Iluminación
Paseando por el barrio de los Austrias, especialmente por el entorno del Palacio Real, un observador avispado descubrirá una extraña inscripción en las farolas que lo rodean, el número 1832, una F y un 7. No es un jeroglífico, es una cita que conmemora el nacimiento de la infanta Luisa Fernanda, hija de Fernando VII. Son las llamadas farolas fernandinas. De estilo neoclásico, fueron también utilizadas por Isabel II y, por ello, en algunos lugares comenzaron a denominarse isabelinas. Es Fernando VII el responsable de la primera iluminación de nuestra capital, pues en 1832 encargó al arquitecto Lucio Olarrieta la construcción de la fábrica de gas que debía estar cerca del palacio para facilitar la canalización. Los restos arqueológicos fueron localizados en la obra del Museo de Colecciones Reales, en agosto de 2008. Su aspecto era sorprendente: tres anillos en línea, pero según los especialistas había que destruirlos por la toxicidad de la hulla, el material utilizado para la combustión.
José Roura y José Luis Casaseca y Siván abordaron el reto de iluminar la capital en el siglo XIX. Roura había trabajado en Barcelona y se había encargado de encender la primera farola en 1826, y a él se le encomendó la conmemoración del nacimiento de la infanta ordenando la instalación de 100 farolas de hierro. Todavía la combustión no estaba clara, y durante los años siguientes se realizaron todo tipo de ensayos y combinaciones con agua, aceite, carbón… A Casaseca se le confió la fábrica; era un admirador de los avances que se realizaban en otros países y de las inversiones en Inglaterra o en las nuevas colonias, pero sus aportaciones fracasaron y, contemplando el poco interés en sus aportaciones científicas, decidió renunciar y trasladarse a Cuba, donde fundó el Instituto de Investigaciones Químicas. En Madrid, sumergidos en intereses políticos y económicos, los problemas y los responsables se fueron sucediendo. Pero finalmente, en 1847, una nueva fábrica de gas instalada cerca del paseo de los Olmos iluminará la ciudad y no solo el entorno del Palacio Real. Las investigaciones continuaban y en Europa ya había comenzado la luz eléctrica, e incluso en Barcelona se habían realizado grandes avances en la electricidad. La prensa madrileña se hacía eco del atraso, y poco a poco y gracias a la creación de la primera empresa eléctrica española en Barcelona, Madrid se pondrá a la altura de las grandes ciudades europeas.