Cardenal de Papúa Nueva Guinea: «Somos víctimas del calentamiento global»
El cardenal papú neoguineano John Ribat, que acaba de participar en el Sínodo de la Amazonía, denuncia que en el Pacífico «hay islas que desaparecerán pronto» y pide que se reconozca a los refugiados climáticos
En el Pacífico «hay islas que desaparecerán pronto» porque «tenemos el mar amenazándonos alrededor», mientras Europa, que es un continente con grandes extensiones de tierra y no tiene «esas dificultades», mira para otro lado. Es el grito de socorro que lanza el arzobispo de Puerto Moresby (Papúa Nueva Guinea), cardenal John Ribat, MSC, en un encuentro con Alfa y Omega en Madrid.
Con gesto serio, el purpurado denuncia que «somos víctimas del calentamiento global y del aumento del nivel del mar» y aboga por reconocer a los refugiados climáticos, que no huyen por guerras o persecución, sino porque «están perdiendo sus casas» literalmente. En Papúa Nueva Guinea, explica, «hay una isla que se ha dividido en tres partes y han tenido que evacuar». «Por suerte, pertenecen a la diócesis católica de Bougainville y el obispo les ha asignado un trozo de tierra para que vayan», pero en otros casos «no hay recursos» para ayudarlos.
Los habitantes de las pequeñas islas de la región –detalla– «no tienen muchas opciones de trabajo» ni muchas salidas. Antes, como podían alimentarse de la agricultura y de la pesca, vivían «en una especie de supermercado», pero ahora el mar está afectando a la tierra de cultivo y tampoco tienen agua que beber. «La tierra es todo lo que tienen y, una vez que la han perdido, ¿quién los apoyará?», se pregunta.
Después de conocer de cerca la situación del Amazonas como padre sinodal, el cardenal Ribat encuentra algunas similitudes entre los habitantes de ambas regiones: «En la Amazonía la tierra es vida, es algo valioso, y ningún individuo la posee, sino que la tiene la comunidad. Una vez que les quitan la tierra, no tienen futuro. La tierra les aseguraría su vida, su identidad, sus lenguas… pero pierden todo». En las reuniones de su grupo de trabajo le impactó especialmente un listado de cuatro páginas con personas «asesinadas» por intentar «ayudarlos», tanto «por motivos de fe» como «por reclamar justicia». Y tras pedir la implicación de los distintos gobiernos, insiste en que «la gente corre a la Iglesia porque pone su esperanza y su fe en que los representará bien».
Al abordar las diferencias con Papúa Nueva Guinea destaca que, incluso los habitantes de las islas más pequeñas, tienen contacto con sacerdotes mucho más a menudo que en los lugares más recónditos del Amazonas. Salvo en época de lluvias, cuando hay islas que se pueden tirar unos meses casi aisladas, lo normal es que el párroco pase por cada una al menos cada tres o cuatro semanas y se quede varios días. La Iglesia católica, a la que pertenece el 33 % de la población, es además uno de los mayores proveedores de educación y sanidad para todo el país.
En esa actividad pastoral y asistencial han tenido mucha importancia los religiosos, entre ellos los Misioneros del Sagrado Corazón. El cardenal Ribat forma parte de esta congregación por el testimonio del misionero austríaco Joseph Raechel. «Durante tres o cuatro días visitaba a todo el mundo del pueblo. Eso me tocó y me animó. Mis padres preparaban comida y decían: “Juntos, como familia, vamos a darle nuestro regalo al sacerdote”», rememora.
Cardenal por sorpresa
Como cura y luego como obispo, a él mismo le ha tocado hacer muchas de esas visitas a zonas rurales. Una de las que nunca olvidará fue el 9 de octubre de 2016. Fue a una parroquia alejada de su diócesis a celebrar Confirmaciones y volvió a las cinco de la tarde a casa, cocinó algo y, cuando se iba a descansar, recibió una llamada del nuncio. Le dijo que no se acostara, que iba para allá. «Pensé que había hecho malo –reconoce divertido–. Cuando vino, no quería ir directamente al asunto y tuve que preguntarle: “Su excelencia, ¿me podría decir porque ha venido? Porque de verdad quiero descansar”. “¿No ha oído nada? Hoy el Papa Francisco le ha nombrado cardenal”».
Ribat recibió la púrpura cardenalicia a finales de 2016, el mismo día que el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, o el venezolano Baltazar Porras. Desde entonces pide más «fuerza para vivir como el Señor quiere», en comunión con el Sucesor de Pedro que ahora es el Papa Francisco. «Laudato si habla de la realidad», subraya, volviendo la vista de nuevo a esos isleños cuyo futuro está en peligro.