Vuelve el fantasma del confinamiento a las cárceles españolas
Varios centros penitenciarios españoles han cerrado sus puertas debido a la segunda oleada de la COVID-19. «Aunque saben que es por su bien, hay miedo» entre los internos, dice el capellán de Soto del Real
La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias ha ordenado cerrar la cárcel de Soto del Real durante dos semanas debido al «aumento de casos entre los internos y a la situación epidemiológica de la Comunidad de Madrid». Actualmente, en dicho centro hay 32 casos positivos, la inmensa mayoría asintomáticos.
De momento «no hay casos graves», confirma a Alfa y Omega el capellán de la prisión, Paulino Alonso, pero el aumento de positivos ha motivado la cancelación de visitas, los permisos de salida y la realización de actividades como talleres e incluso la misma Misa dominical.
Aunque se ampliará el número de llamadas telefónicas que tienen autorizadas los internos, especialmente con sus abogados, y se potenciará el uso de videollamadas, a los reclusos «les está costando aceptar la situación», afirma Alonso. «Son conscientes de lo que hay fuera, pero hay miedo a que se repita el confinamiento tan duro que pasaron» hace unos meses. En cualquier caso, el capellán no duda de que los internos «van a reaccionar con la misma responsabilidad y colaboración que la otra vez. Van a portarse como deben».
La de Soto del Real no es la única prisión española que ha cerrado sus puertas, pues ya hay varios centros que se han visto obligados a hacer lo mismo como medida preventiva, o bien por el número de positivos en su interior, o bien por las medidas de restricción de la movilidad que ordenan las diferentes comunidades autónomas.
Para María Yela, delegada de Pastoral Penitenciaria de Madrid, los internos están viviendo esta nueva amenaza «de forma muy similar a como la vivimos los que estamos fuera de la cárcel, solo que de manera multiplicada»; y menciona su sensación de indefensión y la sospecha de que ha habido personas irresponsables que han influido en el aumento de contagios.
Las nuevas medidas «son muy difíciles de encajar», confirma Yela, porque los internos se encuentran «muy cansados» con este problema. «Para ellos, como para nosotros, se avecina un tiempo gris que coincide con la llegada del invierno. No hay la esperanza de que la primavera y el calor mitiguen la situación. Y si todo eso lo unes a la crispación social y política que estamos viviendo, la cosa se complica más», añade.
De todos modos, los internos están aceptando todo «con sensatez», sabiendo que «todo se hace para protegernos», aunque «la gente se canse» y «no siempre haya comportamientos extraordinarios».
En cualquier caso, pese a todas las medidas que aumentan su aislamiento e indefensión, «los brazos de Dios son muy amplios y les llegarán de alguna manera a través de los muros de la prisión», concluye la delegada de Pastoral Penitenciaria de Madrid.