofreció su vida a cambio de la conversión de su progenitora. Un invierno, su colegio se inundó, y por estar en el agua ayudando a otras niñas, enfermó gravemente y ya no se recuperó. Durante su enfermedad, le dijo a su madre: «Muero, yo misma se lo pedí a Jesús, hace dos años que ofrecí mi vida por ti, para pedir la gracia de tu conversión, Mamá, antes de morir ¿tendré la dicha de verte arrepentida?» Falleció a los 12 años, con la alegría de saber que su ofrecimiento había dado fruto y su madre se había arrepentido.
Santa Rosa de Lima
Fiel a la voluntad de Dios
Es la primera santa del continente americano. Isabel Flores nació en Lima, Perú, en el año 1586. Debido a problemas económicos de su familia, trabajaba el día entero en el huerto, y solía bordar para diferentes familias de la ciudad y así ayudar al sostenimiento de su hogar. Al cabo de unos años, ingresó en la Tercera Orden de Santo Domingo, y se recluyó en la ermita que ella misma construyó, con ayuda de su hermano, en un extremo del huerto de su casa. Solía salir para atender las necesidades espirituales de los indígenas de la ciudad, y auxiliaba a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando atención.
Beato Pier Giorgio Frassati
Amor ardiente a los pobres y a la Iglesia
Hijo del fundador del diario La Stampa y de una pintora notable en la época, Pier Giorgio nació en Turín en 1901, y fue educado en la fe especialmente por su madre. Fervoroso montañista, en su adolescencia, sintió la necesidad de profundizar en el Evangelio y participó activamente en la Acción Católica y el Apostolado de la Oración. En la universidad, a pesar del ambiente anticatólico, se esforzó por promover actividades espirituales. Y en su ciudad, Turín, se enfrentó tanto a comunistas como a fascistas para defender su fe. Pero, sobre todo, destacó por su dedicación a los más pobres. Fue así como se contagió de la poliomielitis que acabó con su vida. Juan Pablo II dijo de él que «era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida».
Beato Federico Ozanam
Servidor de los más pobres
Nacido en Milán, Italia, en 1813, fue una figura ejemplar del laicado católico. Federico aprendió desde pequeño a practicar la caridad, sobre todo gracias al ejemplo de sus padres. Filósofo y profesor universitario en Lyon y en la Sorbona de París, era un apasionado de la literatura, pero también de las preguntas existenciales y espirituales, y desafiaba a los alumnos a que se plantearan el sentido de sus vidas. De él, dijo Juan Pablo II que «aspiraba, ante todo, a la búsqueda y la comunicación de la verdad, en la serenidad y el respeto a las convicciones de quienes no compartían las suyas». Ozanam, esposo y padre de una hija, defendió ideas precursoras de la doctrina social de la Iglesia, y las puso en práctica, fundando la Sociedad San Vicente de Paúl, institución laica al servicio de la caridad. Murió en 1853, a los 40 años de edad.
Santa Teresa de los Andes
Contemplativa de Cristo
La primera santa chilena nació en el año 1900. Fiel devota desde niña, no contaba con 6 años cuando asistía, a diario, a la Santa Misa. Entre sus estudios, la vida familiar y su apostolado con los más pobres, a los 14 años ya sintió la llamada a consagrarse a Dios como carmelita descalza, aunque no fue hasta los 18 años cuando ingresó en el Carmelo. Llevaba once meses en el convento cuando murió de tifus, a los 19 años. Antes de fallecer, profesó como religiosa carmelita in articulo mortis. La reliquia de la santa va a estar presente en el Carmelo de Santa Teresa, de Río de Janeiro, hasta el 23 de julio. A partir de ese día, y hasta el día 26, estará expuesta para veneración en la Feria Vocacional de la JMJ.
Beato José de Anchieta
Apóstol de Brasil
Es el único Patrono o intercesor de la JMJ español. Nació en 1534 en Tenerife, en Islas Canarias. Ingresó en la Compañía de Jesús y fue enviado como misionero en Brasil. Allí, ocupó el cargo de Superior de comunidades y Provincial de toda la misión en Brasil, trabajo que realizó con gran sabiduría. Fundó la ciudad de Sao Paulo, y fue uno de los fundadores de Río de Janeiro; además, ejerció como mediador entre los indígenas y los colonizadores portugueses. Murió en el año 1597 y recibió el apodo de Apóstol de Brasil.
Beata Hermana Dulce
Embajadora de la caridad
Nació en 1914 en Salvador de Bahía, Brasil. Desde joven, mostró un profundo sentido de la caridad. Tenía como principio no cerrar nunca la puerta a una persona necesitada de su ayuda. Ingresó en la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, y fundó diversas obras de acción social por las que fue candidata al Premio Nobel de la Paz en 1988. Las obras sociales Hermana Dulce, que hoy continúan con el legado de la Beata, están formados por una red de hospitales y centros de salud para los más pobres que atiende, en Bahía, a cinco millones de personas al año, y el centro educativo San Antonio.
San Andrés Kim y sus compañeros
Mártires de la evangelización
Al inicio del siglo XVII, la fe cristiana llegó a Corea gracias a los laicos, quienes la extendieron entre muchas persecuciones. Un grupo de fieles contaba con la dirección espiritual del padre Andrés Kim, primer sacerdote coreano. Andrés nació en 1821, en una familia de mártires: su abuelo había muerto martirizado, y, cuando sólo era un niño, tuvo que afrontar por el mismo motivo la muerte de su padre, mientras su madre era destinada a vivir en la calle y pedir limosna, debido a la represión religiosa que azotó Corea hasta finales del siglo XIX. Andrés huyó a China para estudiar en el seminario y volvió a su país, donde sólo sirvió durante un año y pocos meses al Señor como sacerdote. En 1846, fue arrestado y enviado a la cárcel, y tres meses después fue decapitado, con 26 años, junto con otros 102 compañeros.
Beata Albertina Berkenbrock
Virtuosa en los valores evangélicos
Nació en una pequeña población al norte de Brasil, en 1919. Descendiente de inmigrantes alemanes, aprendió la fe en su familia y la vivió con intensidad en su corta vida. Tenía un gran sentido de la caridad, que manifestaba acompañando a las niñas más pobres, y compartiendo con ellas su pan. Lo hacía, en particular, con los hijos de Indanlício, su futuro asesino, que eran de raza negra y, en esa región, de colonización alemana e italiana, había un fuerte sentimiento racista. A los 12 años, fue asesinada por Indanlício, trabajador de su padre, que intentó violarla. Al no conseguirlo, pues Albertina defendió hasta el fin su pureza, la degolló.