El cardenal Osoro reivindica a Lejeune: la medicina «no puede cambiar de bando»
El cardenal Osoro presidió una Misa de acción de gracias por la declaración como venerable de Jérôme Lejeune, «un hombre misericordioso que defendió la vida de los más débiles»
El cardenal Osoro presidió una Misa de acción de gracias por la declaración como venerable de Jérôme Lejeune, «un hombre misericordioso que defendió la vida de los más débiles» y «tiene una actualidad singular para todos nosotros».
Jérôme Lejeune fue «un hombre misericordioso que defendió la vida de los más débiles» y «tiene una actualidad singular para todos nosotros». Así lo subrayó el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, este jueves, 11 de febrero, en la Misa de acción de gracias por su reciente declaración como venerable, organizada por la Fundación Jérôme Lejeune en la catedral de Santa María la Real de la Almudena.
El purpurado recordó que fue «un genetista de renombre mundial», que atendió a «9.000 pacientes de todo el mundo», y que en 1958 descubrió «la anomalía cromosómica» que determina el síndrome de Down, «barriendo la evidencia científica de prejuicios que invadían a muchos niños y niñas».
Lejeune fue también, tal y como señaló el arzobispo, «un hombre católico, antiabortista, defensor de la vida», que demostró que «la fe y la ciencia no se oponen, sino que se complementan». «Él decía que la medicina siempre ha estado luchando por la salud y la vida, contra la enfermedad y la muerte, y no puede cambiar de bando», aseveró.
Por ello, «el mundo científico le dio la espalda» e «incluso le quitaron muchas veces los fondos» para sus investigaciones, pero «esas heridas que quizá él tuvo en la vida, de incomprensión», no le pusieron «en contra de los demás» –detalló–, sino que «su pensamiento y su fe continuaron un camino que ha iluminado toda su vida», alimentado por el Evangelio.
Ejemplo para «esta humanidad dolorida»
En este sentido, el cardenal Osoro se detuvo en el apoyo de su mujer y sus cinco hijos, así como en su vinculación a san Juan Pablo II y a la Academia Pontificia para la Vida. «Juntos la pensaron, la intuyeron y trabajaron para su nacimiento», añadió, y «fue significativo que el primer presidente esta academia fuera un laico, médico, un científico, un amante de los hombres y de sus necesidades».
«Estamos agradeciendo a Dios que nos haya entregado este hombre venerable a través de la Iglesia, capaz de aunar ciencia y medicina, capaz de aunar fe y compromiso moral, orientando todo hacia el amor a la vida, transformando su atención y cuidado por aquellas personas que, por enfermedad o discapacidad, siempre deben ser amadas y ayudadas», abundó.
Con estas referencias, el arzobispo de Madrid dedicó la parte final de su homilía a animar a la Iglesia a presentar a «esta humanidad dolorida» el rostro de este «hombre que defiende la vida y defiende a los que más necesitan». Así reivindicó la condición del ser humano de criatura, cuya vida procede de «dos laderas: padre y madre» y que provoca «salir de nuestras fronteras, anunciar el Evangelio y nos hace curar siempre, como lo hizo el Señor».
Homilía en vídeo