Omella define los retos de la Iglesia en España
El presidente de la Conferencia Episcopal pone el foco en las familias necesitadas, los jóvenes, los ancianos, los migrantes y la ecología integral
Segunda Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE) de la pandemia. A diferencia de la de noviembre, en esta ocasión han participado de forma presencial un número mayor de obispos –que se han sometido a pruebas de antígenos–, pues solo los eméritos están siguiendo la reunión por vía telemática. Es una Plenaria programática, pues en ella se estudian las líneas de acción pastoral de la CEE para los próximos cinco años. Unas prioridades que su presidente y arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella, avanzó en el discurso inaugural del lunes. Se refirió, en concreto, a las familias necesitadas, los ancianos, los jóvenes, los migrantes y la ecología integral.
Así, en materia de pastoral familiar e inmersos en el Año Amoris laetitia, Omella recalcó la necesidad de «dar más protagonismo a las familias en la acción de la Iglesia», una circunstancia que se ha puesto de manifiesto durante la pandemia. Además, al referirse a los ancianos, mostró nuevamente su sorpresa por la aprobación de la Ley de la Eutanasia que, en su opinión, «ha supuesto un fuerte contraste con la sensibilidad social por el cuidado de las personas mayores y enfermas». Y añadió: «Apostamos por una cura integral de las personas que trabaje todas sus dimensiones: corporal, espiritual, relacional y psicológica». «No dejaremos nunca de repetir que no hay enfermos incuidables aunque sean incurables». En este sentido, Omella sostuvo que deben asegurarse «unos dignos cuidados paliativos», así como las ayudas económicas para las personas dependientes.
Del mismo modo, recalcó la necesidad de que la Iglesia se acerque y acompañe a los jóvenes humana y espiritualmente, y siga liderando el trabajo con las personas migrantes y la denuncia de su situación. Lo mismo que en el ámbito de la ecología integral y de la promoción de una economía más humana.
La sinodalidad como respuesta
Para el presidente del episcopado, la repuesta a todas estas realidades pasa por una Iglesia más sinodal, que se concreta en España con la renovación de las estructuras de la Conferencia Episcopal Española, la mayor participación de los laicos, una nueva catequesis –«ya no vivimos en una cultura inspirada por la fe», apuntó el purpurado– en línea con el nuevo Directorio para la catequesis, la pastoral vocacional o el diálogo dentro y fuera de la Iglesia. Al hablar de la cuestión de las vocaciones y de los planes de formación de los futuros sacerdotes, Omella se refirió a la prevención del clericalismo y de futuros abusos, ya sean sexuales, de conciencia o de poder. Así, solo unos días después de que la ministra Ione Belarra cuestionase el papel de la Iglesia en esta materia, subrayó: «El compromiso de la Iglesia en este punto es incuestionable con las nuevas normas de imputabilidad y la progresiva creación de oficinas para la protección de menores en todas las diócesis». Una idea que se vio reforzada por las palabras del nuncio del Papa en España, Bernardito Auza, que, en su intervención, dijo que «nadie puede poner en duda la credibilidad de la Iglesia en sus declaraciones y actividades».
Desigualdad y política
Además de los planes de futuro de la Iglesia en España, gran parte del discurso del presidente de los obispos tuvo como telón de fondo la pandemia y sus consecuencias sanitarias, sociales y económicas, y dirigió un mensaje a la clase política, embarcada en las próximas elecciones a la Comunidad de Madrid: «No es momento para disputas inertes entre partidos políticos, no es tiempo para soluciones fáciles y populistas a problemas graves, no es el momento de defender intereses particulares». Ahora «es el momento para la verdadera política, que sume a todas las partes y que trabaje para el bien común de toda la sociedad». En este sentido, les pidió «reformas estructurales que superen el vaivén de intereses electorales cortoplacistas».
Asimismo, el presidente de los obispos dijo que los católicos deben ejercer «un liderazgo ético en el mundo de la economía, de la política y de nuestras relaciones particulares». Eso sí, recordó, «la Iglesia no es una empresa, ni un partido político, ni un grupo de presión social, ni se identifica con ninguna ideología. […] A diferencia de los países o de las grandes multinacionales, no tiene otro interés que promover el bien común, la fraternidad universal y anunciar el Evangelio de Jesucristo».
Es por ello que tiene la libertad, por ejemplo, para reclamar que la vacunación llegue a todos: «Es de desear que sea un bien común que se distribuya a todos por igual y no sea una propiedad privada de unos pocos, sin hacer diferencias entre países ricos y países pobres».