La Iglesia avanza en prevención de abusos y atención a víctimas
A falta de unos días para que termine el plazo establecido por el motu proprio Vos estis lux mundi del Papa Francisco, casi todas las diócesis ya han creado oficinas para la atención de las víctimas de abusos
Este domingo, 31 de mayo, concluye el plazo establecido por el motu proprio Vos estis lux mundi del Papa Francisco que obliga a todas las diócesis a contar con oficinas para recibir denuncias de abusos a menores y a personas vulnerables. En el caso concreto de nuestro país, casi la totalidad de las sedes episcopales ya cuentan con ellas, después de que en las últimas semanas algunas las hayan presentado ante la opinión pública. Es el caso de Toledo, Ávila, Murcia, Segovia o Lérida, entre otras.
La realidad de estos mecanismos es muy variada, tanto en su organización como en sus atribuciones. Algunas diócesis han decidido poner en marcha oficinas conjuntas —con extensiones en cada lugar— en su ámbito territorial, la provincia eclesiástica, mientras que otras han preferido constituir las suyas propias. Muchas han ido más allá del mínimo que cumplir —la posibilidad de recibir denuncias— y ofrecen adicionalmente recursos para la atención de las víctimas desde el punto de vista jurídico, psicológico y espiritual.
«Las diócesis han realizado un importante esfuerzo por constituir y poner en funcionamiento las oficinas de acompañamiento a las víctimas y de prevención de este tipo de delitos», reconocen a Alfa y Omega fuentes de la Conferencia Episcopal. «Prácticamente todas lo han hecho en este tiempo, teniendo en cuenta las dificultades surgidas en los dos últimos meses». Una realidad, añaden, que «ha sido facilitada por el proceso de diálogo entre los obispos» en las últimas reuniones de la Asamblea Plenaria y de la Comisión Permanente.
Balance de la primera oficina
La de Astorga fue la primera diócesis en contar con un recurso de estas características, en concreto, la Delegación de Protección de Menores y Acompañamiento a las Víctimas, que se constituyó antes de la cumbre antiabusos en el Vaticano de febrero del año pasado y, por tanto, antes de la publicación del motu proprio. María José Díez Alonso, responsable de la delegación, reconoce que en el último año se han ido adaptando a las nuevas normas establecidas por el Papa, aunque se han limitado a «correcciones formales». «Nuestro Protocolo de Prevención y Actuación ya contenía toda esa sensibilidad y doctrina de Francisco, en el sentido de realizar acciones preventivas, escuchar, informar y acompañar a las víctimas desde la comunicación hasta la conclusión del caso».
Aunque prefiere no dar cifras de los casos recibidos, Díez Alonso reconoce que, durante el tiempo que lleva en funcionamiento la delegación, ha recibido «noticias de situaciones vividas por personas que, después de mucho tiempo, siguen buscando poder superar ese trauma». Noticias y denuncias que han ocurrido, en su mayoría, hace más de 30 años: «Hay personas que quieren contar su caso y otras que, después de muchas dudas, se deciden a denunciar. Todas estas personas están muy dañadas y hay que tener una actitud de escucha, de aceptación y de comprensión de su vivencia».
Precisamente, lo que más le ha impresionado es la vulnerabilidad de las víctimas a la hora de contar su caso. Ella y su equipo han podido comprobar el proceso de confrontación interior, de enfrentamiento a emociones que desestabilizan, del miedo a cómo van a ser recibidos, a las consecuencias, si se les va a creer… «Hemos visto ese sufrimiento y hemos podido sentirlo muy próximo a nosotros. Esa vivencia no puede dejarnos indiferentes», concluye.
«Desde los ojos de la víctima»
En la archidiócesis de Madrid, el Proyecto Repara lleva menos camino recorrido —cumple en junio seis meses—, pero ya ha atendido a más de 30 personas, según explica a Alfa y Omega su coordinador, Miguel García-Baró. Son víctimas que, en su mayoría, refieren casos antiguos, producidos fundamentalmente en el seno de la familia.
El balance de García-Baró es «muy positivo», pues no tener una gran avalancha de solicitudes ha permitido atender a todos y hacerlo de forma sosegada. También durante la pandemia, aunque de forma telemática. Durante el tiempo de confinamiento se han visto reducidas el número de comunicaciones por parte de las víctimas, algo que ya está volviendo a la normalidad: «En las últimas semanas ya ha habido nuevas llamadas».
Que toda la actuación de este proyecto está orientada a la víctima se puede comprobar con un sencillo ejemplo. Como la atención no es posible con mascarilla —el llanto es habitual—, se están instalando en la oficina mamparas para que el trato pueda ser cercano y, a la vez, se cumplan las medidas de seguridad. «El proyecto está construido desde los ojos de la víctima», añade José Cobo, obispo auxiliar de Madrid, que lidera la Comisión de Seguimiento de Repara. En su opinión, las víctimas «nos han transformado a todos y nos han hecho sensibles a mirar las cosas desde ellos». Y añade: «Esto es una buena semilla para el resto de la Iglesia. Supone enfrentar la realidad no solo desde la defensa o la deuda, sino desde la vulnerabilidad de la víctima, de modo que podamos sentir con ella e incorporar su dolor al sentir de la Iglesia».
Además de la prioritaria atención a las víctimas, desde Repara, explica García-Baró, se está trabajando en un programa de formación para el curso que viene, que se espera presentar antes del verano. Este plan tiene una doble vertiente: la formación para seminarios y casas de formación de órdenes religiosas y el sello Repara, que se otorgará a parroquias y grupos, católicos o no, que hayan realizado una formación en la prevención de abusos.