Juan de Flandes y la reina sustantiva - Alfa y Omega

Juan de Flandes y la reina sustantiva

Guillermo Vila Ribera
Foto: ABC.

Acaba de celebrar Palencia el quinto centenario del fallecimiento de Juan de Flandes. El pintor de origen flamenco, icono del Renacimiento en España, llegó a nuestro país a finales del Siglo XVI. No se sabe mucho de su vida, ni su lugar exacto de nacimiento ni las razones concretas por las que Isabel la Católica lo escogió como pintor de la Corte en 1496. Pasó algunos años en Salamanca y, finalmente, en Palencia, donde murió en 1519. Vaya por delante que, quien esto escribe, no es, ni mucho menos, un experto en arte; pero no hace falta serlo para admirar la belleza técnica y sobrecogedora de sus imágenes. El retrato de la reina católica aúna esas dos características: una técnica descomunal y, sobre todo, una mirada integral a la realidad de la mujer más poderosa de su tiempo.

El homenaje de Palencia al pintor flamenco nos sirve de excusa para poner el acento en las enseñanzas de la historia de esa España que la reina contribuyó a fundar. No entremos en si ya en Roma puede hablarse de una historia común o en si los reyes godos formaban ya, en la coreografía de sus disputas fraternales, una nación histórica; fueron Isabel y Fernando los que unieron esos pedazos de siglos para darles la arquitectura política y jurídica que hoy constituye nuestra nación. Una España que tenía una misión, que se hizo plural al extender esa llamada al Nuevo Mundo y que, en las postrimerías de su vida, llevó a Isabel a dejar escrito en su testamento esa idea absolutamente nueva: «Nuestra principal intención fue […] de procurar inducir e traher los pueblos dellas e los convertir a nuestra Santa Fe católica». España introdujo Occidente en América. Por mucha leyenda negra que la historiografía anglosajona haya querido imponer, llevar allí la cruz era llevar la cultura de la civilización fundada en Atenas, Roma y Jerusalén.

Y en la mirada de Isabel, recogida por la mano luminosa e inspirada de Juan de Flandes, podemos ver el legado de esa obra. No es una hagiografía, sino una certera aproximación a la madurez de una mujer comprometida con una misión que le trascendía. No es una reina preocupada en vanidades. Su vestimenta destila la austeridad castellana y sus arrugas son de una belleza emocionante. Permitan que compare a esa reina sobria y sustantiva con nuestros actuales representantes. Sí, ya sé, es trampa. Pero hagan el esfuerzo de poner en relación esta imagen de la reina con alguna foto de… elijan ustedes. Hoy Juan de Flandes no tendría trabajo.