El Teatro Cofidis recoge durante seis únicas semanas Enrique VIII, la obra de William Shakespeare jamás antes representada en España, y con la que ahora se atreve la compañía Rakatá Fundación Siglo de Oro, después del gran éxito recogido en su paso por The Shakespeare’s Globe Theatre de Londres.
Acostumbrados a las tragedias que William Shakespeare dejó escritas, Enrique VIII pretende acercarse a una postura crítica respecto a los poderes ilimitados de alta alcurnia. Unidos España e Inglaterra a causa del enlace matrimonial de Enrique VIII y la reina Catalina de Aragón, los espectadores serán testigos de los cambios políticos y religiosos de aquélla época, que desembocarán en la ruptura de este matrimonio y, por tanto, de los bienes que unían ambos países.
Si Shakespeare destaca por algo es por su fuerza poética en cada palabra que en sus obras se proclama. Algo que no ha dejado de lado el director Ernesto Arias, conjugando cada momento decisivo con el mayor poder del ser humano, el don de la sutileza verbal.
Ya decía Edward Bulwer-Lytton que la pluma es más fuerte que la espada, y así conseguía Shakespeare ganar cualquier batalla en esta obra, donde el poder lo tiene el Rey. Cualquiera, sin embargo, con más fuerza en su verborrea lograría convencer al Rey de sus intereses y llevarlo al camino que más le convenía. El cardenal Wosey es el que solía poseer ese don de la palabra y convencimiento, respaldado, a su vez, por las decisiones del obispado en Roma. Política y religión se verán enzarzados en disputas considerables que conllevarán decisiones, reformas, pero sobre todo, encenderán llamas de amor y apagarán luces de vida en personajes ilustres de la obra.
Ernesto Arias ha logrado una envidiosa representación de la última obra que nos dejó William Shakespeare. Su fidelidad por la esencia del escritor ha sido clave para llevar su particularidad a los más recónditos escondites de un decorado que, a pesar de su sencillez -tres puertas y dos columnas-, consigue ser y hacernos testigos de las más graves injusticias.
Pero como toda obra representada, la elegancia de los actores es factor clave para el éxito, y aquí tampoco se ha atragantado Ernesto Arias, habiendo escogido el más rico y favorable reparto para Enrique VIII. El tono de sus súplicas versales logra involucrar al espectador en el escenario y ser partícipe de los sucesos que allí se acontecen.
La devoción de nuestra reina Catalina de Aragón (Elena González) se lleva la palma de oro en interpretación, haciéndonos creer las más ilustres situaciones que llega a vivir en la obra. El lenguaje antiguo de Shakespeare parece no ser inconveniente para sentir la injusticia que está viviendo en el escenario. Ya lo decía el actor Jesús Fuente -quien interpreta con maestría al cardenal Wosey– en el coloquio posterior a la obra: «En Enrique VIII se vive la problemática de una época, un momento clave en la historia de Inglaterra y en la historia de Europa. El personaje de Catalina es el único verdaderamente honrado, verdaderamente sincero y verdaderamente valiente, sin mácula».
A su vez, Fernando Gil se convierte en un verdadero Rey Enrique VIII, galante como era, y egoísta como se sospechaba. Encandila a una Ana Bolena (Sara Moraleda) modosa en su pose, tal y como encandila a los testigos de la obra, que llegan a aplaudir el orgullo de este rey perfectamente interpretado.
La facilidad con que Shakespeare ocultaba las más célebres críticas a la política, religión y monarquía de la época se hacen eco en esta obra. Y entre querellas e injusticias, el escritor deja que sus personajes se defiendan ante ellas con actos y palabras, antes de caer en la más profunda oscuridad. Así lo harán Buckingham, el cardenal Wolsey y la reina Catalina de Aragón. Y los espectadores, emocionados, se despiden de éstos con el más compasivo de los aplausos.
Sin ninguna duda, Ignacio Amestoy, director de UNIR Teatro, que presentó esta obra de Enrique VIII, no nos engañó cuando acertó a decir: «Van a recordar esta sesión toda su vida». Porque es así; una obra, un escritor, una historia, que no querremos olvidar.
Ana Eznarriaga @AnaEzna
★★★★★
Calle Alcalá, 20
Sevilla
Hasta el 30 de junio