Osoro, en la ordenación del subsecretario del Sínodo: «Una Iglesia en salida es una Iglesia sinodal»
«El Señor te invita a comenzar un camino, obispo y pueblo; el Señor te manda que repares su casa, y el Señor propone la sinolidad», ha señalado el arzobispo de Madrid en su homilía.
La catedral de Santa María la Real de la Almudena ha acogido este 11 de abril, II Domingo de Pascua y fiesta la Divina Misericordia, la solemne Eucaristía de ordenación episcopal de monseñor Luis Marín de San Martín, OSA, hasta ahora asistente general de los Agustinos y nuevo subsecretario del Sínodo de los Obispos. «El Señor te invita a comenzar un camino, obispo y pueblo; el Señor te manda que repares su casa, y el Señor propone la sinolidad», ha señalado el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, en su homilía.
El purpurado ha mostrado su alegría por el hecho de que monseñor Marín se haya convertido en obispo en la catedral dada su vinculación con «la Iglesia particular de Madrid», pues nació en la capital en 1961, estudió con los Agustinos en el Colegio San Agustín y, tras ordenarse en 1988, fue destinado a la parroquia de Nuestra Señora de la Vid en San Sebastián de los Reyes, párroco in solidum de las parroquias de la zona de Montejo de la Sierra y párroco de la Santa Ana y la Esperanza de Madrid.
Ahora que el Papa le ha designado obispo titular de Suliana y subsecretario del Sínodo –ha continuado– hay que recordar los años en los que san Agustín, «conocido como un gran converso, como profesor ilustre», tuvo «grandes sorpresas». «En el año 391, en una celebración dominical, el anciano obispo Valerio anunció la necesidad de ayuda para desempeñar su ministerio. Los fieles de común acuerdo convencieron a Agustín para ser ordenado sacerdote. Él tenía otros proyectos, pero recordó las palabras del apóstol san Pablo y aceptó: “No vivas para ti mismo sino para aquel que murió por todos” (Cor 5, 15)», ha detallado.
Al hilo de la ordenación episcopal de monseñor Marín, el cardenal Osoro ha incidido en que «el Señor hoy te pide e invita a comenzar un camino como obispo con el pueblo real», un pueblo que «se pone en camino siempre para dar la Buena Noticia, pues este es el mandato del Señor». Y ha recordado «la primacía de la caridad» y «la unidad en la diversidad de las iglesias locales», que implica que «orar por el pastor no es algo anecdótico», sino «esencial», y que «el sacerdocio común de todos los bautizados ha de estar en el centro de nuestro modo de vivir la Iglesia».
«¡Qué belleza adquiere la Iglesia cuando nos sentimos todos parte del pueblo santo! Para ello el Señor nos da tres tareas: escuchar con constancia la enseñanza de los apóstoles, vivir con intensidad la vida en común, y celebrar la Eucaristía alimentándonos del mismo Señor y firmes en la oración. En estas tareas ha de estar el obispo con el pueblo, con el rostro que este tenga», ha añadido.
«Debemos caminar juntos, laicos, pastores y Papa»
El arzobispo ha remarcado, asimismo, que «el Papa Francisco ha puesto en el centro de su ministerio la apasionada unión que hemos de tener y vivir con Jesucristo», que «lleva al amor a los más pobres, a los últimos de la sociedad», y ha destacado que «la sinodalidad es el marco interpretativo más adecuado para comprender el ejercicio del ministerio jerárquico en todos los niveles de la vida eclesial». «Debemos caminar juntos, laicos, pastores y Papa. Y esto tiene que predicar la Iglesia», ha abundado.
En esta línea, el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal ha insistido en que «para entrar en el camino sinodal es necesario un encuentro radical con Jesucristo», conscientes de que, como decía el Papa Bendicto XVI, «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Y ha explicado que este camino «comienza escuchando al pueblo, prosigue escuchando a los pastores y culmina escuchando al Obispo de Roma». «Una Iglesia en salida es una Iglesia sinodal», ha aseverado, al tiempo que ha pedido que «caminemos juntos para encontrarnos con Jesucristo y entreguemos a Jesucristo».
Así, aludiendo al Evangelio proclamado, ha remarcado que «estamos necesitados de abrirnos a esa paz que el Señor Resucitado nos ofrece en un mundo en el que hay múltiples conflictos y tremendas violencias» y, frente a los «sistemas defensivos» que produce el miedo, ha reivindicado la necesidad de acoger «su presencia en medio de nosotros» y llevar esta «esperanza» a los demás. «Estamos llamados a ser presencia de Jesús en el mundo y a liberar a todos los que encontremos por el camino de las barreras del miedo y del desamor».
El arzobispo de Madrid ha concluido pidiendo que el ministerio de monseñor Marín «sea fecundo», con unas palabras del mismo san Agustín: «[…] Oh, Señor, mi Dios, mi única esperanza, escúchame, no permitas que mis afanes sean obstáculo a mi deseo de buscarte y seguir buscando siempre tu rostro. […] Ayúdame a progresar recordándote siempre, conociéndote y amándote, hasta que me transformes según tu voluntad».
«Solo el amor es importante, solo el amor es la respuesta»
Tras recibir el anillo, la mitra y el báculo, en su alocución final, el propio monseñor Luis Marín ha planteado que el Señor le ha preguntado este domingo de nuevo: «Luis, ¿me amas?» porque «solo el amor es importante, solo el amor es la respuesta, solo el amor permanece». «Hubo un tiempo en el que te preguntaba: ¿por qué me has elegido?, ¿por qué yo? Tan frágil e insuficiente. No te pregunto ya. Solo te sigo. Pero no en la distancia, sino a tu lado. Por favor, pon tu mano en la mía, pon tu brazo sobre mis hombros. Vamos juntos. Tengo necesidad de ti, porque tú eres el centro».
La tarea que ahora asume como subsecretario del Sínodo la ha definido como «muy hermosa y, al mismo tiempo, compleja y de una gran exigencia». Pasa, según ha detallado, por «colaborar en la preparación, desarrollo y actuación del Sínodo de los Obispos, estar disponible para acompañar los procesos sinodales y, sobre todo, promover la sinodalidad en la Iglesia: diálogo, implicación, discernimiento en común, participación, corresponsabilidad».
Además del superior general de los Agustinos, padre Alejandro Moral Antón, OSA, y del prior provincial de España, padre Domingo Amigo González, entre los concelebrantes han estado el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española; el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla; el arzobispo de Burgos, monseñor Mario Iceta; el secretario general de la CEE y obispo auxiliar de Valladolid, monseñor Luis Argüello; el obispo de Ávila, monseñor José María Gil Tamayo; el obispo de León, monseñor Luis Ángel de las Heras, CMF; el obispo de Palencia, monseñor Manuel Herrero, OSA; el obispo de Getafe, monseñor Ginés García Beltrán; los obispos auxiliares de Madrid monseñor José Cobo, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ y monseñor Jesús Vidal, y el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Auza.
En varios momentos ha habido un recuerdo para el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, que iba a haber presidido la ordenación, pero no viajó a Madrid por «cuarentena preventiva» tras haber mantenido una reunión con Nathalie Becquart, XCMJ, subsecretaria del Sínodo que dio positivo por coronavirus el jueves. «El cardenal Grech y sor Becquart, junto a todo el personal de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, están espiritualmente y efectivamente unidos a S. E. Mons. Luis Marín y le expresan sus felicitaciones», señalan desde la Secretaría General del Sínodo.