Pablo Martínez de Anguita: «Laudato si' no es ecologismo sí o no. Es un camino del interior al exterior»
Cinco años después de la publicación de la encíclica del Papa sobre el cuidado de la Casa común y en medio de la Semana Laudato si organizada por el Vaticano, Pablo Martínez de Anguita, director de la revista Lands Care y de la Fundación Laudato si, advierte de que «hay quienes están tentados de manipular un documento maravilloso como es Laudato si en favor de sus intereses»
La Semana Laudato si rinde homenaje a la encíclica del Papa cinco años después de su publicación. ¿Ha dado tiempo a ser asumida totalmente?
Laudato si está aterrizando todavía en la Iglesia. Quizá en España el proceso sea más lento, pero en países en desarrollo la han recibido como agua de mayo, como por ejemplo en Filipinas. Ten en cuenta que ellos viven en primera línea el daño ambiental. Tienen la pobreza en la puerta de casa, y la perciben muy unida a la deforestación y a la destrucción de los recursos naturales de los que viven. En otros países ha tenido menos impacto porque no ven esta relación de manera tan evidente.
Fuera de la Iglesia ha habido grupos que la han visto como un espaldarazo a sus postulados. Lo esencial es que el pueblo cristiano –y por extensión, como pide el Papa Francisco, toda la familia humana– entienda y reflexione sobre la profundidad de sus planteamientos. No se trata sólo de tener razón o de no tenerla en el debate ecológico actual, sino de seguir el camino de profundización en el Misterio que nos marca el Papa. Francisco nos ha puesto de manifiesto que las relaciones del ser humano no son solo con Dios o con otras personas, sino también con la Tierra. Decía Von Balthasar que «la Tierra es la custodia de Dios»; entonces los que custodian la Tierra son custodios de esa custodia. Este es un camino todavía por recorrer, un camino de conversión interior que tendrá como resultado un cambio exterior. No es cuestión de etiquetas políticas, de ser ecologista o no. La conversión ecológica a la que nos llaman los Papas desde san Juan Pablo II nos invita a mirar el mundo con asombro, agradecimiento, respeto y cuidado.
Pablo, hay quien dice que todo lo que ha pasado con el coronavirus es un medio que tiene la Tierra de defenderse de la agresión ambiental del ser humano…
No lo sé. Existe la hipótesis de que la Tierra se autorregula, la hipótesis Gaia, pero creo que no me atrevo a hacer valoraciones en este sentido. No tenemos datos. Ni siquiera sabemos si el coronavirus ha sido creado por seres humanos. Mucha gente aprovecha para llevarse el ascua a su sardina. ¿Qué es lo poco que sabemos? Pues creo que si no existiera el tráfico de pangolines y si no se hubieran invadido determinadas zonas donde viven los murciélagos, esto no habría pasado. Pero aventurarse a inferir que esto es una defensa del planeta es una presunción muy apocalíptica y pseudorreligiosa. No se puede afirmar con rigor nada de esto.
Pero la bajada en el nivel de emisiones que ha provocado el parón económico ha sido algo positivo…
La cuestión es que cuando paras el ritmo económico, aunque sea el ritmo frenético que llevábamos, la gente pasa hambre, y eso es un problema. Puede haber un parón en las emisiones, pero lograr un desarrollo sostenible es mucho más complejo que parar por unos meses. Para miles y miles de personas este parón ha supuesto un problema muy doloroso. Creo que es peligroso hacer este tipo de conclusiones, es algo precipitado.
En este sentido, durante esta Semana Laudato si se han dado a conocer numerosas adhesiones de instituciones religiosas a la campaña a favor de la desinversión en combustibles fósiles. ¿Qué opinas?
Quiero ser prudente. En principio está bien, pero también tengo mis dudas. Es verdad que pasar de invertir en combustibles fósiles a energías más limpias es algo bueno, pero también es verdad que si desinviertes en una cosa, al final inviertes en otra, y no sé a quién benefician en realidad estas inversiones. Cierto, la Iglesia debe ser audaz y, si es necesario, debe actuar, aun a riesgo de equivocarse. Yo de verdad no sé qué hay en el fondo de estas desinversiones. Un cambio de modelo energético es totalmente necesario, pero flota en el ambiente la sensación de que si resolvemos el problema energético ya estamos salvados, y no es así. La conversión ecológica es más interior, más profunda y humana, y comienza mirando con gratitud la vida.
Entonces, ¿no hay recetas sencillas en este campo?
Es verdad que hoy se está produciendo una simbiosis con determinados grupos ambientalistas en campañas de diverso tipo. Pero hubo campañas que en apariencia pretendían limitar el calentamiento global –por ejemplo la promoción de los biocombustibles– que han acabado produciendo deforestaciones peores que la solución que buscaban. Hay muchas batallas globales sobre un tópico concreto que están bien y son justas, pero yo tengo la mosca detrás de la oreja sobre si esto es realmente lo que nos toca hacer. Con esto no quiero decir que no se hagan cosas que se perciben como justas en un momento dado. Entramos en un campo donde hay muchos tipos de trigo y hay que tener cuidado con la ideología.
¿Por qué hablas de ideología?
Mira, en los años 70 la opción preferencial por los pobres se transformó para muchos en lucha de clases. Se buscaba a Cristo como meta y se abrazó el marxismo como camino. A mí me entra cierta desconfianza hacia campañas que hay en la Iglesia que no tengo claro que nazcan de la propia Iglesia. ¿Quién promueve este tipo de campañas? Hay muchos intereses en ganarse el apoyo de la Iglesia, porque la Iglesia es la mayor organización del planeta, y si se mueve a tu favor entonces ganas mucho poder. Con esto quiero decir que hay muchos intereses que no nacen en el seno de la Iglesia y que pueden tratar de manipular un documento maravilloso como es Laudato si. Se pueden abrir puertas que lleven a cosas buenas, pero también a errores.
¿Con esto quieres decir que se puede caer en un error parecido al de los 70: Cristo como meta y el ecologismo como camino?
Hay un poco de eso, aunque hay que reconocer que no estamos en una situación tan crítica como la que vivíamos con el marxismo. En los setenta la miseria y la injusticia social campaban a sus anchas por Latinoamérica. Si alguien te ofrecía un fusil para ser libre lo cogías. Hoy no hay un enemigo tan concreto. Todos consumimos mal y las autoridades hacen más o menos lo que pueden por mejorar la cuestión ambiental, y eso es bueno, pero sí hay elementos de paralelismo. A mí me gusta mantener una mirada crítica hacia todo lo que suponga asumir en nombre de Laudato si campañas que no sé de dónde proceden y cuyo objetivo tiene un impacto económico millonario.
En otro orden de cosas, ¿cómo estás viviendo el confinamiento? ¿Has podido profundizar en ese camino de conversión interior del que me hablabas antes?
Un mes antes del confinamiento, mi mujer y yo hicimos el fin de semana de Proyecto Amor Conyugal, y eso nos ha ayudado a mejorar nuestra relación y soldar nuestro matrimonio. A la familia nos ha venido muy bien estar juntos más tiempo… Esa ha sido mi experiencia más fuerte de este tiempo. También he disfrutado mucho de la quietud. He aprendido a identificar algunos pájaros que han aparecido por mi ventana que no conocía bien y a aprenderme sus cantos, he aprovechado para escribir y estoy disfrutando mucho de la primavera. Los judíos tenían el año sabático –el shmita(descanso) o shǝvi’it (séptimo) – que consistía en dejar la tierra descansar durante un año tras un ciclo agrícola de seis como Dios le ordenó a Moisés en el Levítico. Estos días con tantos animales salvajes cerca –hace unas semanas pasó un jabalí delante de mi casa en la ciudad universitaria– me han recordado un poco a eso. La shmita era un período duro pero tenía un lado positivo; las deudas individuales quedaban anuladas, por ejemplo. En nuestro caso nos enfrentamos a una deuda desbordante y a una futura crisis económica. Este parón ha sido y va a ser muy doloroso para mucha gente, por mucho que para mí haya sido una bendición en muchos sentidos.