Nuncio electo en Sudán y Eritrea: «Turquía ha sido muy generosa con los refugiados»
Como consejero de la Nunciatura Apostólica en Turquía, el sacerdote toledano Luis Miguel Muñoz Cárdaba ha participado en la ayuda a la pequeña comunidad católica del país y en la atención a los refugiados cristianos. Ahora prepara su nueva misión como nuncio en Sudán y Eritrea y su ordenación episcopal, el 25 de julio
Aunque su nombramiento como nuevo nuncio en Sudán y Eritrea se produjo el 31 de marzo, la pandemia y los cierres de fronteras impidieron hasta la semana pasada poner fecha a la ordenación episcopal de Luis Miguel Muñoz Cárdaba. Será el 25 de julio en la catedral de Toledo, archidiócesis a la que pertenece y donde se ordenó en 1992. Sin embargo, aún no tiene claro cuándo podrá viajar a España desde Turquía, en cuya Nunciatura era hasta ahora consejero. Después pasará por Roma para ser recibido por el Santo Padre y se dirigirá a Jartum, la capital sudanesa. Viajes todos ellos aún sin definir a causa del coronavirus.
Durante estos meses de aislamiento se ha preparado para la nueva misión, «rezando por la Iglesia y el pueblo» de ambos países, «estudiando su historia y analizando su actual situación». Sudán es un país de mayoría musulmana con una «pequeña pero viva comunidad católica» bendecida por el testimonio de dos figuras «excepcionales de santidad», asegura; san Daniel Comboni y la exesclava y después religiosa santa Josefina Bakhita. «El país vive hoy un momento de gran esperanza gracias a la firma en agosto del año pasado del acuerdo para la transición democrática después de la caída del régimen militar», explica Muñoz. Por otro lado, Eritrea es una nación de mayoría cristiana, sobre todo ortodoxa, con una comunidad católica de rito oriental «muy activa y pujante».
Más visibilidad para la religión
De su paso por Turquía, además de su «riquísimo y milenario patrimonio», le ha impactado e «interpelado personalmente» que «esta tierra, que fue cuna de la Iglesia naciente» y cuyas ciudades aparecen con frecuencia en el Nuevo Testamento, «sea hoy un país mayoritariamente musulmán, con una presencia cristiana muy minoritaria». De hecho, «una de las tareas principales de la Nunciatura es prestar ayuda a la pequeña comunidad católica latina del país». Aunque vivió «un período de expansión» en las últimas décadas del Imperio otomano, «con su caída y el nacimiento de la nueva República turca se impuso un fuerte laicismo». Esto lo experimentó en primera persona como delegado apostólico monseñor Angelo Roncalli, después san Juan XXIII.
En los últimos años, sin embargo, «el papel desempeñado por la religión en general y por el islam en particular es mucho más visible e influyente en la sociedad». Algo que «en cierto modo» ha beneficiado a los cristianos. «El año pasado, con gran publicidad por parte de las autoridades, se iniciaron las obras de la primera iglesia construida tras la caída del Imperio otomano», un templo siro-ortodoxo «edificado sobre el terreno de un cementerio católico de Estambul». A diferencia de la católica, las iglesias orientales sí disfrutan de reconocimiento jurídico. Fomentar la relación con ellas, especialmente con el Patriarcado ecuménico de Constantinopla, es otra labor de la Nunciatura.
En un plano totalmente diferente, en los últimos años la embajada vaticana también ha colaborado estrechamente con la Iglesia local en «la ayuda a los refugiados, sobre todo a los cristianos». «Turquía ha sido muy generosa» al acoger a millones de sirios. Pero en el país hay, además, 44.000 caldeos iraquíes «que esperan una oportunidad para marchar a Europa o América», y numerosos jóvenes africanos católicos. Unos y otros «sufren a veces doble discriminación». Hace unos años se logró poner en marcha «un pequeño corredor humanitario que hoy está cerrado». Ahora, la Nunciatura colabora con Cáritas en la atención material a estas personas.
«Ante todo, soy sacerdote».
Luis Miguel Muñoz Cárdaba (Vallelado, Segovia, 1965) nunca ha tenido dificultades para «encajar» su ministerio y una labor diplomática que en un primer momento no entraba en sus planes. Fue «una llamada de la Iglesia», que se produjo cuando «la Santa Sede pidió al arzobispo de Toledo, el cardenal Marcelo González, un joven sacerdote para que fuera a estudiar a la escuela diplomática del Vaticano».
Esta primacía de lo sacerdotal es la misma que ha subrayado recientemente el Papa Francisco con «un signo elocuente», al establecer que los futuros diplomáticos de la Santa Sede realicen «durante su formación una experiencia pastoral en un país de misión». Es un paso más, explica el diplomático, en un camino que inició san Pablo VI cuando, a petición de los padres del Concilio Vaticano II, escribió la constitución Sollicitudo omnium ecclesiarum, en la que subrayaba que «las dimensiones eclesial y pastoral» de esta misión «tienen el primado y dan sentido a los demás aspectos, como el institucional, el social o el político».
Un representante de la Santa Sede «no vela por los intereses particulares de unos pocos, sino por el bien integral de todos. Aquí radica su credibilidad y su fuerza: su empeño en favor de la libertad religiosa, la paz, el progreso y la cooperación». En los países por los que ha pasado (Grecia, México, Bélgica, Italia, Australia, Francia y finalmente Turquía), Muñoz ha constatado que los diplomáticos vaticanos son vistos de forma diferente, «con benevolencia y reconocimiento hacia la misión espiritual propia de la Iglesia». Y por ello en algunos lugares –como España–, el nuncio es siempre designado decano entre sus compañeros.