«¡El emperador está desnudo!», grita un niño. El resto de los súbditos no se atreve a abrir la boca. Dos sastres caraduras le han confeccionado un precioso traje al soberano, en tela invisible —dicen— para los tontos y los indignos de los cargos que ocupan. El propio emperador finge que está encantado con el resultado, o de lo contrario, tendrá que reconocer que, efectivamente, no es más que un gobernante incapaz, frívolo y vanidoso…
El Museo del Ferrocarril acoge la representación del célebre cuento de El traje del Emperador, de Hans Christian Andersen. La función, a cargo de la Compañía Susana Toscano (nombre de la directora), entremezcla algunos números musicales, e incluso una breve lección de salsa para los niños.
Conviene advertir de que no se trata de una sala de teatro, sino sólo acondicionada para estos espectáculos, sin la comodidad ni la calidad de sonido de un teatro. Pero la función merece la pena. La representación, de casi una hora, es divertida, a veces desternillante. Y siempre es agradable volver a los clásicos, sobre todo, si están interpretados, como es el caso, con cierta fidelidad al texto.
Llevo a dos niños, de 3 y un año. El pequeño se duerme, pero hasta los cuatro años, no se paga entrada (la entrada de adulto, Museo incluido, no llega a los 10 euros; la de niños de hasta 12 años, unos 8). El mayor lo pasa bien, pero no ha entendido casi nada. En los siguientes días, no deja de hacer preguntas: «¿Por qué va desnudo el emperador? ¿Por qué los sastres son unos caraduras?».
Abundan los niños pequeños, de hasta cuatro o cinco años, cosa lógica, porque es a ellos a quien más llevan sus padres a ver el Museo del Ferrocarril. Lo malo es que esta obra va mejor para niños de a partir de seis. Los padres, en cualquier caso, salen encantados.
Las representaciones son los sábados y los domingos, a las 12:30. Un buen plan, sobre todo para un día lluvioso, es llegar una hora antes para ver los trenes. A los niños más mayores, les gustarán los trenes antiguos; a los pequeños, las maquetas y los trenes eléctricos, y el vagón del Talgo acondicionado como biblioteca infantil.
★★★☆☆
Paseo de las Delicias, 61
Delicias
ESPECTÁCULO FINALIZADO