Filipinas celebra 500 años de cristianismo
La lglesia del único país cristiano de Asia ve en el V Centenario del primer Bautismo en el país como ocasión para «marcar una diferencia sobre lo que el cristianismo significa para nuestra cultura, para la justicia y la paz», subraya el arzobispo de Cebú
En la mañana de Pascua de 1521, los miembros de la expedición capitaneada por Fernando de Magallanes celebraron la Eucaristía en la isla de Limasawa. Fue la primera documentada en lo que hoy es Filipinas. 500 años después, este domingo se abrirá la puerta santa en 537 templos del país para comenzar un Año Jubilar conmemorativo del Bautismo, el 14 de abril en Cebú, de los reyes Rajah Humabon y Humamai –que tomaron los nombres de Carlos y Juana– y de otras 800 personas.
Los exploradores habían llegado a esa isla el día 7. Mientras Magallanes «hablaba extensamente sobre la paz» con el príncipe heredero y su séquito, «se dio cuenta de que le escuchaban atentamente» y empezó a introducirles al cristianismo, cuenta el sacerdote e historiador Marvin Mejia. Ante el interés de los nativos, el capitán les ofreció bautizarse y que en cuanto pudiera los enviaría misioneros. «Antonio Pigafetta, cronista del viaje, cuenta que les dijo que no se hicieran cristianos por miedo a los españoles o para complacerles, sino libremente y por amor a Dios». Según su crónica, tras bautizarse Juana «“suplicó” que le dieran una imagen del Niño para sustituir a sus ídolos», continúa Mejia. Esta incipiente misión se truncó el 27 de abril, cuando los españoles trataron de someter a la fuerza a los nativos de Mactan. Magallanes murió y la flota abandonó las islas.
Y la semilla dio fruto
Tuvieron que pasar décadas hasta que la semilla germinó. Ocurrió en 1565, con la llegada del conquistador Miguel López de Legazpi. Bajo los restos de una cabaña, que los nativos habían quemado antes de huir, se encontró la imagen que Juana había pedido como regalo. Hoy la talla sigue levantando pasiones. Es el Santo Niño de Cebú. «La gente interpretó que no se destruyera como un signo», explica a Alfa y Omega el arzobispo de Cebú, José Palma. Desde tiempos de Juana, «esa imagen resulta atractiva» para los filipinos porque muestra «que Dios se ha hecho pequeño y nos recuerda que también nosotros somos pequeños y necesitamos cuidarnos».
Para el arzobispo, «hay algo de misterio» en por qué su país se convirtió en casi el único de Asia, junto a Timor Oriental, de mayoría cristiana. También otros pasaron siglos bajo dominio europeo. Y, según el historiador dominico Lucio Gutiérrez, la presencia militar fue «relativamente insignificante». Palma lo atribuye a la labor de los misioneros y a cómo estos lograron hacer de la fe algo que se «transmite en la familia». «Los españoles nos hicieron darnos cuenta de que necesitamos a Dios», y a «un Dios que está presente». Una presencia muy tangible en Filipinas: «Nos gusta seguir a los santos en procesiones que reúnen a enormes multitudes». También las novenas (como las tradicionales Misas del Gallo, antes de Navidad) o las flores de mayo. Siempre es ocasión de celebrar. «Somos un país pobre, pero tenemos nuestra fe y nuestro canto».
Con todo, reconoce que a algunos les puede constar «ver hasta qué punto el cristianismo ha influido» en una sociedad marcada por la pobreza, la corrupción o los abusos. Cree ver un fruto en hechos como la revolución pacífica de febrero de 1986. «Sin que nadie muriera», se expulsó del poder al dictador Ferdinand Marcos después de 20 años. «Algún papel debió de jugar el cristianismo», postula, en un levantamiento no violento apoyado por la Iglesia.
«Tenemos fe. Hay que vivirla»
Fue un momento de esperanza. Pero los cambios no han llegado al ritmo esperado. Por eso la Iglesia ha elegido para el V Centenario un lema (Hemos recibido un don para dar) con el que espera que «la alegría y el agradecimiento» se traduzcan en una mayor preparación para la misión fuera y dentro del país. «Estamos intentando marcar una diferencia sobre lo que el cristianismo significa para nuestra cultura, para la justicia y la paz». Es necesario transmitir a los fieles que «tenemos fe y vamos a las procesiones», pero también «hay que vivir esa fe: si soy cristiano tiene que afectar a mis acciones y decisiones». Son tres las dimensiones en las que se quiere hacer hincapié: la educación, la protección del medio ambiente y la incidencia política.
No es un secreto que la relación con el Gobierno de Rodrigo Duterte «no es fácil». La Iglesia se ha opuesto con firmeza a las ejecuciones extrajudiciales de su «guerra contra la droga» y a una ley antiterrorista que viola los derechos humanos. «Es importante trabajar por un cambio» político, afirma Palma. Pero este debe de ir más allá de las elecciones de mayo de 2022. Lo que se pretende es renovar el impulso de las iniciativas de educación de los votantes que se pusieron en marcha en 1991. Ese año, el Segundo Consejo Plenario de la Iglesia en Filipinas «enfatizó la necesidad de una educación política en sentido amplio», explica Marilou Chiongbian, que participó como representante laica de Cebú. Desde entonces, está al frente de la coordinación de los Consejos Parroquiales de Pastoral para el Voto Responsable.
Hacen un seguimiento de las elecciones para comprobar que son limpias. Durante la legislatura, organizan cursos para representantes de las localidades y barangays (distritos). Partiendo de un análisis social de la situación en cada uno, «hay una reflexión teológica» y se elaboran propuestas de acción para llevar a los consejos de desarrollo local y otros organismos. «No somos de ningún partido», subraya el arzobispo. «Pero rezamos para que Dios inspire buenos líderes y para que la gente los elija». Construir una sociedad cristiana «es un viaje» que empezó con Magallanes hace 500 años, y que aún continúa.
1582: El Sínodo de Manila sienta las bases de un dominio político justo
1611: Se funda la Universidad de Santo Tomás, primera de Asia
1684: Nace la primera congregación filipina, las Religiosas de la Virgen María
1768: El arzobispo de Manila intenta promover al clero secular nativo
1898: Filipinas pasa a EE. UU. Acaba el Patronato Real, que concedía a la Corona la gestión de los asuntos eclesiales