Un ángel contra la indiferencia en Roma
El espaldarazo definitivo se lo ha dado el Papa. Recibió este lunes al padre Ángel en una audiencia privada en el Vaticano y le dio una carta que se leyó en la Eucaristía con la que se dio el pistoletazo de salida a la apertura de esta iglesia 24 horas en Roma. «Que la casa de Dios tenga siempre las puertas abiertas, las iglesias con puertas cerradas deberían ser llamadas museos», dice Francisco en el texto en el que muestra su apoyo a este proyecto
El padre Ángel ha traído a Roma su proyecto más transgresor: una iglesia que nunca cierre sus puertas. «Tuve que esperar a tener 78 años para poder ver abierta la parroquia de San Antón en Madrid, abierta 24 horas. Pero hemos conseguido estar también aquí. Se me ensancha el corazón al verlo. Desde que llegó este Papa es más fácil seguir soñando imposibles, aunque seamos ancianos. Poco a poco vamos realizando eso que dijo nada más ser elegido: “Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”», explica a Alfa y Omega sentado en uno de los bancos de la iglesia de los Santísimos Estigmas de San Francisco.
La vocación de este templo católico, situado cerca de la avenida de Largo Argentina –justo donde los históricos sitúan la traición de los idus de marzo que acabó con la vida del emperador Julio César–, es replicar el modelo de iglesia que ha revolucionado la madrileña calle Hortaleza, un hogar que da aliento a los más desfavorecidos. «Los primeros que llegaron a San Antón fueron los pobres, los mendigos, los que duermen en la calle… cuando veían que la iglesia estaba abierta siempre y que nadie les preguntaba de qué religión eran o de dónde venían, entraban a charlar un rato o a descansar simplemente. Pero no es solo para ellos. Claro, estos son los preferidos. Aunque hay también mucha gente a la que le encantaría poder ir a rezar a las dos de la mañana, sobre todo en Roma que hay tantos turistas que llegan a veces de noche. Si hay tiendas, peluquerías y restaurantes que abren al público todas las horas del día, ¿por qué no deberíamos tener también las iglesias abiertas?», incide el padre Ángel, que explica con argumentos sencillos que todo lo hace porque no soporta ver a las personas cuando sufren, y se alegra cuando son felices y sonríen.
En su elección por los desahuciados del mundo, este sacerdote enfundado con su inconfundible bufanda roja ha arrastrado a muchas personas. Como a Natalia Barber, una trabajadora social, que colabora con Mensajeros de la Paz. Por su experiencia sabe que son muchos los caminos que pueden llevar a dejar tirada a una persona en la calle sin nada. «La brutal crisis económica de 2008 condenó a muchos a la indigencia. Un día perdieron su casa; al día siguiente, el coche. Después discutieron con la familia y acabaron rompiendo los lazos. Todo eso causa en la persona una situación de estrés tal que es fácil derivar en una patología mental. Otro problema del que se habla poco son las dependencias. El alcohol o la ludopatía se llevan a mucha gente por delante y cada vez más jóvenes», explica.
Un desgarrador proceso de deterioro físico, pero sobre todo psicológico, que se manifiesta muchas veces en silencio con escenas de pánico o estrés que los abocan a una constante frustración vital. «No ven la salida. Están completamente destruidos. Por eso el padre Ángel da mucha importancia a que tengamos con ellos una actitud de servicio. O a que, por ejemplo, no usemos plástico o cartón sino materiales más decentes en los desayunos o almuerzos. Se trata de recuperar poco a poco su dignidad rota», relata. Una tarea encomiable que la mayoría de las veces comienza por poner tapones a las necesidades básicas. «Lo primero es cubrir las demandas del aquí y ahora – detalla–. Una ducha, un café caliente o unos calcetines secos, que son necesidades tan fundamentales que ni siquiera caes en ellas. Vienen con situaciones terribles, pero al principio lo que piden es un simple paracetamol, cambiarse de ropa interior o productos de higiene básicos».
Solo después de instaurar una relación de confianza se puede rascar más allá de la superficie. Y es ahí donde, a veces, nacen las historias de superación. Como la de Alejandro Gómez, un chico de Colombia de 24 años que llegó a España con una mano delante y otra detrás después huir con lo puesto del conflicto de las FARC. Gracias a su formación como auxiliar de enfermería está en Roma ayudando en este proyecto. Para Natalia, trabajar codo con codo con el padre Ángel ha sido una aventura total. «He visto cómo es capaz de crear procesos de transformación en las personas de las que menos te lo esperarías».
Un desembarco difícil
Sin embargo, el desembarco de Mensajeros de la Paz en la capital italiana ha estado lleno de obstáculos. Se toparon primero con la losa de una burocracia laberíntica de instancias interminables, y después con la negación de varias iglesias para acoger este proyecto solidario. «Hay una gran cantidad de necesidades en esta ciudad y muchas iglesias están cerradas o son para turistas que vienen a deleitarse con el arte. Se ve bien que se monten tiendas de souvenirs, pero no, por ejemplo, dar un desayuno a los más pobres», denuncia la trabajadora social. «Esta iglesia es un símbolo para Roma. Pero nos ha costado muchísimo mover posiciones o encontrar voluntarios», agrega.
El coordinador del proyecto en Roma, Álvaro Suárez, se ha encargado de la parte más farragosa, dar con una iglesia que aceptase abrir para siempre sus puertas a los más desfavorecidos. Suárez llegó a la ciudad en junio, pero no lo consiguió hasta cuatro meses después. «Estamos organizando este proyecto aquí desde el 28 de octubre, pero antes lo habíamos intentado en otras cinco iglesias. Las razones son varias: o ya contaban con proyectos sociales, o no les motivaba esta iniciativa, o no tenían la capacidad suficiente como para albergarla», detalla. La Iglesia católica italiana distingue claramente en sus edificios de culto el lugar físico donde está el Altísimo de la zona llamada oratorio, que es donde normalmente tienen cabida los proyectos sociales. En España, en cambio, el núcleo es único.
El apoyo de Francisco
El espaldarazo definitivo se lo ha dado el Papa. Recibió este lunes al padre Ángel en una audiencia privada en el Vaticano y le dio una carta que se leyó en la Eucaristía con la que se dio el pistoletazo de salida a la apertura de esta iglesia 24 horas. «Que la casa de Dios tenga siempre las puertas abiertas; las iglesias con puertas cerradas deberían ser llamadas museos», dice Francisco en la misiva en la que muestra su apoyo sin fisuras a este proyecto. En las primeras filas de la iglesia de Roma reconvertida en hospital de campaña estaban, además de Tamara Falcó –quien donó los 75.000 euros del premio de Masterchef Celebrity a Mensajeros de la Paz y permitió que esta iniciativa echara a andar–; Sole Giménez, vocalista de Presuntos Implicados; la periodista Teresa Viejo, y el conferencista y humorista Ángel Rielo.
Este oasis de silencio y oración que contrasta con el barullo de Roma también ha sido posible gracias a la colaboración de distintas instituciones, como la Embajada de España ante la Santa Sede, el Ayuntamiento de Roma, el Colegio Español, el Hospital San Juan de Dios, o el Palacio Episcopal del Vaticano.
Para preparar la iglesia a las necesidades del proyecto, que gestionará la ONG del padre Ángel con la ayuda de la orden de los Misioneros de María, se han tenido que acometer ciertas reformas, como acomodar con mesas y sillas la zona del pasillo lateral de la iglesia para crear un espacio donde servir los desayunos y los almuerzos, o habilitar una cocina. También se han instalado baños con duchas, puestos de recarga para los teléfonos móviles, wifi gratis y una camilla de la misericordia con servicio médico de asistencia primaria.
Los próximos cuatro meses, Mensajeros de la Paz se dedicará a estudiar la situación de las personas que malviven en los alrededores de esta iglesia. «Es muy importante esta primera fase de escucha, porque no tiene nada que ver el perfil de la gente que viene a San Antón. Sus historias son de dolor, tortura, esclavitud, sangre y, sobre todo, desesperación», detalla Álvaro. En palabras del padre Ángel, «aquí no hay milagros de los que te hacen santo–aunque a veces también–, nuestro milagro es consolar al triste, vestir al desnudo y dar un bocadillo al hambriento».