Nuevo decano de Teología de Comillas: «Discernir implica abrirse juntos al Espíritu»
Francisco Ramírez Fueyo, experto en san Pablo y espiritualidad ignaciana, sustituye a Enrique Sanz Giménez-Rico, nuevo rector de la universidad pontificia
Cadena de relevos al frente de la Universidad Pontificia Comillas. El próximo miércoles, el jesuita Francisco Ramírez Fueyo tomará posesión como nuevo decano de la Facultad de Teología y Derecho Canónico. Hace una semana se anunció el nombramiento del hasta ahora vicedecano, en sustitución del también jesuita Enrique Sanz Giménez-Rico. Este, a su vez, será el nuevo rector, según se dio a conocer este jueves.
Ramírez Fueyo asume este nuevo encargo con «agradecimiento a mis compañeros, a la universidad, a la Compañía de Jesús y a la Iglesia», pues al ser una facultad eclesiástica el visto bueno final llega del Vaticano. Sin sentirse «del todo a la altura», afronta los próximos años con humildad y con «la confianza de tener un grupo de personas, un equipo de gobierno y unos servicios en los que uno se puede apoyar». Le hará falta, pues tiene por delante «muchos retos y dificultades, pero también cuestiones apasionantes».
¿Será uno de ellos la posible reforma de las universidades?
A nuestra facultad directamente le afecta poco, porque los programas de estudios no dependen en su mayoría del Estado sino de la Congregación para la Educación Católica. Sí puede hacerlo en lo que respecta a los másteres oficiales. E indirectamente, la cuestión de los impuestos que pagan las instituciones académicas privadas impone una carga económica a la facultad que al final también repercute en nosotros.
De todos modos, como Facultad de Teología integrada en una universidad privada que quiere ser de calidad, hemos intentado asimilarnos a los requisitos de la universidad española en cuanto a acreditación de profesores, sexenios, publicaciones, etc. Lo que el Estado reconoce ahí es la investigación y la publicación. La dificultad que tenemos es que en nuestro ámbito no hay tantas revistas o editoriales reconocidas. Además, también nos hemos acreditado en la agencia de calidad propia del Vaticano tiene su propia agencia de calidad. Hay que estar en los dos sitios.
¿A qué desafíos se refería entonces?
En todas las facultades eclesiásticas se ha ido notando el descenso de vocaciones. Un reto es captar alumnos religiosos en sus etapas de formación, españoles y del extranjero. Tenemos muchos latinoamericanos, africanos y asiáticos. Pero también la incorporación de los laicos, animarles a formarse y a investigar en teología. Puede ser tanto en los estudios eclesiásticos propiamente dichos como en los de otro tipo, como las especialidades en espiritualidad o los másteres.
Ese tipo de alumnos, claro, no suele ser el joven que termina Bachillerato, sino personas que han estudiado otras carreras o que están trabajando, y en un cierto momento de su vida, después de recibir catequesis, de estar en grupos de vida, sienten la inquietud de profundizar. Queremos llegar a ese alumno. Para ello, desde hace más de 40 años tenemos la Teología Universitaria de Posgrado, que se imparte en horario de tarde cuatro días a la semana aunque se puede hacer solo uno o dos. Los formatos se tendrán que ir adaptando a los tiempos.
¿A la hora de atraer a alumnos extranjeros a Comillas, el impulso del último año a la enseñanza online puede ser una vía?
La Iglesia sigue pidiendo que la licenciatura en Teología sea presencial, aunque en estos tiempos se ha abierto un poco la posibilidad de dispensa en casos excepcionales. Además el alumno, especialmente el laico, busca el contacto con el profesor y otros estudiantes. La enseñanza a distancia es más fría y nos cansa. Pero es verdad que las posibilidades están ahí para los títulos propios. El reto es incorporar a los alumnos no presenciales salvando la presencialidad, que es un valor que no podemos perder, y en la medida en que la Iglesia permita otros formatos. Estamos totalmente preparados técnica y profesionalmente y este curso hemos trabajado de forma bimodal. Finalmente, otro reto es captar profesores con talento, formados, buenos docentes e investigadores. Comillas destaca por la investigación y por la calidad de la docencia.
Su especialidad es la Sagrada Escritura. Ha estudiado en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, con un semestre de estudios en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Debe de ser toda una experiencia estudiar la Biblia en Tierra Santa.
En mis años jóvenes yo hice Filología Hispánica en Salamanca. Luego di el santo de la palabra humana a la Palabra de Dios, y siempre he tenido esa perspectiva de intentar juntar la filología, la narrativa, la poesía, con el mundo bíblico. En Jerusalén estuve estudiando arqueología bíblica, lectura en hebreo e historia del judaísmo. Recuerdo la emoción que sentí al leer por primera vez la creación del mundo en hebreo; fue muy especial. La arqueología bíblica siempre ha sido para mí una fuente de placer y de consuelo, y siempre que he podido he ido a Tierra Santa.
La exégesis bíblica es uno de los campos de la Teología que ha sido objeto de fricciones en los últimos dos siglos. ¿Se lograron encontrar vías nuevas para profundizar científicamente en la Escritura sin desacralizarla?
Las polémicas de finales del siglo XIX y comienzos del XX por la acusación de que algunas exégesis se habían hecho desde una perspectiva estrictamente científica han quedado ya un poco atrás. Hoy cualquier exégeta católico asume sin dificultad que la pregunta por el Jesús histórico es necesaria para la fe pero no excluye la fe ni la reflexión cristológica. También se decía de san Pablo, a quien me he dedicado más, que fue el verdadero fundador del cristianismo, o que había transformado una religión judía en una fe gnóstica, helenística y abstracta. Hoy estamos en un mundo más equilibrado.
¿En qué sentido?
Sabemos que Pablo, y todo el cristianismo del siglo I, hicieron una reflexión teológica. Pero nunca se abandonó el recuerdo del Jesús histórico. Pablo recuerda la Última Cena, palabras de Jesús; y sin duda debemos pensar que sus palabras, las bienaventuranzas, los milagros, eran parte de su predicación. Él mismo es testimonio de que la primera Iglesia continuaba la tradición de curaciones. Es un tiempo más tranquilo, más dialogante. Ser católico, protestante o de otras confesiones cada vez influye menos en la exégesis.
Junto a san Pablo, su otro ámbito de especialización es la espiritualidad ignaciana. ¿Qué aporta hoy en día, y más aún con un Papa jesuita?
Para mí lo fundamental es que ofrece un camino de encuentro con Jesucristo. Ignacio se apoya en una tradición que arranca en los benedictinos, los franciscanos, los cistercienses, que consiste en un encuentro personal, afectivo, profundo, en la vida y la oración. Que no sea solo la reflexión escolástica, aunque esta también es necesaria. Los ejercicios espirituales, que son lo más importante que nos da, ofrecen esta posibilidad de encuentro en la propia vida; para, en ese diálogo entre Dios que habla y el hombre que escucha y es libre, conocer cuál es mi camino. En esa línea está el tema del discernimiento, al que el Papa da tanta importancia.
Y que ha hecho correr ríos de tinta.
Desde los años 70 Jorge Mario Bergoglio tenía charlas sobre este tema y sobre cómo en el mundo actual ayuda a resolver tensiones. En un mundo con polaridades, por ejemplo entre la necesaria defensa de las fronteras y el derecho de las personas a moverse, o en temas eclesiales entre tradición y modernidad, el Papa tiene claro que el camino es el discernimiento. No se trata de escoger un polo u otro; sino de, teniendo ambas presentes, escuchar al Espíritu y ver cómo las cuestiones se resuelven en un plano superior.
Discernir (no me refiero al discernimiento más personal) es primero ver con claridad la realidad, dónde estamos y cuáles son los problemas. En esa investigación de los hechos sociales y políticos y de las cuestiones éticas de fondo la tradición de la Compañía de Jesús es fuerte. Desde ahí hay que orar la realidad, pedir luz, y buscar conjuntamente escuchando a unos y a otros, dejando que lo que otros dicen me ilumine y ponga en cuestión mis posturas previas. Es un diálogo profundo, no solo de intentar convencer al otro sino de abrirse juntos al Espíritu.
¿Cómo va a participar Comillas en el Año Jubilar Ignaciano por el 500 aniversario de su conversión?
Se suma a los actos que organiza la Compañía de Jesús, y vamos a hacer algunas actividades, como conferencias. Y luego están las publicaciones de los profesores. También el servicio de Pastoral está programando cosas hasta mayo de 2022. Esperamos que sirva para profundizar y entender mejor su conversión y el significado de la misma para hoy.