«Una sociedad así se convierte en suicida»
Francia prepara una ley de final de la vida que abre la puerta a prácticas eutanásicas. Sus detractores creen que tiene detrás una mentalidad que termina viendo la eutanasia como «la forma de dejar un mundo que te oprime»
Hace seis años, un accidente dejó al francés Vincent Lambert en un estado de mínima conciencia. No está en muerte cerebral ni terminal. Su cuerpo funciona solo, pero necesita nutrición artificial. Sus padres llevan desde 2013 luchando para evitar que el médico y la mujer de su hijo ordenen dejar de alimentarle, lo que le causaría la muerte. El Consejo de Estado de Francia y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos han apoyado al médico. Que un país permita retirar la alimentación –afirmó el Tribunal el 5 de junio– no vulnera el derecho a la vida.
El caso Lambert se ha desarrollado al amparo de la Ley Leonetti. Elaborada por un diputado conservador y aprobada por unanimidad en 2005, «los observadores competentes saben bien que esta ley era suficiente» para proteger la dignidad de los enfermos al final de la vida, explica a Alfa y Omega Tugdual Derville, de la asociación Alliance Vita. Recogía prácticas como la retirada de tratamientos desproporcionados y establecía un testamento vital, aunque sólo a título orientativo. También buscaba el acceso generalizado a los cuidados paliativos, reconocidos como un derecho en 1999.
Diez años después, gran parte de la población sigue sin poder acceder a los cuidados paliativos. Cumpliendo una promesa electoral, el Presidente Hollande pidió a Leonetti y al socialista Alain Claeys que elaboraran una nueva ley, que pronto será aprobada por el Senado. Se presenta como de consenso porque no incluye la eutanasia, pero no tiene un apoyo unánime.
El peligro de la nueva ley
Sus detractores critican que la nueva ley incluye explícitamente, dentro de los tratamientos que se pueden retirar, la alimentación y la nutrición, y que crea un derecho a la sedación, no sólo al final de la vida. Si en el caso Lambert se forzó la Ley Leonetti para considerar la nutrición un tratamiento, ahora está en la ley. Es decir, será más fácil que se produzcan casos similares, en el que un discapacitado –o su representante– pida que le dejen morir, previa sedación si está consciente. El nuevo texto, además, no reconoce la objeción de conciencia de los médicos que se opongan a estas prácticas. La propuesta «tiene un verdadero peligro de deslizarse hacia la eutanasia tal como se practica en Bélgica u Holanda», advierte Derville.
El problema, en el fondo, no es tanto de las leyes, sino del marco en el que se interpretan: «Una sociedad eugenésica, muy competitiva, y en la que los ancianos son aislados –describe Derville–. Una sociedad así se convierte rápidamente en depresiva y suicida. La eutanasia termina por grabarse en la mentalidad de la gente como la forma de dejar un mundo que te oprime».
El Papa Francisco ha denunciado con frecuencia la cultura del descarte de niños y ancianos. El 21 de marzo, durante su visita a Nápoles, denunció que «la gente descarta [a los ancianos] por nuestros achaques, porque ya no servimos. Y está también esa costumbre de dejarlos morir. Como nos gusta tanto usar eufemismos, decimos eutanasia. Pero no sólo la eutanasia realizada con una inyección, sino la eutanasia oculta, la de no darte las medicinas, no proporcionarte los tratamientos».
En Francia, «ciertos promotores de la eutanasia–explica Tugdual Derville– no ocultan la razón económica a favor de la eutanasia, argumentando que en los últimos meses de vida generamos más gasto sanitario que durante todo el resto» de ella. En España no se han escuchado aún voces en este sentido, aunque en Cataluña los médicos han criticado que se les pida que marquen la historia de los enfermos que se espera vivan menos de un año.
La cuestión cobra peso si se tiene en cuenta el envejecimiento de la población, sobre el que los organismos internacionales no ocultan su preocupación. Según Eurostat, en 2030 cerca del 24 % de la población de la Unión Europea tendrá 65 años o más; el 7 %, 80 años o más, y habrá 39 mayores de 65 por cada 100 personas de entre 15 y 64 años. En 2060, habrá un mayor por cada dos personas de entre 15 y 64 años.