Josemari Aymerich: «Abrir el colegio al barrio nos hace mejores» - Alfa y Omega

Josemari Aymerich: «Abrir el colegio al barrio nos hace mejores»

El colegio Sagrado Corazón de Pamplona acaba de recibir un premio nacional por un proyecto relacionado con las migraciones

Fran Otero
Josemari Aymerich
Foto cedida por Josemari Aymerich.

Josemari Aymerich es tutor de 1º de Bachillerato y profesor de Filosofía e Historia del Arte en el colegio Sagrado Corazón de Pamplona, de la Fundación Educativa Sofía Barat. Allí coordina los proyectos de aprendizaje-servicio, una metodología innovadora por la que el centro apostó hace poco más de tres años y de la que se ha convertido en un referente. Sus premios dan fe de ello.

¿En qué consiste la metodología de aprendizaje-servicio?
No es otra cosa que vincular lo que enseñamos en las aulas con proyectos que puedan mejorar algo del entorno.

Han recibido el Premio Nacional de Inmigración y Convivencia de la Red de Aprendizaje-Servicio por el proyecto Pamplona, ciudad abierta. Hábleme de él.
El germen de esta iniciativa fue un proyecto, en el curso 2018-2019, de un grupo de alumnos de 2º de Bachillerato. Estudiaban en Historia del Arte el patrimonio artístico y cultural de Pamplona y Navarra. Decidieron que eso lo tenían que compartir con alguien. Así que contactamos con CEAR y los alumnos se encargaron de contar la ciudad, su cultura y patrimonio, a personas solicitantes de asilo. Que gente de Pamplona les enseñase la ciudad fue para ellos muy importante. Al curso siguiente, y tras explicar la experiencia, los chicos de 1º de Bachillerato me dijeron que querían hacer algo parecido.

¿Lo hicieron?
Primero estudiaron las migraciones de la mano de la ONG Alboan y, con la teoría aprendida, fueron a buscar y a conocer a las personas. Justo se instaló al lado del colegio la Asociación Servicio Socioeducativo Intercultural (SEI) y les propuse que se acercaran. Esta asociación acompaña a adolescentes que acaban de migrar junto con sus familias. Los alumnos se fueron integrando en las diferentes actividades o ejerciendo como monitores de los más pequeños. A partir de ahí se inició una relación muy bonita: compartieron tiempo libre, se conocieron… Fue como cerrar un círculo, pues entendieron lo que habían aprendido. A ellos la experiencia les pareció normal. Pero no lo es, porque el discurso de la sociedad no es de acogida, es otro. Fue extraordinaria, a pesar de que la pandemia canceló muchas acciones que ya tenían previstas. Iban a hacer una gran fiesta en el colegio y juntar a más de 100 personas, tenían prevista una visita de la mano de Alboan al Parlamento de Navarra para contar su experiencia y llevar un mensaje de incidencia y querían organizar una marcha por la integración con diferentes asociaciones…

¿Ha cambiado el colegio estos años?
Ha cambiado y da vértigo. En 2017 no sabía nada de aprendizaje-servicio y tres años después hemos puesto en marcha numerosos proyectos, estamos en contacto con una treintena de asociaciones… Nos hemos abierto al barrio. Abrir las puertas del colegio a todos estos grupos –Cáritas, Banco de Alimentos– nos hace mejores, renueva nuestro sentido educativo. Como centro inspirado en el Sagrado Corazón, tenemos un compromiso de educar en la justicia y en la fe que mira a las personas y quiere transformar el mundo.

Cuénteme algún proyecto más… Creo que recorren todas las etapas, incluso en Educación Infantil.
En Infantil tenemos el proyecto Botones: los alumnos de 5 años acompañan, a principio de curso, a los más pequeños –los de 3–, hasta sus aulas desde la entrada y los ayudan a quitarse el abrigo, a colocar sus cosas y a abrocharse el babi. Fue muy bonito ver cómo los mayores se responsabilizaron y los pequeños ganaron autonomía. Este curso no se hace por la COVID-19. En esta etapa, el año pasado, cuando estaban trabajando los animales, las profesoras contactaron con una perrera, vino un perro al colegio y organizaron una fiesta para los padres cuya entrada era comida para perros. Como ahora están con el comercio, quieren apadrinar una tienda local, ya que es un sector que está sufriendo mucho.

En las otras etapas hemos llevado a cabo proyectos intergeneracionales, de acompañamiento a personas mayores, pues tenemos tres residencias en nuestro entorno y conocemos varias asociaciones de jubilados; también relacionados con la discapacidad, en los que hemos colaborado con colegios de Educación Especial; o de tipo social, como un proyecto con Cáritas con mujeres con vidas complicadas…

¿Qué impacto está teniendo en los alumnos?
Ellos mismos reconocen que en esta experiencia reciben y aprenden mucho más de lo que ayudan. Siempre les digo que van a hacer un proyecto y que no son salvadores de nada ni nadie, que van a colaborar, a jugar y a divertirse. En el caso del proyecto Pamplona, ciudad abierta, el encuentro con las personas migrantes les ha derribado muchísimos prejuicios.

¿Cómo ha afectado la pandemia a todo este trabajo?
Ha sido un frenazo en seco. Si lo nuestro era abrirnos al exterior y contactar con otros colectivos, ya no podemos hacerlo. Todos los protocolos nos lo impiden. Este curso va a ser de resistencia. Pero seguimos haciendo cosas.

¿Cuáles?
En 1º de Bachillerato estamos dentro de un proyecto a nivel europeo. Es online y los chicos trabajan por grupos sobre temas como la discapacidad, la inmigración, el acoso, los valores del deporte… Cada centro los va a estudiar en su entorno y va a proponer medidas concretas. Luego escucharán lo que ocurre en otros países y buscarán soluciones comunes.. En Primaria vamos a colaborar con una asociación que ayuda a niños con cáncer. Como no podemos ir a verlos, colaboraremos en la decoración de las salas de espera de los hospitales de modo que sean más acogedoras.