Padre Morales: la figura de un gigante
A los 25 años de la muerte del padre Tomás Morales, su figura se destaca como la de uno de los principales precursores de la renovación del laicado
El domingo pasado, 6 de octubre, hemos celebrado en Madrid el 25 aniversario de la partida del venerable padre Morales. Ha sido una jornada festiva, entrañable, compartida por sus hijos e hijas y multitud de amigos y simpatizantes en la que hemos vuelto por un momento la mirada atrás, para hacernos más conscientes de la gratitud que debemos a Dios.
Gratitud por habernos concedido caminar en un carisma con una visión tan nítida del papel del laicado en la Iglesia, puesta de relieve con clarividencia y ardor por el doctor Guzmán Carriquiry. Gratitud porque este jesuita hizo de los ejercicios espirituales de san Ignacio su arma preferida para acercar a los laicos a Dios, arraigarlos firmemente en Cristo y convertirlos en apóstoles en medio de las realidades temporales.
Gratitud por los frutos de santidad que Dios ha ido derramando entre sus hijos y que se hicieron patentes a través de la presentación de la biografía de Juani Benito, cruzada de Santa María que con su santidad sencilla, alegre, apostólica y escondida fue, con su muerte prematura, el primer fruto de su celo infatigable.
Gratitud por comprender mejor que la entrega hasta la muerte con todas las energías de su alma a las personas que Dios fue poniendo en su camino tuvo su origen en la entrega primera, esponsal, fundante y transformante que hizo de sí mismo el padre Morales a Jesucristo en su noviciado de Chevetogne (Bélgica), y que el doctor Javier del Hoyo tan bellamente nos expuso como colofón de una mañana intensa.
La jornada fue coronada por una solemne celebración eucarística, presidida por monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, en la catedral de la Almudena. Miramos por un momento atrás para contemplar mejor la figura del venerable Tomás que se agiganta más y más con el paso del tiempo y que nos muestra con nitidez, con seguridad el camino, por María a Jesús, para poder ser así sal de la tierra y fermento de santidad en medio de las realidades temporales.
Elena Gallardo
Cruzada de Santa María