Nada por aquí y mucho por allá. Magic for humans es una entretenidísima serie sobre la magia que es capaz de desplegar un showman como Justin Willman en los más variados escenarios, pero sobre todo es una serie acerca de los seres humanos, a los que nos embauca y nos va retratando con la boca abierta y la cara de asombro. Podemos verla en Netflix y consta de tres temporadas, compuestas a su vez por seis o siete episodios, de una duración aproximada de 25 minutos cada uno. Son monotemáticos y giran en torno a cuestiones tan sugerentes como la Navidad, el amor, el hogar o la tradición. Casi todos pueden verse en familia, incluso hay alguno donde los niños son directamente protagonistas.
Las historias mantienen un mágico hilo conductor, que se va desvelando a medida que vamos adentrándonos en los capítulos y suponen toda una dosis de oxígeno e ilusión ante tanta serie distópica, metida de lleno en otros terroríficos mundos posibles, donde campa a sus anchas la desesperanza y no queda resquicio para realidades como esta. La magia, en este tiempo color ceniza, es un bálsamo para el alma audiovisual.
Es verdad que puede resultarnos, en ciertos aspectos, demasiado americana, pero no es menos cierto que la magia vive entre nosotros una época dorada, con el eterno Tamariz y una escuela de aventajados sucesores (Jorge Blass, Mago Pop…); un Festival Internacional de Magia, que se celebra anualmente en Madrid, y una pizca de magia repartida de forma habitual por programas de entretenimiento tan dispares como pueden ser El Hormiguero o Got Talent.
Si se han quedado en conejos que salían de las chisteras y mujeres aparentemente partidas en dos, denle una oportunidad a Magic for humans. No les defraudará, no se llevarán a engaño. Por supuesto que hay truco, pero el mago, a diferencia de otros, lo reconoce.