Inmaculada Gala: «La política de guetos migratorios nos lleva a un fracaso»
La Delegación Diocesana de Migraciones de Tánger (Marruecos), de la que es responsable, recibe este jueves el Premio Mundo Negro a la Fraternidad
La Delegación Diocesana de Migraciones (DDM) de Tánger recibe este jueves el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2020, un galardón que reconoce diez años –la creó en 2011 el arzobispo Santiago Agrelo– de dedicación a los migrantes en el norte de Marruecos, entre ciudades como Tánger, Tetuán, Nador y Alhucemas. Una década durante la que han atendido a más de 7.000 personas y en la que han creado una estructura con 60 personas dedicadas a tiempo completo, 11 de ellas religiosos.
Inmaculada Gala, religiosa vedruna y responsable de la delegación, no podrá participar en la entrega de este galardón por las restricciones sanitarias –lo recogerá Santiago Agrelo–, aunque se hará presente de manera virtual. En conversación con Alfa y Omega explica que recibió la noticia con una gran alegría, pero también como un desafío: «La fraternidad es un reto, esto es, seguir ofreciendo procesos de acogida, de promoción e integración desde la gratuidad».
Desde su posición, en un lugar por el que pasan miles de migrantes, afirma que la situación actual de las migraciones «es compleja». Y lo es, dice, «por las políticas migratorias que ponen fronteras» y también por la pandemia, que limita la movilidad de las personas.
Esto ha provocado, continúa, que muchos migrantes hayan decidido cambiar la ruta y optar, por ejemplo, por entrar en Europa a través de Canarias, aunque advierte también que hay una mayor estabilidad en algunas zonas como la que ellos abarcan.
Sobre la política de bloqueo en determinados lugares de Europa como Canarias, Ceuta o Melilla, Gala afirma que esta medida dificulta «que los migrantes puedan vivir con dignidad» y, además, «genera rechazo» en la sociedad que está alrededor. «La política de crear guetos migratorios nos lleva a un fracaso», agrega.
Necesidades básicas y sensibilización
En este sentido, la labor de la delegación durante el último año se ha centrado en las personas que estaban en la calle en un momento de confinamiento. En primer lugar, para darles cobijo y cubrir sus necesidades más básicas y también para sensibilizarlos sobre la necesaria protección ante el virus con las medidas de seguridad establecidas.
En estos momentos, desde la DDM se trabaja por mejorar su sistema de acogida, por la creación de mejores estructuras y de mayor calidad, así como por la formación de su personal en esta materia. En este sentido, ve urgente la promoción del acompañamiento psicosocial, pues la gente que les llega ha sufrido mucho en el camino. «Los migrantes no solo necesitan cubrir las necesidades básicas, sino también un acompañamiento del dolor, del duelo…», apunta.
En este sentido, dentro del colectivo hay tres grupos prioritarios para ellos: las mujeres, los menores no acompañados y los enfermos. La presencia de los dos primeros se ha incrementado en los últimos años, de modo que ya no son solo hombres los que migran. «La migración ha ido tomando rostro de mujer», explica.
Inmaculada Gala también pone de manifiesto que esta labor social que la Iglesia realiza sirve también como punto de unión con otras religiones, concretamente con los musulmanes. De hecho, la mayoría del equipo de la DDM es de religión musulmana. «Vivimos la fraternidad y el amor. Esto destruye las fronteras mentales y construye puentes que nos llevan a trabajar más allá de nuestras creencias», concluye.