Desde los dos lados de la cola de Cáritas
El de Marlon fue quizá el único bautizo de adultos que se pudo celebrar en Madrid en la última Vigilia Pascual. Hace unos meses, este hondureño, huido de las pandillas de su país, estaba pidiendo la ayuda de Cáritas. Hoy, gracias a estar confinado en una parroquia madrileña, además de poder bautizarse, ha podido devolver de alguna manera todo lo que ha recibido
Marlon es un joven hondureño de 22 años que tuvo que huir de su país hace dos años. «Teníamos un pequeña tienda pero llegó un momento en que no podíamos seguir pagando el impuesto que nos pedían las maras. Al no hacerlo, nos mandaron un anónimo diciendo que, o pagábamos, o en el plazo de una semana alguien de mi familia iba a morir».
Esa carta fue suficiente motivo para que Marlon y Lissa, su mujer, hicieran las maletas con destino a España. Aquí sobrevivieron hasta que se les acabó el dinero que trajeron de su país, y luego empezaron a necesitar la ayuda de Cáritas. Además, el párroco de Santa Rosalía estuvo un año pagándoles una habitación hasta que pudo acogerlos en su casa junto a otra familia de venezolanos.
Poco a poco empezaron a reconstruir su vida: Lissa se quedó embarazada y hace tres meses nació su hija Ainhoa, Marlon consiguió un permiso de trabajo y un empleo en el Burguer King…, hasta que llegó el coronavirus y lo perdieron todo de nuevo.
Ahora esta familia está pasando el confinamiento en la parroquia, donde «ayudo en todo lo que puedo: limpio, arreglo el tejado, y sobre todo ayudo a preparar los carritos con alimentos para todas las personas que vienen todos los días», dice Marlon.
«Es mi forma de devolver todo lo que han hecho por nosotros —reconoce—. También repartimos mascarillas, guantes, gel para desinfectarse las manos, ropa… Todos los días viene gente que pide ayuda. Es una pena encontrarnos con toda esta gente y que tengan que esperar fuera, a veces con lluvia, porque tienen que mantener la distancia de seguridad».
Por todo eso, esta situación «me hace ver que yo también estuve ahí fuera pidiendo ayuda, y ahora agradezco mucho el poder aportar algo, me gustaría poder hacer más», afirma.
Sin embargo, el confinamiento ha supuesto para Marlon una oportunidad, ya que al estar acogido en la misma parroquia pudo recibir el Bautismo en la Vigilia pascual, siendo quizá el único Bautismo de adultos que tuvo lugar en Madrid.
«Me bauticé porque quiero involucrarme más en la Iglesia», dice Marlon, para quien esta pandemia «va a ser una oportunidad de decirle a nuestros hijos y a nuestros nietos que Dios ha sido siempre nuestro escudo. Solo queda confiar. Dentro de un tiempo lo veremos como un trago amargo, en el que Cristo nos dio fortaleza y confianza. Él nos protege, Él sabe más. Es una prueba, y tenemos que ir juntos de la mano, confiando y rezando, pidiendo fuerza para que todo esto termine».