Tensión preelectoral en la República Centroafricana y «terror» en la población
Los obispos centroafricanos han rechazado «cualquier alianza político-militar» después de que los grupos armados que controlan dos tercios del país hayan anunciado una coalición días antes de unas polémicas elecciones
La República Centroafricana vive estos días una Navidad tensa, en plena incertidumbre en torno a las elecciones generales programadas para el domingo. Los obispos han condenado «cualquier alianza político-militar que apunte a la desestabilización del sistema democrático, paralizando la vida sociopolítica y económica y dañando la paz y el bienestar». En un comunicado publicado el fin de semana, la Conferencia Episcopal Centroafricana denunciaba los «juegos» que buscan «proteger e incrementar los intereses geoestratégicos y económicos de los grandes poderes en detrimento del pueblo centroafricano».
Se referían por ejemplo a la coalición anunciada el día 19 por los tres principales grupos rebeldes armados, que controlan dos tercios del país. Tras unificarse en la Coalición de Patriotas por el Cambio se dirigieron hacia la capital, Bangui. Entre ellos se encuentran las milicias antibalaka, creadas a raíz de la guerra civil de 2013 para proteger a la población no musulmana de los grupos seleka. De momento, informaba a Fides el misionero carmelita Aurelio Gazzera, la Misión de la ONU (MINUSCA) parecía haber logrado bloquearlos. Pero «no sabemos cómo evolucionará la situación en los próximos días».
El domingo, la principal entidad opositora exigió que se pospusieran las elecciones debido a la violencia que se estaba produciendo a las afueras de Bangui y que obligaron a las fuerzas de la ONU a desplegar sus operativos en la zona, según informó Reuters. La oposición también ha manifestado su miedo a que se produzca un gran fraude electoral. El Gobierno, por su parte, ha alertado que el expresidente François Bozize planea un golpe de estado en vísperas de los comicios.
«Terror en la población civil»
Todo ello llevaba a los obispos a denunciar que «la seguridad en el interior del país se está deteriorando cada vez más». «Muchos candidatos están siendo incapaces de volver a sus circunscripciones», añadían. Al mismo tiempo, la gente de zonas remotas está intentando llegar a la capital por miedo a ataques armados. El padre Gazzera, de hecho, hablaba de «terror en la población civil». Tenía dudas de si sería capaz de llegar a las aldeas interiores de su parroquia para celebrar allí la Navidad.
Por otro lado el cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, compartía con Deutsche Welle que en los lugares más remotos de República Centroafricana «mucha gente, desde que comenzaron estos eventos, ha estado viviendo en el monte. Ni siquiera podrán salir a votar». «¿Cuál es el propósito de todas estas tensiones?», se preguntaban los prelados en su mensaje. «¿Irrumpir en el proceso electoral? ¿Tomar el poder por la fuerza de las armas? ¿Destruir lo poco que se ha reconstruido?».
Frente a estas descorazonadoras respuestas, y ante la posible implicación de Rusia y Francia, apelaban a la Comunidad Económica de Estados de África Central, a la Unión Africana y a Naciones Unidas. También exhortaban al Gobierno a priorizar «el diálogo y el consenso en cumplimiento estricto del orden constitucional» y a implementar el plan de seguridad firmado en octubre con las fuerzas de la ONU. «La Iglesia valora el sistema democrático, que asegura la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas» y les permite «controlar a sus gobernantes y sustituirlos pacíficamente cuando es adecuado».
Escuelas en vez de armas
A los grupos armados, la conferencia episcopal de República Centroafricana les pedía que «dejen caer las armas, y renuncien a todos los actos de violencia contra la población civil y los candidatos y a tomar el poder por la fuerza». Y a quienes utilizan al país para sus intereses les pedían, en vez de armas, «escuelas agrícolas, técnicas y de formación profesional donde los jóvenes se formen para contribuir de forma más humana a la reconstrucción de nuestra nación».
El mismo tono urgente usaba el cardenal Nzapalainga en su entrevista con la emisora pública alemana: «Debemos empujarnos unos a otros para enterrar el hacha e ir a las elecciones para que podamos elegir presidente, elegir a nuestros diputados e iniciar un nuevo experimento democrático». Y concluía: «Cuando la nación se ve amenazada en su interior, todos debemos ir más allá de nuestras particularidades y decir que hablamos un solo idioma. Mi llamado es pedirles a todos los centroafricanos que puedan verse como hermanos, discutir y buscar soluciones».