«Necesitamos llenar la despensa»
Los bancos de alimentos de toda España se enfrentan a la Gran Recogida de noviembre con su estructura «muy tensionada» debido a la demanda creciente de peticiones
Gran Recogida organizada por los bancos de alimentos de toda España. Se trata de una iniciativa que, debido a la pandemia, «es más necesaria que nunca», asegura Miguel Fernández, director de la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL).
La Gran Recogida de este año debería permitir a los bancos obtener género suficiente para seguir ayudando a las entidades que luchan en primera línea contra la crisis. Pero esta situación añade un reto más, ya que las condiciones sanitarias impiden donar bolsas de comida, como se venía haciendo en años anteriores. Ahora los voluntarios que esperen en las puertas de los comercios solo podrán informar a los clientes de la posibilidad de hacer un donativo económico en caja o vía online.
Esto añade más incertidumbre a la situación de los grandes mayoristas de la caridad en España. Los datos que maneja FESBAL preocupan porque, si en todo 2019 se había atendido a 1,1 millones de personas, en junio de este año estaban dando comida a 1,5 millones, y a principios de octubre a 1,8 millones. En total, la demanda de alimentos ha crecido más de un 40 %.
«Tenemos alimentos para máximo dos meses, pero la realidad es que los bancos están apurando ya las existencias», afirma Ángel Franco, responsable de comunicación de la federación; «necesitamos llenar la despensa». La esperanza está puesta en la Gran Recogida, porque aunque en octubre llegaron 17 millones de kilos procedentes del Fondo de Ayuda Europea para los Más Necesitados (FEAD), «el problema es qué pasará el año que viene».
De doce a siete kilos
«No tenemos para mucho tiempo más; por eso tenemos que entregar menos alimentos a las entidades que lo solicitan», afirma Lluís Fatjó-Vilas, director del Banco de Alimentos de Barcelona. Si en julio estaban repartiendo doce kilos por persona al mes, ahora han bajado a siete, «pero la demanda no deja de aumentar».
«La Gran Recogida supone tener alimentos para ayudar otros tres meses», señala, al mismo tiempo que reconoce su «incertidumbre» por el formato que tiene este año la iniciativa. «No sabemos cómo va a funcionar; no tenemos ninguna referencia y no podemos hacer ninguna estimación». Si el año pasado recogieron cuatro millones de kilos en Cataluña, «este año no sé cómo los vamos a conseguir. Si lo traduces a euros es mucho dinero. Estamos esperanzados y preocupados al mismo tiempo. Si no sale bien, los próximos meses lo vamos a pasar mal».
En Madrid, la segunda ola «nos ha pillado más o menos igual que en junio», dice Gema Escrivá de Romaní, directora del banco de alimentos de la capital. «No tenemos la demanda brutal de marzo y abril, y hemos conseguido reponer nuestras estanterías, pero estamos al límite», afirma.
El Banco de Alimentos de Madrid está repartiendo ahora mismo dos millones de kilos al mes para 190.000 personas, atendidas por 540 entidades sociales, un volumen un 40 % superior al del año pasado. «Tenemos la logística muy tensionada. Entran y salen cada vez más alimentos, y a nivel de existencias estamos intentando evitar el desabastecimiento de productos esenciales», explica Escrivá de Romaní. «Estamos permanentemente vigilando el stock para estar cubiertos; si antes lo hacíamos una vez al mes, ahora lo hacemos una vez a la semana».
Para mantener este ritmo necesitan la Gran Recogida: «Es vital para nosotros que la gente sepa que absolutamente todo el dinero que se recaude va a destinarse a la adquisición de alimentos. De ello depende que podamos seguir dando comida a la gente hasta primavera».
Este año solo se podrán hacer donaciones económicas, bien en las cajas de los comercios en los días de la Gran Recogida, o bien a través de la web granrecogidadealimentos.org.
Problemas con la variedad
En provincias la situación no es muy distinta. Por ejemplo, en Córdoba la solidaridad de la gente permitió llenar la despensa en mayo, «pero ahora solo estamos dando alimentos básicos». «No tenemos problema en cuanto a la cantidad, pero sí en cuanto a la variedad. No tenemos otra cosa porque nos hemos querido centrar en lo básico», dice Carlos Eslava, presidente del banco de alimentos local. Ellos también han sufrido un aumento considerable en la demanda y miran con esperanza la iniciativa de noviembre, «porque el dinero se nos va a acabar a finales de año».
Un problema que la pandemia ha añadido a las entidades es que ya no se pueden realizar operaciones kilo presenciales, que era una de las principales fuentes de abastecimiento del banco de La Coruña. «A nosotros este tipo de recogidas nos daba juego para todo el año, pero ahora lo tenemos que comprar todo. Llevamos meses llamando a la puerta de particulares, empresas y administraciones. La gente está siendo muy generosa y gracias a eso estamos sobreviviendo», asegura Conchi Rey, directora del banco.
«Pero esto sigue creciendo, no sabemos lo que se nos viene encima», dice Rey, que reconoce que de existencias están «muy faltos», por lo que esperan «como agua de mayo» la Gran Recogida: «siempre nos ha dado para seis meses, pero ahora tenemos que ver cómo nos sale».
El ingreso mínimo vital, aprobado a finales de mayo para sostener los hogares españoles más afectados por la crisis, no está cumpliendo su objetivo. Del casi millón de solicitudes tramitadas hasta el mes de octubre, solo se han resuelto 340.000, y de ellas solo el 14 % han sido aprobadas.
La semana pasada, la Fundación Madrina denunciaba que el 10 % de las situaciones de calle se deben al vacío administrativo que padece hoy España, la principal dificultad para acceder al IMV. «La implementación ha sido difícil porque no se ha tenido en cuenta cómo es la población a la que ha sido dirigido», afirma Macarena Olid, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, una de las comunidades donde más solicitudes se han realizado. «Hacer los trámites de manera telemática es imposible para muchos», y además «no hay personal suficiente, y no sabemos tampoco si hay suficientes recursos económicos», añade.
Esto afecta a numerosas familias, que tienen «una sensación de decepción» que evidencia «una desprotección absoluta en medio de una situación tan dramática como esta», afirma Olid. El IMV «se vio como un alivio, pero no está solucionando nada. Ha sido otra decepción más».