Las capacidades de la discapacidad - Alfa y Omega

Las capacidades de la discapacidad

Se calcula que en la Unión Europea existen 37 millones de personas con alguna discapacidad, ya sea física, psíquica, o sensorial. El año que acaba de terminar fue declarado por el Consejo Europeo como el Año de la Discapacidad, y ha tenido como objetivo poner sobre el tapete de la realidad todas las capacidades de la discapacidad. Este reportaje pretende dibujar tan sólo unas pinceladas sobre la compleja y amplia situación actual de la discapacidad en España, conscientes de que las mayores barreras con las que se encuentra un discapacitado no son las arquitectónicas, sino las creadas por el olvido

Anabel Llamas Palacios

Lolo vivió más de 25 años inmóvil en una silla de ruedas. Los últimos 9, además, los pasó completamente ciego. Pero eso no le impidió trabajar incansablemente como periodista: escribió nueve libros, artículos de prensa, cuentos, cartas, ensayos, dirigió a jóvenes, fundó una publicación…, y nunca perdió la sonrisa, una sonrisa que el mundo contempló entre extrañado y confundido. La época de invalidez absoluta fue, sorprendentemente, la más fecunda de toda su trayectoria. Hoy, Lolo, Manuel Garrido, es Siervo de Dios y se encuentra en proceso de beatificación.

La vida de Lolo, que falleció hace 32 años, aunque su recuerdo sigue presente en todos los que lo conocieron, y muchos otros que, sin conocerlo, han podido saber de su vida, puede ser la mejor explicación o respuesta sobre la dignidad y la valía de una persona con discapacidad. Privado de casi todos los sentidos, su alma permanecía viva como el niño que acaba de nacer. Desde un rincón de su casa de Linares, movió muchos corazones, despertó muchas inquietudes, avivó muchos sueños…

Roberto Pérez Toledo es Licenciado en Comunicación Audiovisual. Desde muy joven ha sentido una predilección especial por el mundo del cine, que le ha movido a crear y dirigir numerosos guiones de cortos cinematográficos y escribir crítica de cine en distintos medios de comunicación. Hoy es una promesa del cine español que, poco a poco, se abre camino en el difícil mundo del celuloide, con cortos premiados en distintos festivales, como Mar adentro (Primer Premio en el I Festival de Cortometrajes Online de Cortovision.com), Lluvia (Mención especial en el Festival Internacional de Cine de las Palmas, en el de Zemos98-Sevilla, y en el de Jóvenes Realizadores de Zaragoza) y En otra vida (Mejor Corto en vídeo de Imacine), entre otros muchos. Sin embargo, Roberto denuncia que una gran cantidad de salas de cine no están adaptadas, y que las personas en sillas de ruedas, como él, tienen que ver las películas en filas normalmente incómodas… Eso, cuando pueden acceder a las salas.

En España hay 2 millones de hogares en los que reside, al menos, una persona, de 16 a 64 años, es decir, en edad de trabajar, con alguna discapacidad, ya sea física, sensorial o psíquica. Es un dato que debe hacernos pensar. Todos aquellos que, normalmente, no tienen contacto con personas discapacitadas, no se hacen una idea, ni remotamente, de lo que supone vivir en un mundo que muchas veces se olvida de que cada ser humano es único, y no está fabricado en serie.

Minorías de grandes cifras

Muchas veces no es cuestión de prejuicios hacia las personas discapacitadas, sino del olvido o de la ignorancia de su existencia. Este olvido levanta barreras tan grandes que impide que las personas con discapacidad puedan tomar parte activa en la sociedad. Por eso es tan necesario, como reivindican muchos afectados y como ya recogió la Declaración de Madrid de 2002, que los medios de comunicación favorezcan la presencia de informaciones sobre estas personas, para conocer y reconocer la diversidad humana. Pero no basta con la simple presencia de la discapacidad. La discapacidad está presente en los medios, pero ¿de qué manera? ¿Se dan soluciones, o, por el contrario, se utiliza la prensa para satisfacer intereses propios? ¿Desde qué puntos de vista se enfoca la discapacidad: desde el paternalismo, desde conceptos erróneos de lo que es la discapacidad? ¿Se ayuda a destruir mitos, a la integración, a la comprensión, al conocimiento de esta realidad?

Se trata de una minoría de grandes cifras. Se calcula que en la Unión Europea existen unos 37 millones de personas discapacitadas. En España, la cifra llega a más de tres millones y medio de ciudadanos (un 9 % del total). De ellos, muchos son mayores, y muchos, también, están solos. De hecho, casi la mitad de los ancianos de entre 80 y 84 años tienen alguna discapacidad, y a partir de los 85, el porcentaje llega al 83 %. Pero, a pesar de ello, el 20 % de las personas discapacitadas mayores de 65 años viven solas, y la gran mayoría (el 84 %) son mujeres.

La Comisión Europea, en colaboración con el Foro europeo para la discapacidad, determinó que el año 2003 sería el Año Europeo de la Discapacidad. Los actos realizados con este motivo fueron muy numerosos, y dieron sus frutos, como afirma don Mario García, director de CERMI (Comité español de representantes de personas con discapacidad) y de COCEMFE (Confederación coordinadora estatal de minusválidos físicos de España): «Gracias a esta celebración europea, la sociedad española ha podido saber un poco más de la realidad que vivimos a través de todos los congresos nacionales, europeos e internacionales que han tenido lugar, trabajando los temas de la mujer, la independencia, las familias, etc. En cuanto a la Administración pública, se han aprobado una serie de normativas muy importantes para nosotros, como es la Ley de Igualdad de oportunidades y no discriminación, la Ley de Familias numerosas y la Ley de Patrimonio especialmente protegido, además del II Plan Estatal de Accesibilidad y del Plan de Inclusión Social. Por tanto, las bases de una política social más igualitaria ya se han sentado en este año. A partir de ahora, que se cumplan, claro».

España y la discapacidad

Intentar analizar la situación de la discapacidad es complejo, a la vez que inabarcable. Normalmente, desde la velocidad de los medios de comunicación, se habla de la discapacidad como algo homogéneo, cuando los discapacitados pueden ser físicos, psíquicos, o sensoriales, y cada uno tiene unas circunstancias y unas dificultades propias, personales, además de las comunes en cada caso. La forma de acceder a ellos es también radicalmente distinta, pues, mientras que la discapacidad psíquica implica menor capacidad intelectiva, los discapacitados físicos o sensoriales tienen una capacidad intelectiva normal.

De los más de tres millones y medio de personas discapacitadas que apuntaba el Instituto Nacional de Estadística en España, más de medio millón son discapacitados psíquicos. A veces, al hablar de personas con discapacidad psíquica se tiende a pensar directamente en el Síndrome de Down. Pero no es así. Tan sólo 32.108 personas de ese más de medio millón están afectadas por esta enfermedad. El resto, puede estar afectado por multitud de enfermedades, desde las contraídas en el nacimiento, las anoxias fetales, las infecciones cerebrales, el Síndrome del Cromosoma X frágil, etc. Su enfermedad se manifiesta al mostrar una menor capacidad mental que la norma. Como explica doña María Teresa Vázquez, Vicepresidenta de CEFAES (Centro educacional familiar especial), «la norma es una regla, en este caso 100 de cociente intelectual, es decir, el resultado de la división entre la edad cronológica y la edad mental, multiplicado por 100. Cuando el resultado es por debajo de 100, consideramos que hay menor capacidad intelectual de lo normal».

A la hora de hacer una valoración acerca de la situación de España con respecto a la integración de los discapacitados, las barreras, el empleo, la sanidad, y, en conjunto, todos aquellos aspectos que deben adaptarse a las personas con discapacidad, existen opiniones dispares. El Presidente de CERMI y COCEMFE, don Mario García, opina que, «en general, la situación de las personas con discapacidad en España lleva un retraso de unos 20 años con respecto a los países más avanzados de la Unión Europea».

Desde los años 50 del siglo pasado, se encuentra enraizada en todas las diócesis de nuestro país la Fraternidad Cristiana de Enfermos y Discapacitados. Se trata de una asociación que fue pionera durante sus primeros años de existencia, y donde empezó el movimiento asociativo de enfermos, protagonizado por los mismos discapacitados. Este movimiento, que pertenece a la Acción Católica, ha dejado a un lado las reivindicaciones de tipo más social, tanto a nivel de sanidad, de pensiones, de eliminación de barreras…, que llevó a cabo en un primer momento, cuando casi no existían asociaciones de este tipo en España, y aunque colaboran con muchas asociaciones que luchan por todos estos derechos, están centrados en la formación cristiana de sus miembros, para llevar el Evangelio al mundo de la enfermedad y la discapacidad. Desde hace dos años la Frater, como se conoce familiarmente a este movimiento, trabaja en una campaña para la eliminación de barreras en las iglesias. Es una campaña a nivel nacional, según explica doña Rosa Gual, responsable nacional, y que consiste en dar a conocer todos aquellos impedimentos que tienen las personas discapacitadas para llevar una vida integrada en sus parroquias. Gestos tan cotidianos como leer las lecturas en misa, dar catequesis, o llegar a los salones parroquiales, suponen una gran dificultad para estas personas. En general, según doña Rosa Gual, los obispos y los sacerdotes están acogiendo bien la iniciativa, aunque queda mucho trabajo por hacer.

Con 18 años, Alfonso Fidalgo perdió la vista. Afirma con seriedad que no le costó asumir la ceguera como tal, como algo físico, sino que lo más difícil fue asumir una sociedad que no estaba preparada para estas cosas, en un mundo con barreras, tanto arquitectónicas como psicológicas, «mucho más duras que una zanja o una valla en la calle. Alguna vez por la calle oyes: Con lo guapo que es, qué pena que sea ciego…; o Qué pena, ciego tan jovencito… Parece que, si eres ciego, tienes que ser deforme y encima tonto. Creo que hay una falta de preparación por parte de la sociedad».

Hoy tiene 34 años, y es gestor de empresa en la ONCE, con unas 70 personas a su cargo y unos 200 afiliados. Tuvo que dedicarse a esto porque no podía vivir de su pasión: el deporte, que le aportó en su carrera varios oros paraolímpicos en Barcelona, en Sidney, en Atlanta, y records del mundo en lanzamiento de peso, desde el año 1990 hasta el 1997. Nadie ha podido batir su propio record en disco, desde que se retirase. Se lamenta de que, «en España, nadie conoce mis logros deportivos, mientras que, si los hubiera obtenido en Estados Unidos, habría sido todo un héroe. He tenido que dejar el deporte porque no podía vivir de ello. Me levantaba a las 5 de la mañana para vender cupones, y a las 12 lo dejaba para poder entrenar. Aprendí los gestos del lanzamiento de peso tocando a mi propio entrenador».

La discapacidad y el empleo

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) recoge, en el estudio La gestión de las discapacidades en el lugar de trabajo, del año 2001, que «los argumentos económicos que avalan la conveniencia de contratar a personas con discapacidades son cada vez más evidentes. Muchos empleadores han contratado a personas discapacitadas, sea en base a sus cualificaciones profesionales, sea debido a la política de equidad en materia de empleo de la empresa, o bien a causa de la obligación resultante del sistema de cuotas. Las personas discapacitadas suelen ser empleados capaces y responsables cuya tasa de asistencia al trabajo es elevada, que sufren pocos accidentes y que con frecuencia permanecen en el puesto de trabajo durante más tiempo que los demás empleados. Asimismo, contribuyen a la productividad, a la moral del personal y al espíritu de equipo en el lugar de trabajo en general. Además, pueden atraer a una clientela más amplia, como las personas con discapacidades y sus familiares, amigos o defensores. Los empleadores también se benefician al conservar en el empleo a las personas cuya discapacidad se produjo durante su contratación. Así, siguen aprovechando los valiosos conocimientos adquiridos en el puesto de trabajo y por medio de cursos de capacitación profesional. Además, evitan pérdidas de tiempo y ahorran los gastos de asistencia médica y de seguro afines, así como los costos resultantes de contratar e impartir formación al nuevo personal».

A la hora de interpretar los datos sobre los estudios del empleo y discapacidad, hay que tener en cuenta las diferencias entre la actividad, la inactividad, ocupación o desempleo, puesto que no se puede igualar palabras como trabajo y empleo, o inactividady paro, que pueden dar lugar a confusiones.

El Observatorio de la Discapacidad, un organismo que pertenece al IMSERSO, hizo un estudio durante el segundo trimestre de 2002, del que se sacan conclusiones tan interesantes como que una gran mayoría de la población discapacitada no participa en el mercado de trabajo: dos de cada tres personas discapacitadas en edad de trabajar están en situación de inactividad. También revela que, respecto a la dificultad añadida por la discapacidad en la búsqueda de empleo, la mujer se encuentra en peor situación que el hombre, ya que al hecho de la discapacidad se le añade la discriminación de género. Una mujer sin discapacidad que busca empleo tiene más dificultades para encontrarlo por el hecho de ser mujer, que un hombre por tener discapacidad. Las diferencias de género son superiores en la población sin discapacidad; de hecho, la probabilidad de estar en paro de una mujer no discapacitada es un 116 % superior que para un hombre. Si la mujer es discapacitada, la diferencia se reduce a la mitad: un 54 %. Con lo cual, se puede decir que la discapacidad atenúa las diferencias de género en materia de desempleo.

Diferencias

Una de las prioridades básicas de las personas con discapacidad en edad activa, hoy, es la incorporación al empleo, ya sea ordinaria, con o sin apoyo, o protegido (una de cada 10 personas discapacitadas ocupadas tiene un empleo incluido en un programa de medidas de fomento del empleo para personas con discapacidad). Un nivel de estudios suficiente constituye una garantía para que una persona tenga más opciones de encontrar un empleo o acceder a niveles educativos más altos. El Observatorio sobre Discapacidad afirma en su estudio que el 7,5 % de la población discapacitada es analfabeta, el 51,2 % ha terminado la educación Primaria, o al menos sabe leer, el 22,1 % tiene estudios Secundarios de la primera etapa, y el 19,2 % ha completado estudios Secundarios o Superiores. Es necesario distinguir entre discapacitados físicos y sensoriales, y psíquicos, pues existen grandes diferencias entre el tipo de trabajo que pueden hacer. Los discapacitados psíquicos suelen desarrollar con mucha mayor facilidad los trabajos manuales, para los que están suficientemente capacitados. Hoy en día existen muchas empresas cuyos procesos manuales de producción son llevados a cabo por personas discapacitadas psíquicas. Sin embargo, una discapacidad física o sensorial no implica más que la adaptación de barreras arquitectónicas. Así, hoy se dan casos tan impensables hace unos años como un invidente director de informativos de un magazine radiofónico, otro invidente que escala la cima del Aconcagua, o un director de cine en silla de ruedas. No se trata de que la sociedad les dé una oportunidad, sino de que ellos aporten a la sociedad toda su capacidad.

Don Mario García, director de CERMI y COCEMFE, explica que «las personas que tenemos algún tipo de discapacidad nos vemos limitadas a la hora de realizar algunas actividades de la vida diaria, pero estamos perfectamente capacitados para llevar una vida socialmente integrada, en el trabajo, en el ocio, en la vida familiar… Ahora bien, cuando es el entorno el elemento discapacitante (barreras físicas y arquitectónicas, barreras en el transporte, desconocimiento de los empresarios…), las personas con discapacidad no podemos desarrollar esa vida para la que estamos perfectamente capacitados. Si a usted le encierran en una habitación con cuatro paredes sin ventanas, puede tener la vista en perfecto estado, pero el entorno le habrá convertido en invidente».