«Tú eres Pedro» - Alfa y Omega

«Tú eres Pedro»

Lo cuenta el evangelista Mateo; ocurrió en Cesarea de Filipo: «Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Y vosotros quién decís que soy yo? Se callaron todos menos Pedro, que saltó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. El Señor le dijo: Y yo te digo que tú eres piedra y sobre esta piedra construiré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». ¿Nos lo creemos, o no nos lo creemos?

Miguel Ángel Velasco
El Papa Francisco en el balcón tras su elección como Pontífice

Los señores cardenales sí se lo creen, y han vuelto a dar prueba de osadía evangélica. Igual que hicieron tras la muerte repentina e inesperada del Papa Juan Pablo I, eligiendo como sucesor a un cardenal de la Iglesia martirial polaca, ahora, tras la inesperada renuncia de Benedicto XVI al pontificado, han hecho posible que un diario como el Corriere della Sera haya tenido que titular, a toda portada: La sorpresa Francisco. Una vez más, la permanente sorpresa del Espíritu: nada menos que un Papa jesuita, hispanoamericano, del sur. Nada menos que el Nuevo Mundo asomándose al balcón de la logia de la basílica de San Pedro. Los ancianos cardenales han vuelto a sorprender a la Iglesia y al mundo. El Papa Francisco no estaba en ninguna de las quinielas de los enterados que, naturalmente, no se enteran de lo esencial y seguirán sin enterarse.

Argentino, de familia italiana emigrante, hijo de ferroviario, ingeniero químico, apasionado del tango y del fútbol y fan del San Lorenzo de Almagro, lo dejó todo para hacerse jesuita y lleva 55 años en la Compañía de Jesús -y nunca mejor dicho-. Su primer elemental e inequívoco programa, que a ningún fiel católico se le debe olvidar, fue el de ponernos a rezar a todos –padrenuestro, Ave María y Gloria, o sea, lo esencial–… Luego, inclinó la cabeza y pidió, por favor, la oración del pueblo cristiano. El embajador Vázquez ha dicho que la Iglesia católica ha pasado del Papa de la universidad, al Papa de los comedores de Cáritas y de los arrabales. Por algo quisieron elegirle ya en el Cónclave anterior, pero pidió, también por favor, que votaran a Joseph Ratzinger. Ahora, lo que son las cosas, la Iglesia tiene al Papa de la universidad emérito, y al Papa de la doctrina social de la Iglesia vivida. Todos los que se han sorprendido que se preparen para seguir sorprendiéndose. A las 8 de la mañana del día siguiente al de su elección, cuando apenas se habían abierto las puertas de la basílica de Santa María la Mayor, se puso de rodillas ante la querida y venerada imagen de Maria Salus Populi Romani y le rezó la Salve en español, que es su lengua. ¿Tiene algo de raro que la gente joven ande diciendo por las redes sociales que este Papa da muy buen rollo?

El Papa no tiene como misión primordial ni reformar la Curia ni arreglar la Banca vaticana. Sí, confirmar en la fe, suscitar esperanza, poner freno al cansancio de la fe, mitigar la desesperanza; y eso se hace con amor, sólo con amor. Tras el Papa de la esperanza y el de la fe, el de la caridad. No con política, ni con estrategia, ni con táctica. En un ambiente cultural crecientemente hostil, de dictadura del relativismo y de vivir como si Dios no existiera, su tarea esencial es proponer el Evangelio y el esplendor de la verdad, no vaya a ser que, cuando el Hijo del hombre vuelva, no encuentre fe. Tarea clave de la Iglesia es ser creíble, y eso no se logra sólo proclamando el Evangelio y la verdad, sino viviéndolo, siendo como es el Papa Francisco.

La crisis de la Iglesia en Europa ha podido llevar al Cónclave a buscar un Papa no europeo y precisamente hispanoamericano, donde vive el 42 % de los católicos del mundo y donde miles de católicos dejan la Iglesia, cada día, atraídos por sectas que resuelven los problemas materiales de la vida. Pedir un Papa con la cultura de León XIII, la santidad de Pío X, la sagacidad de Benedicto XV, la autoridad de Pío XI, la dignidad de Pío XII, la popularidad y la sabiduría del corazón de Juan XXIII, la finura de Pablo VI, la humildad de Juan Pablo I, la grandeza y la fuerza evangelizadora de Juan Pablo II, la inteligencia y la pedagogía de la fe de Benedicto XVI, sería algo sobrehumano, pero puede que el Papa Francisco tenga un poco de todo eso. Físicamente, este Poverello del siglo XXI recuerda un poco al Papa Juan XXIII; con 76 años y sólo un pulmón, pero ya se ha visto que las matemáticas de Dios no son las nuestras, tan calculadoras…

Como ha escrito George Weigel, hoy «se necesita un Papa capaz de soportar las heridas, sin ser destruido por ellas». El Papa Francisco, a mayor gloria de Dios, va a tener que hacer muchas cosas, algo así como el Poverello de Asís, al que el Crucificado le encomendó: Ve y reconstruye mi Iglesia. Lo hará en continuidad, sin rupturas ni desalientos. Nunca se ha visto tan claro como estos días, en la Plaza de San Pedro, bajo un mar de paraguas, y en las redes sociales de todo el mundo, lo ávidos, lo hambrientos de esperanza que están los hombres de hoy. Y parece que saben dónde encontrarla.