«Cuando mi mejor amiga, de 7 años, dijo que se casaba, nos pusimos muy contentas»
La ONG jesuita Entreculturas une fuerzas con Amnistía Internacional, Save the Children y Mundo Cooperante en una «alianza» contra el matrimonio infantil forzoso, una lacra que afecta hoy a una de cada cuatro niñas en el mundo
Su mejor amiga tenía 7 años cuando sus padres decidieron casarla con un hombre mucho mayor que ella. «Todas nos pusimos muy contentas pensando en la celebración, en los vestidos…, como los juegos que solíamos hacer con muñecas. Pensábamos que seguiría yendo a la escuela, con nosotras, pero ya no volvió. Así que fuimos a buscarla a su casa. Su suegra nos dijo que ya era una mujer y que no podía venir con nosotras. Para poder verla le organizamos una fiesta en el colegio. Ella vino, pero se quedó a parte, retraída, a pesar de que estábamos jugando a sus juegos favoritos. Le preguntamos qué le pasaba. Empezó a llorar: su marido le pegaba con una barra de hierro».
Hadiqa Bashir, activista de 17 años contra el matrimonio infantil forzado, es uno de los rostros de la campaña «¡No quiero!», lanzado en España por cuatro de las ONG con mayor peso en la lucha por los derechos de las menores, en vísperas del Día Internacional de la Niña, que se celebra el 11 de octubre. Amnistía Internacional, Save the Children, Mundo Cooperante y la ONG jesuita Entreculturas han sellado una «alianza» a la que esperan dotar de contenido con diversas acciones, comenzando por dar la voz de alarma sobre una realidad que afecta a 4 de cada 10 mujeres en el África subsahariana o a 3 de cada 10 en Asia. En total, 650 millones de mujeres en el mundo fueron casadas siendo menores.
La erradicación del matrimonio infantil y de la práctica –a menudo estrechamente asociada– de la mutilación genital femenina está incluida en la Agenda 2030 sobre Desarrollo Sostenible. Gracias a creciente sensibilización internacional, la situación ha mejorado considerablemente en la última década, con un acusado descenso del 15 %. Así y todo la prevalencia global es de una de cada cuatro menores en el mundo, frente a uno de cada veinticinco en el caso de los varones.
Cómics para sensibilizar a las niñas de Pakistán
A Hadiqa Bashir intentaron casarla a los 11 con un taxista de 35. «Mi padre, aunque es una persona con formación, estaba satisfecho, pero yo no quería casarme y empecé a gritar: «No quiero casarme con ese hombre!». Tuve la suerte de tener un tío que me apoyó». También cuando, tras liberarse de aquel destino, su familia trató de impedirle que iniciara una campaña en el vecindario, puerta a puerta, para concienciar a las niñas y a sus familias contra el matrimonio infantil. Hoy Bashir es un referente a nivel nacional. Se ha reunido con reuniones con diputados y otros responsables políticos, y promueve la publicación de un cómic (aún inédito) para concienciar a las niñas sobre unas prácticas a menudo culturalmente aceptadas.
En la presentación de «¡No quiero!» este jueves en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, participó también la activista Kadiatu Massaquoi, procedente de una zona de Sierra Leona fronteriza con Liberia. A sus 17 años, es madre de dos hijos, el primero de los cuales lo tuvo a los 14 años. Tras ser obligada a abandonar la escuela, encontró apoyo en Save the Children. Hoy colabora con el proyecto de la ONG Right to be a girl (Derecho a ser una niña), visitando a familias, puerta a puerta, para tratar de concienciarlas sobre «el problema del matrimonio forzoso y el derecho a la educación de las niñas».
Kadiatu se propuso ayudar a que no les sucediera a otras niñas lo que le ocurrió a ella cuando, a los 14 años, se quedó embarazada y perdió a su padre. Su madre, a cargo de 8 hijos (otros 8 habían fallecido) no podía hacerse cargo de la manutención.
A menudo –contó–, se encuentra con padres que piensan que la posición social de la hija y te toda la familia va a mejorar si logran casarla con alguna figura influyente, como un imán o un jefe de la comunidad. Lo que les espera, en realidad, son los más duros trabajos domésticos y continuas agresiones sexuales.
La educación, el mejor antídoto
La pobreza extrema es una de las principales causas del matrimonio infantil, aseguró Andrés Conde, director de Save the Children. «Entregar a una hija significa evitar los costes de su manutención y, en muchos casos, recibir unos ingresos extraordinarios».
Influyen también «normas sociales, culturales y religiosas aceptadas por la comunidad», según las cuales «el matrimonio de los niñas es algo positivo», y los intentos de impedirlo son «una injerencia occidental».
Dentro de ese bloque –prosiguió Conde–, en muchos países es habitual que cuando una hija ha mantenido relaciones sexuales, a menudo forzadas, los padres busquen al agresor y concierten el matrimonio para así evitar el estigma. De este modo –dijo–, «se cronifica la agresión».
Hay también una falsa creencia de que el matrimonio protege a las niñas en situaciones donde el riesgo de violencia contra ellas es extremo, como ocurre en campos de refugiados o en contextos de migración. Pero esto al final «les somete a una esclavitud doméstica y sexual», por lo que, según Conde, equivale a una «condena a cadena perpetua».
En palabras del jesuita Daniel Villanueva,vicepresidente ejecutivo de Entreculturas, el matrimonio infantil es «una puerta abierta al maltrato y al abuso sexual, a la violación sistemática de los derechos de las niñas».
El mejor antídoto, aseguró, es la educación. «Una año más en la escuela es una año más de sensibilización, un año más de protección frente a la violencia de género». «Las niñas que terminan la secundaria –abundó– son seis veces menos vulnerables al matrimonio infantil y a los embarazos tempranos».