«En el hospital me aburría»
Vivian tiene leucemia. A causa de la pandemia, pasó un mes casi sin salir de la habitación y sin ver a nadie más que a su madre. La Fundación Aladina sigue acompañando a estos niños y sus familias
El verano pasado Vivian se empezó a sentir mal. «Tenía fiebre», nos cuenta, y al principio los médicos pensaron que era la COVID-19. Pero las pruebas que le hacían daban siempre negativo, y tuvieron que investigar más. Al final, el 31 de julio le dijeron que lo que tenía era leucemia. «Me asusté un poco». Sabía que era un tipo de cáncer y «pensé que me iba a morir, como les pasa a algunos». El cáncer es la principal causa de muerte entre niños en España. Aunque la mayoría de los 1.400 chicos a los que se les diagnostica cada año se curan. Para apoyarlos a todos, el 15 de febrero se celebra el Día Internacional del Cáncer Infantil.
Vivian ingresó en el hospital Gregorio Marañón, de Madrid, para el tratamiento. A esta difícil experiencia se le sumó el estar encerrada «todo el rato en mi habitación». En las zonas de pediatría de muchos hospitales suele haber aulas, salas de juegos e incluso teatros, pero «no se podían usar». Tampoco veía a nadie más que a su madre y a los médicos. Solo al cabo de varias semanas pudieron ir alguna vez a verla su padre y su hermano, casi siempre de uno en uno.
«Antes del coronavirus los padres se turnaban en el hospital y a los niños los podían visitar familiares y amigos», explica Lorena Díez, directora de Hospitales de la Fundación Aladina, una organización que ayuda a estos niños. Pero en los peores momentos de la pandemia, «algunos niños con trasplante de médula se tuvieron que quedar meses seguidos en su cuarto con su madre o su padre». Los pequeños «lo llevaban mejor», pero a los mayores les costaba.
Juntos desde Casa
«Me aburría un poco», reconoce Vivian. Solo se entretenía viendo la televisión, y participando por videoconferencia en las actividades que organizaba la Fundación Aladina. «Los voluntarios han tenido que dejar de ir a los hospitales», dice Lorena. Al mejorar la situación, se dejó que volvieran los psicólogos que Aladina ofrece para ayudar, y también otros trabajadores que hacen actividades deportivas. Pero los niños seguían necesitando compañía, y por eso, «desde el primer momento, pusimos en marcha el proyecto Juntos desde Casa», con clases de cocina, talleres de pintura, juegos de misterio y también actividades de relajación para los padres.
A medida que pasaban las semanas, a Vivian se le fue quitando el miedo porque «me dijeron que el tratamiento iba bien». Después del primer mes pudo irse a casa, aunque no podía salir a la calle «por la COVID-19 y los tratamientos». Le bajan las defensas y corre el riesgo de coger alguna otra enfermedad.
El momento favorito de Vivian en el hospital era «cuando llamaban las chicas de los perros y de los caballos». Esta terapia con animales por videconferencia es una de las actividades estrella de Aladina en Juntos desde Casa. Con la ayuda y los consejos de una monitora, «les digo que salten, que tiren la pelota y la recojan…». Pueden hasta jugar al tres en raya con el perro, añade Lorena, de la fundación: el monitor «les enseña a darles órdenes para que el perro vaya donde está la ficha que quiere mover y la ponga en otro sitio».
Cuando toca videoconferencia con caballos, «los monitores los cepillan, los acarician y les dan de comer, y nos entretiene verlo», sigue Vivian. Pero lo mejor fue cuando, una vez que se encontraba un poco, mejor Aladina organizó una salida de toda la familia para ver a los caballos. «Me dejaron montar en uno», cuenta encantada. No es solo un pasatiempo, aclara Lorena. «Se crean lazos que ayudan a que los niños se sientan mejor física y psíquicamente».