También van al cielo de dos en dos
Sevilla se puede contemplar como un mosaico de estampas típicas que han marcado su historia como Iglesia diocesana. Muchas de estas imágenes adquieren con el tiempo un color sepia, que les otorga un rancio abolengo y una mirada entrañable para la memoria. Otras, en cambio, forman parte de su paisaje y de la vida cotidiana. Entre estas imágenes, siempre encontramos el caminar diligente de una pareja de Hermanas de la Cruz, que van a socorrer a un enfermo, o la necesidad material de una familia, o a pedir limosnas para los pobres.
Fieles a la literalidad del envío del Señor en el Evangelio a ir de dos en dos sin pan, ni alforja, ni dinero en la faja, las Hermanitas, como cariñosamente se las llama en Sevilla, siembran la esperanza en medio de muchos ambientes donde incluso las mismas autoridades civiles sienten respeto a la hora de entrar por los altos índices de peligrosidad que encierran. Aun bajo el sol de verano que marca temperaturas que ni los toldos de las calles sevillanas logran sofocar, de dos en dos, las Hermanas de la Cruz garantizan que ninguna persona, mientras ellas puedan y alcancen, vaya a pasar necesidad ni a estar sola. Esto les ha alcanzado el cariño de creyentes y no creyentes, en las diócesis donde se encuentran, ya sea en España como en América.
Otra parte del imaginario que compone Sevilla, como de todos es sabido, contiene a la Virgen de la Esperanza Macarena, cuya devoción, lejos de responder a una estampa de color sepia, goza de enorme actualidad. Y dentro de la devoción macarena, la imagen de los romanos, llamados armaos, escoltando al Señor de la Sentencia en la madrugada del Jueves Santo, adquiere entre los amantes de la Semana Santa sevillana una gran popularidad.
El milagro recién aprobado que elevará a la santidad a la Beata María de la Purísima une estas dos estampas sevillanas, pues la intervención divina la alcanzó la Beata María de la Purísima, de la Compañía de la Cruz, para un armao de la Centuria macarena que escolta el paso del Señor de la Sentencia, Francisco José Carretero Díaz, cuya curación extraordinaria (tras una parada cardiorespiratoria que lo mantuvo sin oxígeno 25 minutos) se ha reconocido por la Santa Sede como un milagro de María de la Purísima, a la que se encomendó su familia. Un milagro, por tanto, que no puede ser más sevillano, pues, aunque la Beata es de origen madrileño, desde que estas religiosas entran en la Compañía de la Cruz todas responden que son sevillanas cuando se les pregunta de dónde son.
En el cielo no nos atan más vínculos que el amor de Jesucristo, pero resulta hermoso pensar que, igual que por las calles de Sevilla contemplamos a las Hermanas de la Cruz de dos en dos, en la Casa del Padre ya tenemos a la pareja de Hermanas, santa Ángela de la Cruz y santa María de la Purísima, que, al igual que en la tierra, reproducen esta estampa de dos santas que pasaron por el mundo haciendo el bien mientras subían a la Cruz, donde , en palabras de santa Ángela, «subir es bajar y bajar es subir».