Carlos Nobre: «Hay riesgo de colapso en la selva amazónica»
«Solo en la Amazonía brasileña, que ocupa el 63 % de la foresta tropical, la deforestación ha aumentado un 30 % este año respecto al 2019», denuncia el científico brasileño Carlos Nobre, que formó parte del equipo que ganó el Premio Nobel de la Paz en 2007
Carlos Nobre participó la pasada semana en la conferencia virtual organizada por la Pontificia Comisión para América Latina, la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) sobre el impacto de la pandemia en la región. Según el científico, el escenario actual es desolador. Las consecuencias de la COVID-19 amenazan con desatar un genocidio entre las comunidades indígenas.
Durante el Sínodo de los obispos en octubre de 2019, la selva amazónica estaba a punto del colapso. ¿Cómo definiría la situación actual?
Por desgracia estamos peor. Solo en la Amazonía brasileña, que ocupa el 63 % de la foresta tropical, la deforestación ha aumentado un 30 % este año respecto al 2019. La superficie quemada desde enero hasta hoy supone más de 19.000 kilómetros cuadrados, la más extensa en la última década. Si no frenamos la tala de árboles y los incendios, corremos el riesgo de llegar a un colapso irreversible en la selva amazónica. Y si seguimos como hasta ahora, en 20 años la degradación será tal que, además de tener un impacto brutal en el clima global, se destruirían los pilares esenciales de la vida indígena, y el desequilibrio ecológico podría generar nuevas pandemias. No podemos permitirnos una sabana árida.
¿Cómo está afectando la situación de la pandemia a la Amazonia?
El coronavirus se ha propagado con gran velocidad por la selva y en las poblaciones indígenas no solo ha presentado una tasa de contagio mayor, sino que la mortalidad es mucho más alta que entre la población blanca. Es un virus nuevo para todos, donde la falta de inmunidad es igual en todas las poblaciones, pero el virus es más letal entre los indígenas, y si no ha sido todavía peor es porque se aislaron para protegerse.
El Santo Padre denuncia en Laudato si que los más afectados por el cambio climático son los pobres. Hay quien incluso va más allá y señala que el peor enemigo del medio ambiente es la pobreza. ¿Está de acuerdo?
No hay duda de que a los pobres les faltan las herramientas y los mecanismos para adaptarse al impacto negativo del cambio climático. Además, los que menos tienen son también los menos responsables en términos de emisiones de gases contaminantes. Por eso eliminar la pobreza es fundamental para doblegar el impacto del cambio climático en la humanidad. Pero solo esto no basta. Además de mermar la pobreza, hay que llevar a cabo un cambio radical en los patrones de emisión de gases de efecto invernadero.
¿Cómo podemos interpretar la pandemia desde un punto de vista científico?
En el siglo XX hemos vivido dos grandes pandemias globales. En el XXI cuatro, dos por década. Existe una relación directa con el creciente desequilibrio ecológico del planeta Tierra. Los bosques tropicales albergan millones de especies de virus, bacterias, parásitos… muchos de ellos tienen en su composición elementos que los podrían volver patógenos para los seres humanos con el riesgo de generar nuevas epidemias. No hay tiempo que perder.
¿El populismo ha impactado también en la ciencia?
En las últimas dos décadas hemos asistido a un sorprendente crecimiento global del movimiento anticientífico, que minimizaba graves problemas como el cambio climático. Por eso, no es sorprendente que los regímenes populistas hayan negado la gravedad de la COVID-19. Pero, afortunadamente, la pandemia también está sirviendo para despertar conciencias y debilitar el negacionismo. Además, las encuestas de opinión reflejan que más del 70 % de la sociedad global es consciente de los riesgos del cambio climático.
Usted está impulsando un proyecto para la creación de laboratorios en el interior de la Amazonia. ¿Qué resultados está obteniendo?
Con el proyecto denominado Amazonia 4.0 estamos demostrando que el tesoro de la selva amazónica radica en el número casi infinito de especies existentes que viven en su vasta biodiversidad. Por eso, utilizamos las tecnologías modernas para ayudar a las poblaciones amazónicas a preservar la vida. De este modo, combinamos el conocimiento científico y el tradicional para crear una nueva bioeconomía de bosque que mejore la cadena productiva y agregue valor a productos de la selva como el cacao o el açaí.
El profesor brasileño Carlos Nobre lleva más de 40 años estudiando el impacto de la deforestación en la Amazonía. Fue coautor del Cuarto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) que le valió el Premio Nobel de la Paz en 2007. El experto en medio ambiente presentó en febrero junto al entonces secretario general del Sínodo de los obispos, el cardenal Lorenzo Baldisseri, la exhortación apostólica del Papa Querida Amazonia.