¿Conversiones? - Alfa y Omega

Cuando regresaba de un pueblo ya de noche un grupo de extremistas hindúes bloquearon la carretera y me obligaron a salir del coche. «¿Pero qué pasa? ¿Porqué bloqueáis la carretera?», les pregunté. «¿Que qué pasa? Que usted viene a nuestro pueblo a convertir a los hindúes en cristianos y eso a nosotros no nos gusta nada y nos duele», me respondieron.

—Perdona, amigo, pero yo jamás he convertido a nadie ni jamás intentaré hacerlo. ¿Quién soy yo para convertir a nadie? La conversión es una cosa íntima y personal de cada ser humano en su relación con la divinidad.

—Entonces… ¿a qué viene usted a nuestro pueblo?

—El Gobierno indio me da permiso (visado) como misionero y en este pueblo hay cristianos a los que visito. Ofrezco también buena educación en el colegio de la misión a los niños y niñas que lo deseen, sea cual sea su religión.

—Pero ahora en nuestro pueblo hay más cristianos que antes. ¿No es así?

—Porque este es un país libre y la Constitución india asegura la libertad de cada ciudadano para elegir y practicar la religión que más le plazca. Yo jamás he intentado forzar o sobornar a nadie. Yo respeto las creencias de cada persona.

—Bueno, prométanos que no va a volver a este pueblo y le dejaremos marchar.

Me quedé un rato mirando a los ojos del que parecía el líder y le respondí: «Lo que sí te prometo es que voy a volver a este pueblo. Eso sí que te lo prometo. Así que ya podéis pensar qué vais a hacer conmigo… ¡pues he de volver!». Noté que el líder apartó su mirada y buscaba nervioso el apoyo de sus compañeros, que tampoco sabían qué decir. Al final se cansaron y me dejaron ir, no sin antes romper algún cristal del coche.

Ya sabía yo lo que iba a tener que oír al llegar a la misión de parte del encargado de los vehículos: «¡Ay!, ¡otra vez!… ¡pero si no ganamos ni para cristales!».