El Papa volvió a referirse esta semana a «nuestros hermanos refugiados», con motivo de la celebración del Día del Refugiado, el viernes 20 de junio. Después de la catequesis del miércoles, el Santo Padre recordó a los presentes que el número de personas que abandonan sus casas para salvarse está creciendo: «Millones de familias refugiadas de muchos países y de diferentes profesiones religiosas viven historias dramáticas y heridas que difícilmente podrán ser curadas», afirmó. Y pidió que «estemos cerca de ellos, compartiendo sus miedos e incertidumbres por el futuro y aliviando sus sufrimientos» de forma concreta. Porque, como señaló el Pontífice, «Jesús fue un refugiado que tuvo que huir para salvar la vida».
En mayo de este año, la agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), informó que en el 2012 el número de refugiados en el mundo superó los 33.300.000 de personas, lo que representa un incremento de 4.500.000 respecto del año anterior. Según la agencia, dos de cada tres refugiados se concentran en Colombia, Siria, Nigeria, la República Democrática del Congo y Sudán. Siria es el país con mayor número de desplazados internos.
Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de Refugiado
El Papa, durante todo su pontificado, ha dedicado una especial atención al problema de los refugiados. Durante la Jornada que la Iglesia celebra en enero, el Santo Padre incidió en que «no son peones sobre el tablero de la Humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser algo más». En el texto, el Papa recalcó que «la Iglesia se compromete a comprender las causas de las migraciones, pero también a trabajar para superar sus efectos negativos y valorizar los positivos en las comunidades de origen, tránsito y destino». Al mismo tiempo, señaló, «no podemos dejar de denunciar el escándalo de la pobreza. Violencia, explotación, discriminación, marginación y planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales son algunos de los principales elementos de pobreza que se deben superar. Precisamente, estos aspectos caracterizan muchas veces los movimientos migratorios».
También el Papa aludió a la importancia del trabajo conjunto internacional, ya que «la realidad de las migraciones pide ser afrontada y gestionada de un modo nuevo, equitativo y eficaz». Y recordó a los países que «trabajar juntos por un mundo mejor exige la ayuda recíproca, con disponibilidad y confianza, sin levantar barreras infranqueables. Es importante subrayar cómo esta colaboración comienza con el esfuerzo que cada país debería hacer para crear mejores condiciones económicas y sociales en su patria, de modo que la emigración no sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto de la dignidad humana».