Hace poco tuve ocasión de acompañar el recorrido de la cruz de Lampedusa en Melilla, con parada —como si de un vía crucis se tratara— delante de la misma valla fronteriza. Esa que quieren alzar mucho más, con lo que la caída de emigrantes que se suban a ella será mucho más dura. No sé si el objetivo es intentar alcanzar los cielos como la nueva torre de Babel, o impedir que los emigrantes puedan entrar por tierra, mar… y aire.
Viene este recuerdo al hilo de una nueva cruz que han cargado a hombros de los emigrantes con la dura respuesta del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. La Iglesia se ha manifestado en contra de esta decisión. La voz común eclesial de la Red Migrantes con Derechos (Cáritas, CONFER, Justicia y Paz y la Comisión Episcopal de Migraciones) ha sacado un manifiesto muy claro al respecto, señalando lo que supone de paso atrás la decisión de Estrasburgo.
Este manifiesto contiene líneas claras que conviene repetir y no olvidar. Por ejemplo, que hay que respetar unas garantías mínimas en las devoluciones; que no puede haber una norma que regule un procedimiento en el que se desconozca el tratamiento personalizado de los casos, e incluso, en alusión a el caso de la sentencia, la Iglesia es testigo directo de que las personas subsaharianas nunca han podido pasar los puestos de control fronterizo marroquíes para llegar a la oficina de asilo en Beni Ensar.
En 2018 el presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones exigía parar las devoluciones inmediatas a Marruecos y, en la misma línea, en la Jornada Mundial del Migrante del año pasado afirmaba la comisión con rotundidad que «es imprescindible que, mirando a los emigrantes, se traten de erradicar y prevenir las situaciones de vulnerabilidad, o la desatención de los derechos humanos vinculadas bien a la irregularidad administrativa […] o a las dificultades provenientes de nuestras fronteras». En la misma línea, el secretario general de la CEE aseguró el domingo 16 de febrero que hay que «seguir denunciando las prácticas españolas y de la UE que dificultan la acogida de quienes huyen de su país».
Para terminar, recuerdo las palabras del Papa Francisco en su viaje a Marruecos. Al visitar un centro de Cáritas en Rabat manifestó su rechazo a las expulsiones masivas de inmigrantes y reclamó que la regulación de las familias y de los menores extranjeros que llegan a Europa se simplifique. Porque el recurso a las devoluciones masivas no permite descender al detalle de las singularidades que se dan en cada caso particular, dijo. «No pueden ser aceptadas».
Y mientras tanto la cruz de Lampedusa, hecha con maderas de pateras, sigue su ruta por todas la diócesis de España. Nos recuerda esta nueva cruz fabricada en Estrasburgo. Quiero seguir expectante ante la respuesta del Tribunal Constitucional español, recordando la oposición a estas medidas que el actual Gobierno hizo en su momento. Todo ello es pura doctrina social de la Iglesia. La que quería aplicar el Congreso de Laicos reciente: Es necesario garantizar tanto el derecho a emigrar como el de «encontrar en la propia patria las condiciones que permitan una vida digna».