El legado de Garayoa: Todo depende «del corazón que le pongas a las cosas»
José Luis Garayoa se encontró hace unos meses de forma virtual con la juventud de los agustinos recoletos. El vídeo de aquel encuentro bien vale como legado del misionero, que entregó su vida a los demás en cualquier circunstancia
«En Valladolid estoy feliz, pero quisiera dedicar mis últimos años de capacidad física a los más pobres». Así fue como el agustino recoleto y colaborador de Alfa y Omega José Luis Garayoa convenció a sus superiores para dejar España e irse a la misión en Sierra Leona.
Pero en el país africano, el misionero pudo encontrar el final de sus días mucho antes de lo que imaginaba. Fue secuestrado, junto a grupo de occidentales, por un grupo armado en plena guerra civil en el país. «Nos secuestraron por ser blancos para usarnos de escudos humanos ante el avance de las fuerzas de Naciones Unidas», aseguraba recientemente en un encuentro virtual con la juventud recoleta.
Garayoa no encontró la muerte aquel día. Alguien se ofreció a morir por él, lo que hizo reflexionar al misionero: «Yo he predicado siempre que tienes que ser capaz de dar la vida por el otro y, ahora, un negro que no conozco de nada, hace esto». Al final, no murió nadie, pero el agustino recoleto aprendió del testimonio de quien ofreció su vida por él y también hasta qué punto el racismo está enquistado en el mundo. «El secuestrador le contestó: “¿Y a quién le importa la vida de un negro?” Si te mato a ti no obtengo ningún eco mediático, pero si lo mato a él todo el mundo hablará de nosotros”».
El sufrimiento de los niños
En Sierra Leona también se enfrentó a la muerte, pero de los más indefensos, que fueron diezmados a causa del ébola. «El último año de la epidemia fue terrible porque se te morían los niños sin que pudieras hacer nada», revelaba el misionero en aquel encuentro virtual.
La muerte de los más pequeños le impactaba especialmente porque «en Ciudad de los Niños aprendí el valor del cariño», aseguraba. «Me vais a perdonar la expresión», pero allí «éramos como recicladores de basura. Lo que la gente despreciaba y tiraba al basurero –contaba Garayoa sobre este proyecto de los Agustinos Recoletos en Costa Rica–, el trabajo de un grupo de religiosos soñadores era rescatarlos, hacerlos útiles para la sociedad y sacar de ellos algo positivo».
Poner el corazón
En aquella charla, José Luis Garayoa reflexionaba sobre los misioneros y se preguntaba «“¿de qué depende la misión?”. Dar clase de Religión a última hora del viernes a los estudiantes de 8º R, donde metían a los chavales que no querían estudiar ni nada, eso era igual de heroico o más que la misión en Sierra Leona». Todo depende «del corazón que tú le pongas a las cosas».
¿Miedo al coronavirus?
Un mes antes de aquel video encuentro, el misionero le decía a nuestro compañero Carlos González en la revista Ecclesia: «Tras 22 malarias, un secuestro y a punto de ser fusilado, ¿cómo voy a tener miedo al coronavirus?». Miedo ninguno, pero lo que no pudo antes ninguna otra bacteria o asesino, lo ha conseguido el COVID-19, que ha sesgado este martes la vida de José Luis y nos ha privado a todos de seguir aprendiendo de su testimonio de entrega a la misión y a los demás.