Jean Vanier: «Tenemos miedo a amar»
El canadiense Jean Vanier, fundador de las comunidades cristianas de El Arca para discapacitados psíquicos, visita Madrid el próximo día 13, con el fin de promover la fundación de un hogar en la capital española. Pronunciará una conferencia sobre El pobre nos conduce a la verdad, dedicada a quienes luchan por responder al desamparo de los que son continuamente rechazados
El Arca es el nombre de más de cien comunidades que Jean Vanier ha fundado en los cinco continentes, desde que creó el primer hogar, en Francia, en 1964. Vanier, que comparte su vida con hombres y mujeres que padecen disminuciones psíquicas, ha declarado a Alfa y Omega:
Son comunidades para personas con una deficiencia mental, así como para los que quieren compartir su vida con ellas, temporalmente o durante toda su vida, en un hogar que se convierte en suyo propio. Cada uno participa en la vida del hogar según sus propias posibilidades. En algunas comunidades existen talleres de trabajo y ocupacionales.
¿Cómo surgió esta iniciativa?
Conocí al padre dominico Thomas Philippe al dejar la Marina de guerra canadiense en 1950. A través de él descubrí la belleza y el sufrimiento de las personas con una deficiencia; entonces muchas de ellas eran encerradas en grandes instituciones o en hospitales psiquiátricos. Él me animó a comenzar y permaneció en El Arca como sacerdote.
¿En qué sentido el acercarse al sufrimiento ha modificado su relación con los demás?
Vivir con una persona tan herida en su ser no es algo fácil. Pienso por ejemplo en Luisito, al que hemos acogido en El Arca de Santo Domingo. Nació con una deficiencia muy profunda. Su madre, muy pobre, vivía en una cabaña de tablones. Ella llevaba a la iglesia, para mendigar, a su hijo que no andaba ni hablaba. Al morir su madre, los feligreses buscaron un sitio para él.
No es fácil convivir con alguien como Luisito, que encierra en sí mismo todo un mundo de tristeza, de tinieblas y depresión. Quien ha sufrido el rechazo, tiende a rechazar cualquier tipo de comunicación. Al entrar en una comunidad de El Arca se le invita a abrirse, a comunicarse, pero se trata de un camino difícil. Se resistirá a cambiar, gritará su angustia, su ira, su violencia. Se trata de hacer todo lo posible por aliviar el sufrimiento, pero una vez que hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance, es necesario acompañar a la persona que sufre, porque ante todo necesita amigos. Sin la fuerza de Dios, no es posible convertirse en amigo de personas excluidas y marginadas.
El Arca, un signo…
Es imposible acoger en nuestros hogares a todas las personas con discapacidad; además, para muchas de ellas, esto no sería lo más conveniente. Pero El Arca sí puede ser un signo de esperanza: en nuestro mundo, en el que la inteligencia, el éxito social y el dinero son valores en sí mismos, hay lugares en los que el ser humano, en lo que tiene de más frágil y débil, es considerado como lo más importante.
¿Qué necesitan, ante todo, las personas con minusvalías?
Escucha, amor, amistad, una comunidad. Hace falta aprender a caminar al lado de aquellos que nunca se van a curar. El Evangelio nos revela algo nuevo: en su sufrimiento y pobreza, estas personas tienen algo que dar: son signo de Dios, presencia de Jesús.
Cuando estamos con ellos, no podemos tener prisa. Encuentran su alegría en la relación; su ritmo es el del corazón.
Escuchar es, ante todo, intentar comprender al prójimo con sus sufrimientos, deseos y esperanzas, sin juzgarle ni condenarle; ayudarle a tener confianza en sí mismo. Muchas personas sufren al sentir que nadie intenta comprenderlas. Bañar a alguien, por ejemplo, es un momento privilegiado para estar a la escucha del prójimo.
Esto es amar
¿Qué es querer a alguien?
Es revelarle, a través de la escucha y de la ternura, que es importante, que su vida tiene un valor, que es precioso.
Amar es también comprender lo que el otro necesita; responder a su grito, a sus necesidades; dejar caer nuestras propias máscaras y barreras para poder acoger al otro tal como es, con sus dones y heridas, cualidades y defectos, luces y sombras.
Es volvernos vulnerables para poder acoger la vulnerabilidad del otro.
¿Cómo nació El Arca en España?
La comunidad El Rusc, de Tordera (Barcelona), comenzó en 1977, por iniciativa de una familia que quería compartir su amor a su hijo (que padecía síndrome de Down) con otras personas minusválidas psíquicas. Más tarde, se abrió un segundo hogar que, años después, se transformó en otra comunidad: Els Avets (Moia, Barcelona). Hoy, El Rusc cuenta con unos 20 miembros que viven y trabajan en un taller de horticultura. Els Avets cuenta con 7 personas. Hay un taller ocupacional donde trabajan 25 personas. Tenemos también el proyecto de abrir una comunidad en Madrid.
¿Cómo viven en la fe?
El Arca nació y creció en tierra católica. Se hizo ecuménica al acoger a hombres y mujeres de diferentes confesiones cristianas y de otras religiones. Quiere ayudar a cada uno a creer en la fe que ha recibido en su familia y a integrarse en su propia Iglesia o tradición religiosa. Acepta humildemente caminar con otras Iglesias, con sus lentitudes y sus diferencias teológicas, pero también con su sed de unidad como discípulos de Jesús. Poco a poco ha descubierto su espiritualidad e identidad particulares, diferentes a las de Congregaciones religiosas o grupos con una misma fe y una misma liturgia. Quiere respetar a cada persona en su fe y crecimiento espiritual.
¿Qué explicación encuentra al crecimiento de El Arca?
Tres acontecimientos prepararon la expansión: mis conferencias en Toronto, los retiros y la peregrinación de Fe y Luz, en 1971, a Lourdes. Fe y Luz, movimiento primo hermano de El Arca, ha contribuido mucho a la expansión; sus comunidades agrupan a personas con una deficiencia, a sus padres y amigos que se reúnen regularmente para apoyarse y rezar juntos. Existen 1.300 comunidades en 72 países. En España hay unas 20, en Barcelona, Gerona, Madrid, Salamanca, Tarragona, Valencia y Valladolid.
¿De dónde saca la fuerza para tanta actividad?
Me siento responsable de El Arca, y de Fe y Luz. Es la misión que Jesús me ha dado. Por mi vida cristiana y como amigo de Jesús, me siento responsable de anunciar la Buena Noticia de Jesús a los pobres. Mi vida de comunión con Jesús y con mis hermanos y hermanas con deficiencia mental, y mi vida de comunión con todos ellos me da mucha alegría. Soy feliz y me atrevo a decir que me siento bendecido por Dios.
¿Qué le han enseñado «los pobres»?
A veces, durante la oración en el hogar de La Forestière, Loïc está sentado sobre mis rodillas. Pequeño, pobre, incapaz de hablar a pesar de sus 40 años, está ahí silencioso. Me mira y yo le miro. Estamos en comunión el uno con el otro. El cura de Ars preguntó una vez a un viejo del lugar que pasaba mucho tiempo en la iglesia: «¿Qué haces ahí?». El paisano le respondió: «Él me mira y yo Le miro».
Con personas como Loïc, vivimos momentos de contemplación, llenos de silencio y de paz. Dios está presente. Él me mira y yo Le miro. Jesús ha dicho: «Aquel que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, a Mí me acoge». Cada persona es sagrada: sea cual sea su minusvalía, fragilidad, cultura o religión, ha sido creada a imagen de Dios. Es corazón, capacidad de amar y de ser amada. Las personas con discapacidad, sobre todo, quieren amar y ser amadas. La acogida dada a El Arca en Madrid me emociona mucho; Fe y Luz está muy presente en el proyecto de Madrid y le da un apoyo esencial. Pero todavía queda mucho por hacer.