La guerra civil del Cristo de Medinaceli
Este año se cumple el 80 aniversario de la vuelta del Jesús de Medinaceli desde Ginebra hasta Madrid, al término de la guerra civil, tras un periplo lleno de avatares. Su archicofradía lo celebra con una procesión extraordinaria el sábado 5 de octubre
La imagen del Jesús de Medinaceli lleva más de tres siglos bajo el amparo de todo el pueblo madrileño, que devotamente se postra a sus pies cada día del año y sobre todo el primer viernes de cada mes de marzo, en un besapié que se ha convertido en tradición viva de la Villa y Corte.
Sin embargo, tras su llegada a Madrid en verano de 1682 procedente de África, donde adquirió fama de milagrosa, la presencia de la imagen en la capital no ha sido ininterrumpida. Durante los años de la Guerra Civil, el Jesús de Medinaceli fue un exiliado más.
Sus vicisitudes comenzaron el 13 de marzo de 1936, Lunes de Pascua, cuando en medio un clima de persecución creciente, los vecinos evitaron que un grupo de milicianos se llevara la imagen para quemarla.
Ya el 17 de julio, los frailes franciscanos que custodiaban la imagen deciden envolverla en sábanas y ocultarla en la cripta bajo un montón de escombros. Un día después, ocupa el convento el batallón republicano de la diputada Margarita Nelken.
La imagen permaneció oculta hasta que, en febrero de 1937, un miliciano bajó a la cripta buscando madera para avivar el fuego y la encontró. La noticia del hallazgo llegó hasta la Junta de Defensa de Madrid, que decidió entregársela a la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, un organismo republicano creado para evitar las destrucciones incontroladas de iglesias y conventos que caracterizaron los primeros días de la guerra, y proteger así sus obras de arte más valiosas.
Tras ser alojado en un sótano del Ministerio de Hacienda y pasar por San Francisco el Grande, el Jesús de Medinaceli fue trasladado en el mes de noviembre a Valencia, siguiendo los pasos del Gobierno republicano en su huida del frente de batalla.
Según cuenta Enrique Guevara en El Cristo de Medinaceli y su archicofradía, el viaje a Valencia lo hizo dentro de un ataúd, en un camión lleno de cadáveres. En marzo de 1938 fue trasladado a Cataluña ante el avance de las tropas nacionales. Y en febrero de 1939, formó parte de una expedición hacia la sede la Sociedad de Naciones en Ginebra, en la que además de la imagen iban las obras más valiosas del Museo del Prado.
Uno de los restauradores del Prado, Manuel Arpe y Retamino, era el encargado de dirigir esa expedición de 71 camiones, con 1.868 cajas y 140 toneladas de peso. Según contó años más tarde, puso la imagen del Cristo de Medinaceli «a la cabeza» de la procesión de camiones, «para que nos protegiera». Llegó a Ginebra días después sin ningún sobresalto, comenzando seguidamente un inventario y catalogación que llevaron 22 días.
«Tiré una tiza al suelo para arrodillarme ante él»
Uno de esos días en Ginebra, Manuel Arpe llegó a la Sociedad de Naciones una mañana, justo en el momento en que se desembalaba al Cristo de Medinaceli. «Fue muy emocionante para mí –escribiría Arpe–. Dejé caer la tiza que tenía en la mano para con ese pretexto poder poner una rodilla en tierra al llegar a su lado. Cerca de él había algunos expertos, que tocaban con la indiferencia de quien solamente observa y juzga un objeto más. En medio de aquel grupo, Jesús parecía tener más vida aún, estando en su actitud muda y digna. Cuando lo llevaron a Caifás sería exactamente lo que yo vi hoy. Lo estaban juzgando, ahora para el inventario, y su severa actitud empequeñecía a todos los que le rodeaban. Yo, a dos metros, contemplé la escena, que espeluznaba porque vi al Jesús con vida. La mirada serena y penetrante de aquel rostro ennegrecido hablaba en silencio: humildad, indiferencia al momento, poder».
Finalmente, el Cristo de Medinaceli volvería a Madrid pasada la guerra, el 14 de mayo de 1939, lo que se celebró con una procesión extraordinaria desde el convento de la Encarnación hasta su emplazamiento tradicional, en una de las mayores expresiones de fe popular que han podido ver las calles de Madrid.
Al Cristo de Medinaceli se le llama popularmente el Señor de Madrid, «porque es la imagen de Jesús al que más devoción se tiene». «A venerarle, especialmente el primer viernes de marzo, viene gente de toda España, en peregrinación y llenando autobuses enteros», dice Armando Gómez, encargado de la comunicación de la Archicofradía de Jesús de Medinaceli.
En conmemoración de su vuelta a España, y en el marco del Mes Misionero Extraordinario convocado por el Papa Francisco, el Señor de Madrid realizará una salida procesional extraordinaria este sábado desde la catedral de la Almudena. Se trata de la tercera salida extraordinaria de la imagen, después de la que hizo para participar en el vía crucis de la JMJ 2011, y la que hizo a petición de Carlos IV en 1790 para mitigar el incendio que consumió durante varios días la plaza Mayor.
El sábado se abrirá la catedral a la 8:00 horas para que los fieles puedan venerar la imagen. A las 12:00 se celebrará la Eucaristía y a las 18:00 horas comenzará la procesión con el siguiente recorrido: Mayor, Puerta del Sol, Alcalá, Cedaceros, Carrera de San Jerónimo y del Duque de Medinaceli, para entrar en la basílica de Jesús de Medinaceli.
El cantante Juan Peña le va cantar en la plaza de la Villa, y en la Puerta del Sol le dedicará unos compases Diana Navarro, que en redes sociales ha reconocido estos días su devoción a Medinaceli: «Cuando llegué a Madrid fui a pedirle que pudiera vivir de mi música, y siempre que me regalan flores después de una actuación, se las llevo en agradecimiento por haberme cumplido esa petición y tantas otras», así como «por no haber cumplido otras, para ayudarme en mi crecimiento vital y espiritual». La cantante afirma también que «con Medinaceli me nace una fe muy especial». El próximo sábado «se obrará el milagro que jamás pude imaginar: cantar a mi Jesús de Medinaceli en mi Madrid de mi alma».