Un cura, un guardia y una comunión en la calle: «Tras un mes sin recibirle, nunca olvidaré esta comunión»
Venía de acompañar a un cura anciano que vivía solo e iba de camino a dar la comunión a un seminarista que se encontraba en casa de sus padres. Al saber que el sacerdote llevaba la comunión encima, el guardia civil le pidió poder recibir al Señor allí mismo. «Esta comunión no la olvidaré nunca. Doy gracias a Dios que me ha ofrecido esta posibilidad de recibirle después de más de un mes sin poder hacerlo»
Juan Carlos Domínguez iba por la calle. Venía de visitar a un sacerdote mayor, camino de dar la comunión a un seminarista. De pronto, apareció un coche de la Guardia Civil, le dio el alto y, «muy amablemente», un agente le preguntó:
—Padre, ¿a dónde va usted?
—Voy a llevar la comunión a una persona.
—Pero, ¿lleva usted la comunión?
—Sí, sí.
—[Tras una breve pausa] ¿Y me podría dar usted la comunión?
—Pues mire, llevo solo una forma, pero no pasa nada, la parto y le doy la comunión con media forma.
En ese momento, el agente se bajó del coche, manifestó su buena disposición interior y allí mismo «hicimos un acto de contrición, rezamos el padrenuestro y le di la comunión», cuenta Domínguez en un audio que se ha hecho viral.
El guardia civil, profundamente conmovido por aquel encuentro inesperado con el Señor, se despidió del sacerdote asegurando que «esta comunión no la olvidaré nunca. Doy gracias a Dios que me ha ofrecido esta posibilidad de recibirle después de más de un mes sin poder hacerlo».
La Misa no es un teatro
En la misma grabación, Juan Carlos cuenta un segundo encuentro sorprendente. En este caso, con una patrulla de la Policía Local, en la misma ciudad. Iba a celebrar Misa, cuando el copiloto de un coche patrulla le preguntó a dónde iba. «No se había dado cuenta de que yo era sacerdote, pero cuando me reconoció como tal me dijo: “Siga, siga, padre”». Sin embargo, su compañera, con cierta curiosidad, pidió al presbítero detener su marcha.
—Siga, siga, no. Pero, ¿a dónde va usted?
—Pues mire, voy a celebrar Misa.
—¿Pero cómo que a celebrar Misa? Pero si ahora no hay Misas.
—Sí, yo voy a celebrar Misa.
—Pues yo creía que esto era como el teatro, que si no hay espectadores, los actores no hacen la función.
—Bueno, es que la Misa no es exactamente un teatro. En la Misa, el sacerdote reza por la Iglesia, por el mundo entero.
En ese momento, Juan Carlos sacó del bolsillo un folio con la oración de los fieles que había preparado para ese día, Domingo de Pascua, y en la que pedía, entre otras cosas, por «las personas que estaban especialmente implicadas en primera línea: sanitarios, fuerzas de seguridad, transportistas…».
«Le di el folio para que leyera esa petición. Entonces, se echó a llorar como una magdalena. El copiloto —varón— le consolaba: “Pero mujer, no te pongas así”. Ella, sin embargo, dijo: “Padre, muchísimas gracias por rezar por nosotros”».
Una bendición al coche fúnebre
El sacerdote cuenta una tercera anécdota. Lo que le sucedió, también en pleno Estado de alarma, al salir de su casa camino de otra visita pastoral. Su domicilio está próximo al Hospital del Perpetuo Socorro. «En un cruce, a la salida del hospital, había un coche fúnebre, que se paró porque estaba el semáforo en rojo. Yo aproveché para dar una bendición al difunto», asegura. Al ver hacer la señal de la cruz, una mujer bajó la ventanilla del coche que iba detrás del coche fúnebre «y me gritó: “Padre, muchísimas gracias”».
«La gente nos necesita»
El sacerdote asegura que las tres anécdotas «son ejemplos de cómo la gente nos necesita». Y «me animan a estar muy disponible y a interesarme por cada persona, viendo al Señor en cada una, buscándola, acompañándola, dando consuelo. Ni más ni menos lo que nos recuerda el Papa constantemente».
Juan Carlos concluye pidiendo oraciones para «que sepamos acertar con el modo de atender [a los fieles] lo mejor posible. Con prudencia, sin lugar a dudas, pero también con valentía, para estar cerca de quien tenemos que estar».